LLEGA el verano, comienzan las vacaciones y los hosteleros de nuestra ciudad se echan las manos a la cabeza y miran con angustia el calendario contando las semanas que faltan para la vuelta al trabajo.
Si alguien dudaba de que Melilla aún no es un destino turístico, sólo tiene que leer en El Faro de hoy qué dice el presidente de los hosteleros sobre lo que se les viene encima en los próximos días. Algunos, los que pueden permitírselo, directamente optan por cerrar sus negocios y marcharse de la ciudad como un turista más. Se da así la paradoja de que aquí los bares y restaurantes que pueden bajan la persiana mientras en la península, en los municipios de la costa, los hosteleros se frotan las manos. Allí estos días se dan los últimos retoques a los establecimientos, se cierran las contrataciones necesarias para reforzar la plantilla y se firman pedidos con los proveedores. En esas localidades turísticas, los engranajes económicos comienzan a girar. Aquí, por el contrario, dejamos de dar cuerda al reloj y confiamos en que siga funcionando a la vuelta de vacaciones.
No somos un destino turístico o, al menos, no lo somos de ‘masas’, al estilo de lo que ocurre con aquellos lugares en los que se reúnen los viajeros que salen de sus casas en busca del sol y la playa. Sólo hay que mirar el nivel de ocupación del primer vuelo de la compañía Melilla Airlines entre Badajoz y nuestra ciudad de este sábado. Llegaron únicamente ocho pasajeros en el avión y ni siquiera venían a disfrutar de nuestra costa, de nuestros monumentos, de nuestra oferta de ocio, de nuestra gastronomía ni de nuestra multiculturalidad. Iban de paso hacia Saidia.
Aún así, el director del aeropuerto, Joaquín Rodríguez, acogió con optimismo el evento. Habló de que era la primera vez en 45 años de historia del aeródromo que se establecía un enlace con esa región extremeña. También destacó el aumento de rutas de Air Nostrum en verano. Y subrayó el supuesto crecimiento del aeropuerto. Sin embargo, Joaquín Rodríguez no dijo nada del informe de cuentas de resultados de 2013 realizado por Aena referido a Melilla. En ese documento se explica que nuestro aeródromo consiguió reducir el déficit en 2,19 millones de euros. Pero los números indican que el ajuste se hizo fundamentalmente a costa de rebajar los gastos de personal, que en ese mismo periodo disminuyeron en 2,07 millones de euros. Así, esta partida económica quedó exactamente reducida a la mitad que un año antes.
El aeropuerto ‘ajustó cuentas’ a costa de ‘empequeñecerse’. De hecho los ingresos por explotación cayeron de 1,97 millones en 2012 a 1,79 millones en 2013.
Tal vez algún día el peso económico del Turismo en nuestra ciudad haga necesario que Javier Mateo o quien ocupe su cargo merezca el título de ‘consejero’. De momento, basta con una viceconsejería cuya continuidad arroja muchas dudas si se analizan su actividad y sus resultados siguiendo los criterios que Aena aplica a nuestro aeropuerto.
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