El precio de la vivienda nueva en Melilla está disparado. Según los datos aportados por la tasadora Euroval, el coste actual ha superado en un 24% el pico de la burbuja inmobiliaria de 2007, el año en que las casas de primer uso llegaron a ser prohibitivas para el conjunto de los españoles.
Las mismas fuentes indicaron que la ciudad se encuentra entre las treinta provincias cuyas viviendas nuevas cuestan más ahora que durante la histórica subida de aquel aciago año precrisis.
Melilla es una localidad muy singular en lo que a la construcción se refiere. La razón es muy simple: no puede crecer a lo ancho, se lo impiden normas de seguridad entre el perímetro fronterizo y el casco urbano y buena parte del suelo está en manos del Ministerio de Defensa, que lo va vendiendo a cuentagotas.
Y como no puede crecer a lo ancho, es evidente que solo podrá hacerlo a lo alto. Así lo recoge el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) que la Consejería de Infraestructura impulsa y que sigue pendiente de entrar en vigor. Elevar las alturas de los edificios es una de las alternativas más plausibles si queremos desarrollo porque, en realidad, tampoco es que quede mucho suelo urbanizable.
Además, una población de 87.000 habitantes no solo necesita casas. Requiere también de toda clase de infraestructuras (colegios, centros de salud, hoteles, bibliotecas, institutos,…), de parques, de zonas verdes en general y apenas si nos quedan parcelas donde reunir tanta necesidad: los antiguos cuarteles de Santiago y de Caballería.
Aquí el problema es que existe mucha más demanda que oferta y la balanza, en consecuencia, está descompensada y los precios suben. Es un principio básico de la economía: si hay poco de un producto pero se pide mucho, el coste aumentará irremediablemente.
A la escasez de suelo para construir se une ahora otra circunstancia desfavorable. Se trata del incremento en el coste de los materiales derivado de la inflación. Tan es así que hay obras que están medio abandonadas porque no salen a cuenta respecto a cuando comenzaron.
La situación no parece que vaya a tener una solución a corto plazo. Al contrario, todo hace indicar que los precios seguirán al alza y no alcanzarán pronto un techo que nos haga ver el fin del encarecimiento.
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