E l futuro de Melilla y el de su Puerto están íntimamente ligados. La falta de terreno hace imposible desarrollar un sector industrial con unas mínimas posibilidades de éxito en un mercado extremadamente competitivo. Y las limitaciones que impone el perímetro de la frontera también obligan a descartar la apuesta por cualquier proyecto agrícola o ganadero, inviable hasta para los más dementes o los menos pesimistas.
Así las cosas, sólo queda apostar por los servicios. El turismo puede ser una opción. De hecho, hacia esta meta van encaminados muchos esfuerzos y ya se pueden ver los primeros pasos en Melilla la Vieja, aunque el camino que falta por recorrer para obtener resultados palpables resulta agotador si se mira con perspectiva.
Más cercana y accesible parece la elección del Puerto, máxime cuando los datos de la última década reflejan que su desarrollo ha sido espectacular. Es una opción que supone para Melilla la entrada a un nuevo mundo de posibilidades. Sin hacer sombra a la apuesta por el turismo, sino potenciándola y ayudando a catapultarla, el apoyo al Puerto es una elección llena de oportunidades para el desarrollo de la ciudad. Además de actuar como dinamizador económico tanto por los empleos directos que genera como las posibilidades de negocio que abre, un puerto pujante puede ayudar a que Melilla avance hacia el objetivo de alcanzar una mayor autonomía financiera.
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