El viernes pasado, los padres de Emin y Pisly volvieron a concentrarse frente a la Asamblea para reclamar justicia por el asesinato a tiros de los dos jóvenes melillenses el 27 de octubre de 2013, cuando navegaban en un barco de recreo con bandera española en aguas de Punta Negri.
En la convocatoria que Abdeslam Ahmed, padre de Pisly, envió a los medios, hacía hincapié en la coincidencia de que sus hijos fueron víctimas de los controles de la Marina Real marroquí de los que se quejan ahora "los señoritos de los barcos" de Melilla, como les llamó en su mensaje.
Estos días ha sido noticia el acoso al que la Marina Real marroquí somete a los propietarios de barcos de recreo de Melilla, sin caer en la cuenta de que ocurrió algo similar hace ocho años con Emin y Pisly. Nadie puede descartar que no vuelva a pasar ahora con total impunidad. De ahí que los padres de los dos jóvenes asesinados, exijan a los políticos que les apoyaron, alentaron y les hicieron promesas cuando estaban en la oposición que cumplan su palabra ahora que están en el Gobierno.
Creo sinceramente que en estos momentos no pueden cumplir la palabra empeñada porque cuando estaban en la oposición prometieron más allá de lo que era razonable prometer. Si Pedro Sánchez recibe a los padres de Emin y Pisly, como apalabró el PSOE, el cabreo y la reacción de Marruecos pueden ser desmesurados y pondrían en riesgo los discretos avances registrados en la relación bilateral.
En esta Jabalina, hemos defendido en alguna ocasión que, en nuestra opinión, los problemas con Marruecos no empezaron en 2018, con el cierre de la aduana de Beni Enzar sino en 2013 con el crimen de Emin y Pisly, que aún hoy, ocho años y 10 meses después no tiene responsables condenados ni en Marruecos ni en España ni en ningún Tribunal internacional.
No hubo en aquel momento una reacción contundente de la diplomacia española y de esos polvos, estos lodos. Primero mataron a Emin y Pisly, después cerraron la aduana; luego cerraron la frontera; suspendieron la Operación Paso del Estrecho, cortaron el comercio atípico y montaron piscifactorías en aguas de Chafarinas.
A continuación vino la fallida Marcha Verde sobre Ceuta y a partir de ahí podemos hablar de una desescalada que se ha visto interrumpida por el salto masivo a la valla del 24 de junio y la matanza de inmigrantes en Barrio Chino. Cuando creíamos que la relación bilateral se encarrilaba, regresa el acoso a los propietarios de barcos de recreo. Es como si volviéramos a empezar; como si hubiéramos entrado en bucle.
Ya no se esconden para decir que las relaciones con España no se normalizarán hasta que pasen las elecciones generales. Visto desde fuera, Marruecos escenifica su rechazo al comunismo de Podemos y al socialismo del PSOE; pero desde dentro es un ataque inaceptable a territorios españoles.
¿Qué pasa si no hay cambio de ciclo en España a finales de 2023? En el PP dan por hecho que todo marcha sobre ruedas y que el éxito es imparable, pero en política 19 meses es una eternidad. En ese tiempo puede pasar de todo y el PSOE ya está en campaña y ha colocado una diana en el nombre de Feijóo.
El conflicto que tenemos con Marruecos también ha sido responsabilidad de España. Nuestro país podría hacer más y no lo hace. De la misma manera que nosotros hablamos de asfixia económica a Melilla, el Rif se muere porque no tiene los ingresos que sacaban los transfronterizos de nuestra ciudad.
El error de acoger a Brahim Ghali en España, cuando se podía haber ayudado de otra manera, nos ha costado, incluso, el apoyo desmesurado de Pedro Sánchez al plan de autonomía marroquí sobre el Sáhara, que a su vez nos ha costado, en plena crisis del gas, la enemistad con Argelia.
No apoyamos a Rabat con la boca pequeña. Dijimos que su plan de autonomía para el Sáhara era la mejor opción: "La más seria, realista y creíble". Y a cambio de eso solo hemos conseguido la apertura de la frontera como corredor humanitario y el paso de la OPE por Melilla que beneficia a Marruecos tanto o más que a nuestra ciudad.
Hemos jugado a la ruleta rusa y hemos perdido. Marruecos ha conseguido lo que quería con el Sáhara y cada vez pide y aspira a más. No sabemos si en los últimos tiempos ha habido más reuniones sobre la normalización del tránsito fronterizo porque España no informa de ello. Nos prometieron aduana comercial y no la tenemos y, además, ahora sabemos, que tampoco hemos dado parte a Europa de los daños que el cierre fronterizo provoca en las arcas públicas de la ciudad ni de los problemas que tienen nuestras empresas para exportar productos españoles a Nador. Esas mercancías deberían ingresar en el país vecino con los privilegios que acordados para el intercambio comercial con un territorio europeo.
Conclusión, tienen razón los padres de Emin y Pisly cuando relacionan la presión a los barcos de recreo de Melilla con el asesinato de sus hijos.
Y en ese contexto, tenemos que prepararnos para el próximo salto a la valla. El País nos alertaba este fin de semana de que hay más de 1.700 inmigrantes sudaneses inscritos en Acnur en Marruecos, esperando el momento adecuado para saltar la valla y poder pedir asilo en las ciudades autónomas.
En nuestra ciudad seguimos con el derecho al asilo suspendido para aquellos que entren por vías legales porque en estos momentos solo pueden acceder a Melilla por el puerto o la frontera las personas con permiso para transitar por territorio Schengen. Esa premisa descarta de cuajo a cualquier solicitante de asilo.
Solo los migrantes que consigan pisar España tienen derecho a pedir protección internacional. De ahí la presión sin precedentes del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil que en solo un turno de trabajo ha rechazado a 58 nadadores. Jóvenes que en ocasiones pierden la vida o sufren heridas graves como la del polizón que sufrió un corte en una pierna provocada por la hélice de un barco.
Yo diría que estamos atravesando un estancamiento de las relaciones bilaterales con Marruecos y en ese conflicto tenemos todas las de perder porque Melilla parte de una situación límite. Estamos asfixiados y no hay nada que alivie la agonía. Al menos de momento.
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