Toca ir a llenar la cesta de la compra y son muchas las familias que escogen como lugar los puestos callejeros que hay cada mañana en el barrio de El Rastro. Frutas, verduras, pescado, marisco, pan y una gran variedad de productos se amontonan en las aceras del barrio melillense. Son numerosos los vendedores que cruzan cada mañana la frontera para vender sus productos en Melilla. Uno de los vendedores, que tiene un puesto de pescado con emperador y sardinas, nos contó que lo compra "en la lonja de Beni Enzar" y que trae cada mañana la mercancía en "una furgoneta" desde hace más de 50 años. Explicó que “aquí no hay pescado fino, solo hay barato para los pobres”. Una mujer contó que ella es “madre soltera” y que “por la economía, tenemos que ir a lo barato. “Tengo 46 años, nací en el barrio obrero y si me quitan esto, me quitan la vida”. Sobre las personas que venden aseguró que “son buena gente, humildes, se buscan la vida y hay gente que no puede comprar en el mercado central porque cuesta mucho”.
Añadió que en el barrio hay “mucho paro y que con cinco euros he comprado fruta, verdura y me da para comprar carne”. Terminó explicando que es un mercado “para ricos y para pobres” y que ha visto hasta profesores comprando.
También hay venta de caracoles, por si alguien se quiere hacer un buen guiso con ellos. Su vendedor nos afirmó que lleva "más de 30 años vendiendo aquí", pero que ahora no está vendiendo mucho.
Un mundo a parte
Las cámaras no son bien recibidas durante el mercado. Como explicó uno de los vendedores de pescado “no puedo hablar porque lo que estoy haciendo no es legal”.
Este será el debate eterno sobre un barrio y su forma de marchar, que aunque algunas personas se pregunten por el estado de un pescado que no cumple la normativa, otras tienen totalmente normalizada su compra. Una factor muy importante para los consumidores es el precio, ya que todos los vendedores hablan de “la gente pobre” que les compran cada día.
Un hombre mayor que estaba comprando en estos puestos explicó que “hoy la cosa está muy difícil, la vida está muy mal económicamente. Uno trabaja, el otro no, otro cobra una ayuda familiar nada más y tienen muchos gastos. Entonces las cosas aquí están más baratas que en el mercado moderno”, concluyó.
En añadido, muchas de las personas que ponen los puestos tienen como forma de subsistencia la venta de sus productos en este barrio. En conclusión, es un mercado atípico y a la vez muy demandado por las familias que quieren ahorrar, aunque no se cumplan las normas básicas de alimentos.
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