Desde que empecé a ‘navegar’ por el mundo de la empresa –en mi caso, familiar– siempre he creído en la necesidad de unir a los empresarios que comparten intereses y problemas propios del sector en el que te mueves. Frente a los elementos, hay que dejar a un lado tus propios intereses y unirte a tus competidores –que no enemigos– para mantener a flote la nave en la que nos hemos embarcado porque los problemas son comunes. Y desde siempre hemos participado en las asociaciones locales, provinciales, regionales, nacionales e internacionales que nos han parecido interesantes para colaborar en ellas en la defensa de nuestros intereses empresariales.
Y, en todas ellas, me he encontrado siempre con dos actitudes contrapuestas. Algunos se ofrecen y dedican su tiempo –y a veces su dinero– poniéndose al frente de forma altruista, generosa y respetuosa con los intereses comunes de todos los asociados. Otras veces, no muchas, algunos usan las asociaciones con desmesurado ánimo de protagonismo y buscando medrar en su propio beneficio y se convierten casi en ‘profesionales’ del asociacionismo con la excusa de que no hay quien los releve en el cargo. Estos últimos acaban siendo –casi siempre– un problema para la propia asociación.
También me he encontrado con el hecho –muy frecuente, por desgracia– que los empresarios se asocian por inercia o por no ser menos que sus colegas y creen que pagando la cuota ya tienen derecho a exigir todo de los dirigentes que ellos mismos han nombrado, pero sin aportar nada más que críticas o sembrar dudas y rencillas entre los asociados.
Pero hace unos cuantos años tuve la suerte de encontrarme con un tipo de asociación que es muy distinta al resto de las asociaciones empresariales al uso o sectoriales. Y son las asociaciones de la empresa familiar. La gran diferencia es que detrás de cada socio, de cada empresa, hay una familia y eso imprime carácter.
En la actualidad existen 18 asociaciones territoriales vinculadas al Instituto de la Empresa Familiar. Entre todas ellas, sumamos más de 1.500 empresas familiares de todos los sectores de la economía y representamos y defendemos los intereses comunes a todas las empresas familiares estén asociadas o no. Entre ellos, la preocupación de salvar el difícil escollo del relevo generacional –al que antes o después nos toca enfrentarnos a todos– mantener un sistema fiscal adecuado que no perjudique o impida a veces la continuidad de las mismas, facilitar formación e información sobre los órganos de gobierno de la familia distintos a los mercantiles de la empresa, la profesionalización de la gestión y transmitir a la sociedad los valores que presiden la acción de todas las empresas familiares: la visión a largo plazo, el arraigo al territorio, la creación de riqueza y de empleo allá donde operamos, nuestra callada pero importante responsabilidad social y la resiliencia que tan de moda se ha puesto tras la aparición de la pandemia.
La importancia de las empresas familiares es innegable. El 89% de las empresas españolas son familiares. Generamos el 67% del empleo con casi siete millones de puestos de trabajo y representan el 57% del PIB del sector privado. Por tanto, nuestra visión es fundamental para entender los cambios que ha experimentado el contexto corporativo y las posibles soluciones que impulsarán la recuperación y el crecimiento en los próximos años. Pero es que, además, en un reciente estudio de Ernst & Young (EY) en colaboración con el IE University se ha puesto de manifiesto que las empresas familiares invierten un 66% más en innovación que las no familiares, lo que a lo largo del tiempo se traduce en un stock de Investigación y Desarrollo (R&D) acumulado superior en un 56% al de las no familiares. Gracias a estas inversiones, obtienen un 22% de patentes y un 14% más de innovaciones de producto. Además, la eficiencia en la gestión de la innovación es un 23% y 16% superior a las empresas no familiares (según lo midamos por patentes o innovaciones de producto) siendo la tasa de retorno de la innovación en las empresas familiares de un 38% superior a la de las empresas no familiares. A mí, personalmente, me han sorprendido estos resultados, pero a la vez me han llenado de orgullo y de ánimo para afrontar la dura crisis que hemos padecido –y vamos a seguir padeciendo– tras el encarecimiento de los combustibles y la energía, el alza de las materias primas, el colapso de las cadenas de suministros, la inflación y, para rematar la faena, la absurda y cruenta invasión de Ucrania. Hay que innovar, pero ya estamos a la cabeza.
Volviendo al espíritu que impera en las asociaciones de empresas familiares, en mi calidad de presidente de la Asociación de la Empresa Familiar de Andalucía (AAEF) que acoge a las de Melilla y Ceuta, he compartido jornadas, convivencias, experiencias de vida con muchos socios y con los dirigentes de otras asociaciones territoriales. Y en todos ellos, he encontrado generosidad por encima de todo. No importa el tamaño, la antigüedad ni el sector de sus empresas. Da igual si son del Norte o del Sur, de ambas Castillas, del Levante, de Cataluña, Aragón, Canarias, Baleares o Extremadura. Todos nos consideramos iguales y todos tenemos un solo objetivo común: la defensa de las empresas familiares y de las familias empresarias y a ello dedicamos generosamente nuestro tiempo, el de nuestras empresas y el de nuestras familias. Y lo hacemos con mucho gusto y responsabilidad pues lo llevamos en nuestro ADN. Cuando hay un cambio en la presidencia de una de las AATT le damos la enhorabuena por su trabajo al saliente y las gracias al entrante por su generosidad de ponerse al mando del timón.
He tenido el honor este pasado fin de semana de volver a obtener la confianza de la Asamblea General de nuestros asociados a la AAEF y me han reelegido para otro mandato de dos años. En el anterior, dediqué mis esfuerzos– junto a mis compañeros de la Junta Directiva– a salvar una difícil situación y tras sortearla con éxito, en esta nueva etapa, acompañado de una importante representación de grandes empresas andaluzas, vamos a dedicar nuestros principales esfuerzos a nuestros jóvenes que son el futuro de nuestras empresas y de la propia AAEF. Para ello, vamos a potenciar el ‘Fórum de los Jóvenes’ proporcionándoles formación de los órganos de gobierno de la empresa familiar, actividades de confraternización y voz. Hay que escucharlos, siempre. Y en estos momentos aún más.
Confío en que cuando pase mi etapa y entre a formar parte del ‘club de los eméritos’ pueda tener la satisfacción de haber completado el Plan Estratégico 2019–2022 que nos dimos entonces y seamos muchas las empresas familiares de Andalucía, Melilla y Ceuta que hayamos superado los grandes retos que tenemos por delante. Estas dos ciudades, por cierto, necesitan de una atención especial para salir bien paradas de la ‘nueva etapa’ anunciada por el monarca alauita en sus relaciones con España.
Desde aquí, animo a todas las empresas familiares andaluzas, ceutíes y melillenses que visiten nuestra web www.aaef.net y si les convencen nuestra misión, visión y valores, objetivos y actuaciones, no duden en acercarse a conocernos y unirse a nosotros. Estaremos encantados de recibirlos en esta asociación familiar.
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