La psicóloga Sara Conesa también destaca la falta de autocontrol de estos niños de entre 12 y 18 años, enganchados al hachís, el pegamento o el tranquimazín. Sus pacientes, aclara, cada vez son más pequeños.
La psicóloga Sara Conesa Ramos participará como ponente en las primeras Jornadas Nacionales de Psicología Clínica y Sanitaria que se celebrarán en Melilla la semana que viene. En ellas hablará sobre las técnicas de modificación de conducta aplicadas a menores acogidos. Con El Faro ha conversado sobre los problemas más comunes que presentan sus pacientes, que “cada vez son más pequeños”.
–¿Qué problemas psicológicos más comunes encuentra en los niños acogidos?
–Los problemas psicológicos más comunes encontrados en los menores de acogida son fundamentalmente la adicción al hachís, a sustancias volátiles (pegamento, solución...) y a benzodiazepinas como el tranquimazín o el transilium, y la ausencia de autocontrol. Aunque también hay que tener en cuenta que estos menores están adaptándose a una cultura que es nueva para ellos y por lo tanto la forma de relacionarse o de expresarse no es igual, por lo que en su mayoría, los menores mantienen déficits en habilidades sociales y habilidades de la vida diaria.
Es muy importante destacar la barrera idiomática, ya que en numerosas ocasiones la intervención no es completa hasta que el idioma se aprende, debido a que no es posible llegar al menor en todos los ámbitos. Por ejemplo, en el caso que nos ocupa, a nivel terapéutico, ya que dificulta mucho el aprendizaje de ciertos conceptos de habilidades sociales como, por ejemplo, la asertividad (respetarse a sí mismos y a los demás, ser honestos, directos...), porque son conceptos muy abstractos.
–¿De qué franja de edad estamos hablando?
–Los menores de acogida tienen entre 12 y 18 años de edad, aunque en la actualidad, y con más frecuencia, los menores que están llegando a Melilla son de edades más tempranas. También hay que tener en cuenta que no sólo están los menores acogidos, por ser menores extranjeros no acompañados. Hay menores que están cumpliendo medidas judiciales, con edades comprendidas entre los 14 y los 21 años. También nos encontramos con menores que han sido víctimas de violencia familiar o que están acogidos por desamparo familiar. Estos pueden ir desde edades más tempranas hasta los 18 años.
–¿Qué técnicas utiliza en consulta para modificar sus conductas?
–Sobre todo, el refuerzo positivo y negativo. O sea valoramos las cosas que hacen bien y retiramos las cosas que son positivas para ellos cuando no tienen la conducta adecuada que se espera. Tanto la retirada, como la valoración, no tienen que ser materiales, sino puede ser un sencillo “muy bien” o retirarle la atención prestada.
También es importante trabajar la frustración, que sepan que no todo lo pueden conseguir, ya que ellos vienen a Melilla y creen que ésta es una ciudad de oportunidades y que se les van a dar todas las cosas por derecho. En muchas ocasiones, y más en los tiempos que corren, conseguir las cosas cuesta mucho esfuerzo e, incluso, en muchas ocasiones no se consigue, por lo que ellos deben aprender que existe esa posibilidad.
También solemos ignorar conductas inapropiadas, no prestándoles atención, ya que muchos de estos menores necesitan constantemente del apoyo y atención del adulto de referencia, en este caso de su educador.
Con ellos utilizamos además programas de habilidades de vida, donde se les enseña una normativa, a seguirla y respetarla hasta hacerla extensible a la sociedad actual (modelado, moldeamiento y encadenamiento).
Cuando son problemas psicológicos más específicos, como puede ser la hiperactividad o la enuresis nocturna (hacerse pipí por las noches, por no tener un buen control de esfínteres), hay que trabajar de manera más individualizada con cada caso y menor.
–¿Qué tipo de conductas más comunes son las que tiene que corregir a los menores acogidos?
–Las conductas a corregir de los menores son en algunos casos, conductas que por cultura no conocen, como por ejemplo, comer con los cubiertos. Pero también hay conductas disruptivas, en las que los menores no son capaces de mantener un buen comportamiento en algunas situaciones específicas, como puede ser en el centro escolar o en el centro de acogida.
Cuando nos referimos a conductas más concretas como las que hemos comentado con anterioridad, hiperactividad, enuresis... el trabajo con ese menor es más específico.
También corregimos conductas, que por desgracia, cada vez se están generalizando, como es la del consumo de sustancias tóxicas, (drogas y pastillas) por lo que desde la Administración se trabaja con ellos a nivel de intervención, pero también de prevención.
–¿Qué retos tiene la Administración con los niños acogidos?
–La Administración tiene el reto de poder trabajar dentro de cada uno de los centros de acogida a los que corresponden, para que estos menores lleguen a una completa inserción o reinserción en la sociedad, según el caso, contando en este aspecto con todas las necesidades, posibilidades formativas y laborales, de vivienda...
–Tengo la sensación de que estos niños son más maduros o no son conscientes de su niñez. ¿Es así?
–Dentro de la generalidad de la que estamos hablando, es cierto que estos menores han pasado por muchas situaciones difíciles por las que no se espera que un niño de su edad pase, pero no por eso son más maduros.
En muchas ocasiones nos encontramos con niños, que tienen una madurez psicológica, incluso por debajo de su edad biológica. Esto en la mayoría de los casos es porque la mayoría de ellos provienen de familias en situación desfavorecida, por lo que no han sido estimulados y esas carencias se van notando conforme van creciendo.
–¿Qué se puede hacer para que disfruten de su niñez?
–Para que disfruten de su niñez es muy importante hacerles sentir que realmente son niños, mediante una escolarización en los casos que sea posible. También organizándoles actividades alternativas de ocio y tiempo libre, un partido de fútbol o una excursión a la playa. En esos momentos realmente son y se sienten niños.