El fotoperiodista argentino Juan Medina, junto a otros siete profesionales de este sector, ha cedido una de sus imagenes sobre inmigración para participar en una exposición organizada por la ONG Red Acoge, que tiene como objetivo recaudar fondos para seguir trabajando con los migrantes. La fotografía de Medina fue tomada en Melilla el 8 de diciembre de 2013. Los interesados podrán adquirir estas imágenes en la página web de esta organización.
–¿Podría describirnos la fotografía que expone?
–La fotografía es una imagen de varios migrantes africanos que, después de haber saltado la valla de Melilla y estar viviendo en el Centro de Estancia Tempora de Inmigrantes (CETI), están frente al centro. Es una imagen de mucha gente esperando. Es un reflejo del tiempo que estas personas tienen que pasar allí para conseguir su finalidad: salir, buscar un trabajo y seguir su vida después de arriesgar tanto.
Cuando uno está por ahí se da cuenta del tiempo que tienen que estar en el CETI sin poder salir, es como estar esperando en el limbo.
–¿Qué es lo que no se ve en la imagen? ¿Qué hay detrás?
–La fotografía es parte de un reportaje que vengo haciendo sobre los movimientos migratorios africanos hacia España. He trabajado muchos años en las Islas Canarias, sobre todo en Fuerteventura, he estado en la frontera de Ceuta y he ido varias veces a Melilla y al otro lado de la frontera de Beni Enzar. Todo lo que no se ve en esa foto es parte de un montón de años de vicisitudes que pasan las personas que vienen hacia Europa, que se juegan la vida, y su periplo empieza en la puerta de su casa. Eso es lo que no se ve. Todo lo que sufren estas personas por no poder venir en unas condiciones dignas y que no se jueguen la vida.
Muchas veces se ven las desgracias que pasan estas personas durante el camino, a veces somos testigos de naufragios, heridos y muertos, y muchas vicisitudes que pasan. Pero en esta fotografía intenté reflejar la espera en ningún sitio, porque en la imagen no hay nada que distinga que es la ciudad de Melilla, pero sí se ve que son unas personas que están esperando.
–¿Observó algo en Melilla que le sorprendiera especialmente?
–En cada uno de los sitios donde he trabajado hay cosas que son completamente respetables. El nexo común de todos los pasos fronterizos es el dolor y la desgracia de las personas que tienen que atravesarlos. En el caso concreto de Melilla, esas vallas tremendas que hay con las concertinas y el peligro que tiene, no solo subir, sino cortarse o caerse. Y después de toda esa ‘yincana’ terrible que tienen que pasar, que te abran la puerta de la valla y tengan que empezar de cero otra vez. Pero no solo es eso, es estar en el monte, es pasar y que te devuelvan, o coger una patera y que naufragues… Es el nexo común de todos los pasos fronterizos, la crueldad con que desde nuestro mundo se ponen trabas para que estas personas no vengan.
–¿Conoció a inmigrantes en Melilla? ¿Qué le comentaban?
–Hay un nexo común entre las historias de los migrantes, y es el valor, la fuerza y la templanza que tienen para pasar tantos meses a la intemperie, para hacer ese viaje tan cruel y lo que más se daba es la fuerza que le da poder tener un éxito a su finalidad. Lo que sí vi es que, pese a pasar un montón de penurias, son personas que no han perdido su dignidad en cuanto a su cuidado personal dentro de lo que duro que es vivir en el monte Gurugú.
Normalmente, cuando alguien vive en la calle en una ciudad, se degrada. Pero lo que vi en estas personas fue, sin embargo, la fuerza para salir adelante.
–¿Qué le parece que se les llame ‘inmigrantes ilegales’?
–Para empezar es una falacia decir que una persona es ilegal. Uno puede cometer actos ilegales, pero una persona de por sí es un ser humano. Cometemos el error, como sociedad en su conjunto, de poner unos estereotipos que no son correctos. Yo creo que lo mejor, para este colectivo y otros, es usar un lenguaje adecuado, que pasa por tratarlos como un ser humano. Es un fallo que tenemos de educación y vocabulario. Me parece mal que se les llame ilegales.
–Como fotoperiodista, ¿por dónde pasa la solución?
–Creo que los fotoperiodistas ni siquiera deberían estar en la palestra hablando, y considero que mi trabajo no es dar soluciones a esto. No es por esquivar el bulto, simplemente es que no soy quién para establecer una solución. Lo que sí tengo es una opinión de todo esto. Aplico el mismo criterio que me puedo aplicar a mí. Yo nací en Argentina, un país que se ha construido en base a la gente que ha salido huyendo tras las guerras en Europa. Creo que lo mínimo que se puede hacer es darle un poco más de cabida a todos los puntos básicos de los derechos humanos, que dice que todas las personas tienen derecho a moverse por el mundo en busca de una opción para prosperar.
Además, la gente no se va de su casa porque le da la gana, y va a ir donde hay posibilidades de prosperar. Esto genera unas corrientes migratorias que van cambiando constantemente. Empezar a poner vallas y muros, a parte de no ser efectivo, es doloroso, cruel y no tiene sentido.
–¿Qué vio en los campamentos de inmigrantes?
–Vi a familias con bebés durmiendo a la intemperie, que viven gracias a lo poco que le dan de limosna y se esconden de la persecución policial. Me parece que no son tratadas como personas.
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