Opinión

El presidente de la minoría absoluta

El presidente Eduardo de Castro está cerrando la legislatura con una actividad de contratación frenética. Si hace unos días nos sorprendía a todos con una web para que los melillenses lo contacten y le transmitan sus quejas, ahora nos sorprende nuevamente contratando, a través de la Federación de Municipios, a una empresa que cobrará un porcentaje nada desdeñable de entre el 10 y el 15% del volumen de multas que consiga cobrar en Melilla. Apretaos el cinturón, que vienen curvas.

Cuando se vaya, nos dejará la hucha llena a base de recaudar con multas de tráfico, hasta convertirnos en una de las ciudades que más recaudan en toda España. Cuesta creer que seamos, a la vez, la ciudad más pobre del país, con la inflación más alta y de las menos competitivas de Europa.

Y lamentablemente, el afán de multar no va en sintonía con la seguridad vial. El año pasado fue un año negro en las calles de Melilla: la cifra de heridos graves y fallecidos en accidentes de tráfico superó la del año 2021.

Lo que sí ha conseguido el presidente con su política de "más-multas" es desincentivar el uso del coche en el centro, que es donde se concentran las patrullas de la Policía Local. Se les ve dando vueltas y vueltas, gastando combustible y contaminando, pasando una y dos y tres veces por Castelar y hasta alguno ha parado a comprar pan en Patria, dejando el coche policial mal aparcado. Eso, más la peatonalización, está dejando el triángulo modernista desangelado entre semana y los comercios lo sufren. Si ya estaban mal, De Castro les ha dado la puntilla.

La web de los 14.500 euros

Una semana después de que el Gobierno de Rumanía anunciara la habilitación de ION, un nuevo asesor de Inteligencia Artificial, que informará al Ejecutivo de lo que opinan los ciudadanos sobre su gestión en las redes sociales, De Castro presentó en Melilla su página web de 14.500 euros, que es una iniciativa menos modernilla que la de los rumanos, pero algo es mejor que nada. No está mal, para el nivel que tenemos en la Asamblea, pero hay que reconocer que llega con tres años y diez meses de retraso.

Muchos gobernantes, especialmente los populistas, buscan escenificar su sintonía con el público. El no va más es, sin dudas, el "Aló, presidente", del venezolano Hugo Chávez, pero también lo han hecho Rafael Correa (Ecuador) o Vladimir Putin.

En España, en campaña electoral, se repite, una y otra vez, el formato de entrevistas a políticos, realizadas por personas anónimas, que preguntan a sus representantes por temas que pueden parecer intrascendentes en el Congreso de los Diputados, pero que están a la orden del día en las barras de los bares.

Un ejemplo que seguramente todos recordamos es el de un señor que le preguntó en 2007 a Zapatero por el precio de un café y el entonces presidente confesó que lo pagaba a 80 céntimos cuando en España no bajaba de un euro. Hay cafés y cafés.

En definitiva, De Castro ha optado por tocar pelo (como dicen los taurinos) en tiempo de descuento. Habría sido interesante que en medio de la pandemia hubiera abierto ese canal de comunicación con la ciudadanos de a pie porque a estas alturas, probablemente entrará a formar parte de la-herencia-recibida por su sucesor o sucesora y que, la verdad, no deja de ser un formato encorsetado. Sale gratis y es más eficiente el que utilizan muchos alcaldes, que contestan a las preguntas que los oyentes, lectores o televidentes envían a los medios, preferiblemente, en directo.

Pero claro, eso lo hacen quienes controlan su ayuntamiento. Y no me refiero a conocimiento, sino a poder. Ese formato es más de mayorías absolutas y no es nuestro caso porque, como todos sabemos, nuestro presidente ha llevado el bastón de mando con un solo escaño en la Asamblea. Lo suyo ha sido una minoría absoluta.

Evidentemente, a De Castro no podemos preguntarle por nada de Hacienda, porque es un área de CpM, o de Turismo, porque es de PSOE. Él puede hablar de su libro. Pero no de todo su libro sino de una parte de su libro. Todavía nos debe la explicación sobre qué ha pasado con su jefa de prensa, Hayda Ramos, a la que llevamos meses sin ver por Melilla y que ha sido quizás la responsable de Comunicación que menos notas de prensa ha enviado a los medios en esta ciudad.

No obstante, dejará para la historia el error que cometió cuando dio por buenos los carteles que anunciaban la Prueba rápida de VIH, con la palabra prueba escrita con V. En realidad, lo rápido fue el vistazo que le echó a una cartelería que, no olvidemos, se encargó con dinero público y llegó a colocarse en los mupis de la ciudad. No se colocaron solos, obviamente. También pagamos con dinero público a quienes los pusieron y los retiraron. Eso le habría costado el despido en cualquier ciudad española, menos en Melilla. Aquí empezaron a pasarse la pelota entre unos y otros, mientras los carteles daban el salto a la prensa nacional.

Volviendo a la web de De Castro, si no hubiera estado disponible a dos meses de las próximas autonómicas, se podría haber denunciado y evitado el destrozo que, bajo su mandato, ha sufrido el Parque Lobera. Cuando él entró a gobernar aquello era un bosque y ahora que se marcha descubrimos que nos deja en herencia un erial, haciendo honores a quienes pensamos que los malos políticos son como Atila: por donde pasan no vuelve a crecer la hierba.

Si hubiéramos tenido antes la web del presidente De Castro podíamos haber exigido una ciudad más limpia que la que nos dejará cuando se marche. Hay aceras del Tesorillo que dan náuseas, se te pegan a la suela de los zapatos como si quisieran irse contigo; como si tuvieran alma y no quisieran dejarte ir porque te han cogido cariño.

Eso sin contar con las muchas obras que tenemos en Melilla sin señalizar, con obreros sin cascos y sin dejar espacio para el tránsito de peatones.

Pero este tipo de convivencia cívica no está entre las prioridades de Seguridad Ciudadana, cuyas competencias ha asumido De Castro esta legislatura, dejándonos en la hemeroteca protestas de Policía Local y de Bomberos. Esto ha sido una batalla campal: De Castro, contra el mundo. Él, probablemente sin saberlo, es muy de Sartre: está convencido de que el infierno son los otros.

Está claro que De Castro apuesta por hacer caja a costa de las multas de tráfico porque él no lleva la mochila de las elecciones a la espalda. Sabe que no tiene posibilidades de repetir mandato ni siquiera como consejero. No repetirá no porque no quiere, sino porque no puede. Estos buenos datos de recaudación a golpe de multazo son una forma de devolver los desplantes a sus socios de Gobierno que lo han ninguneado durante toda la legislatura. Ahora, a dos meses de que los melillenses vayan a las urnas, él cabrea al votante, para que cuando vean la papeleta de CpM o PSOE, prefieran cortarse la mano, antes que votarles.

Mira si el mundo da vueltas. Al final, por fastidiar a CpM y a PSOE, le está haciendo un favor a Imbroda, su enemigo número uno.

Mucho me temo que cuando De Castro se marche de la Asamblea, sólo nos restará desearle que tanta paz lleve, como descanso deja.

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