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El pregón de García Castillo abre el camino hacia la Semana Santa

El hermano del Cautivo trasladó la emoción contenida a la iglesia de Santa María Micaela que acogió anoche el pregón oficial que anuncia la llegada de la Pasión.

La iglesia de Santa María Micaela, se engalanó anoche para escuchar el pregón que anunciaba que en apenas siete días los pasos de la Pasión comenzarán a procesionar en estación de penitencia por las calles de la ciudad.
Los amantes de la Semana Santa, entre los que se encontraban representantes de las cinco cofradías de Melilla y el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, junto a numerosos componentes del Gobierno local, se congregaron en el templo a partir de las 21:00 horas, para escuchar, de la boca de Antonio García Castillo, director de Atención Primaria del Hospital Comarcal, y cofrade de la Hermandad del Cautivo, la bienvenida a la semana de Pasión.
García Castillo comenzó su intervención emocionado y honrado de poder ser el protagonista de este anuncio de la llegada de una de las semanas más importantes del año para él. Emocionado por la responsabilidad, pero también por el recuerdo de su amigo Pedro, al que dedicó un pregón extenso, con el que intentó reflejar el significado de la Semana Santa de Melilla. Así, el pregonero insistió en que en esta ciudad también hay Semana de Pasión. Y apuntó también que los melillenses salen a las calles para acompañar a Cristo en su penitencia, para emocionarse con la voz del capataz que anima a los portadores a seguir adelante y alzar el trono y sentir el ritmo de los tambores y las cornetas que durante siete días inundan todos los rincones de Melilla.
García Castillo pidió una escalera para subir a la Cruz a bajar el cuerpo inerte de Cristo y arroparlo entre sus brazos, y alabó a las iglesias de la Pasión, la Purísima Concepción, la Castrense y el Sagrado Corazón, que han ido componiendo la historia de la Semana Santa melilense. Batería Jota y el barrio de la Victoria estuvieron también en sus palabras, cómo lugar de encuentro de Pascua de Resurección y Gloria.
A Gregorio Castillo, hermano mayor de la Cofradía del Cautivo, a su mujer, a sus hijos, a la agrupación de Cofradías, pero también a sus enfermos, “razón y fin” de su profesión, dedicó parte de su intervención el pregonero.
Y en sus palabras García recorrió el “Lunes de la Sentencia, de tu Inocencia y que pide Clemencia”; y el “Martes de la Humillación, la confusión y la indignación”; “Miércoles del Nazareno, cargado de lágrimas y Miércoles Santo del Pueblo”; “Jueves Santo, jueves de crucifixión y llanto, de Jesús Cautivo, del Mayor Dolor, de Flagelación, de Rocío y Paz y de la Caridad”; “Viernes Santo que pide Socorro, viernes de Cristo Yacente, de muchos Dolores, de la Santa Piedad y de la Soledad”; y “Sábado de Gloria” y “Domingo de Resurrección”.
El pregonero fue así pasando por cada día de esta semana, que se repite cada año, y cada año es igual y al mismo tiempo distinta. El cofrade recordó aquellos que le hicieron conocer y vivir la Pasión, rememorando momentos de su niñez y de su juventud, en los que ya vivía cada jornada de estación de penitencia deseando que no acabara y deseando al  mismo tiempo que llegara la siguiente. Y mirando al cielo, porque en Melilla también se mira al cielo esperando que la lluvia dé tregua durante esos días, que este año llevan de nombre abril.
El Santo Entierro, el paso que más le impone, aseguró, en el que se mezclan para él más vivencias y más recuerdos y que le hace pensar, aseguró García, en los misterios de la vida y de la muerte y recordar a su padre, que le llevaba a ver “El Señor acostaíto”.
Las palabras del hermano del Cautivo tuvieron sonido de cornetas y de marchas de Semana Santa, colores morados y rojos, los de las flores que acompañan a la Virgen y las túnicas que cubren a los nazarenos, y tuvieron el dorado del manto de la Virgen, el calor de la cera de los cirios, la solemnidad de las mantillas que acompañan con su luto y su dolor los pasos, y el olor del incienso que ya empieza a percibirse en el aire de Melilla.
En el pregón hubo hueco para cuadrar las filas y pedir silencio entre los varales, para que el Cautivo mirara al preso que este año será liberado y para que un portador del Cristo de la Paz pidiera al capataz que parara el trono frente a un balcón desde el que se cantaba una saeta.
García terminó conduciendo a todos los presentes a la plaza de España, para vivir el encuentro entre la Madre y el Hijo, con la emoción con la que cada año los melillenses terminan la Semana Santa, con la alegría de la resurrección de Cristo y la tristeza del final de un día que significa el inicio de la cuenta atrás a la espera de que llegue la siguiente Gran Semana. Un año, días arriba o días abajo, para que todo vuelva a empezar.
Anoche la emoción y el nudo en la garganta se trasladó a todos los presentes, que sintieron cómo la música y los pasos de los costaleros ya estaban llegando.

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