El consejero de Turismo y presidente del Patronato, Miguel Marín, estaba este jueves francamente contento, satisfecho cuando proporcionó las cifras de visitantes que habían venido a Melilla usando los bonos turísticos desde que el Gobierno local los puso en marcha en octubre.
Según las cifras proporcionadas por el también vicepresidente primero del Ejecutivo dirigido por Juan José Imbroda, concretamente fueron 27.357 personas en diez meses. Por lo tanto, 2.736 al mes. No está nada mal teniendo en cuenta de dónde veníamos.
Durante los últimos meses, es cierto que se ven más turistas por las calles –hay que contar también con que han regresado casi mil personas durante el último año-, pero no hay que detenerse aquí, sino que hay que seguir adelante con el plan, que es establecer el turismo como uno de los tres ejes –junto con la universidad y las nuevas tecnologías- para el desarrollo de Melilla. A la vista está que, si lo que se busca es esto, se acabó lo de mirar a Marruecos y hay que hacerlo hacia el norte, como siempre repite el director del Observatorio de Ceuta y Melilla, Carlos Echeverría.
Una de las guías turísticas de la ciudad autónoma, Jennifer Aragón, dijo hace algún tiempo en El Faro que Melilla es una ciudad perfecta para una escapada de tres o cuatro días y que habría que apostar por el turismo cultural, con la joya que es Melilla La Vieja y sus recintos fortificados, pero también los fuertes de la Victoria Grande y Chica, el modernismo y, cómo no, la riqueza de los templos e idiosincrasia de las diferentes religiones.
A ello cabe añadir que, para seguir progresando en este ámbito, es imprescindible mejorar las conexiones, especialmente las aéreas, que son las más utilizadas por los turistas. Cuando se habla de mejorar, hay que hacer hincapié en dos aspectos básicamente. El primero son los precios, porque, a no ser que el retorno sea muy grande para la Ciudad Autónoma en forma de impuestos –en cuyo caso la rueda podría seguir girando-, la pregunta que surge es cuánto tiempo podrá el Gobierno local costear la subvención del 75 por ciento de los billetes. En este punto sería deseable, por ejemplo, la ayuda del Estado, del Gobierno central, que ya costea los descuentos para los residentes, para declarar Málaga y Madrid como rutas de obligación de servicio público. El segundo se refiere a los destinos y a las frecuencias y, aunque para el barco resulta más complicado debido a las largas distancias, no sucede así con el avión. Con ello se vuelve a la necesidad de ampliar la pista de aterrizaje y el cambio de categoría del aeropuerto, algo que también debe avalar el Ejecutivo central, para que puedan llegar aviones más grandes y de otros lugares con un mayor número de pasajeros.
Sea como sea, hay que felicitar a la Ciudad Autónoma por su buen trabajo y desearle que siga adelante en su empeño de levantar Melilla para que vuelva a ser lo que no hace tanto fue.
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