Tengo pendiente todavía una entrevista-reportaje con Andrés Hernández, que tras medio siglo casi dedicándose al mundo de la comunicación comercial, abandona para siempre sus trabajos en ese área con el fin de adentrarse en mayor medida en su otra vertiente de escritor y colaborador de medios de comunicación. Hoy empiezo el trabajo al revés y me entrego en primer término a 'La Diana' porque estoy en esas tardes tontas, previas al inicio de unas vacaciones, en las que el entusiasmo puede más que la obligación de permanecer atada al ordenador. No digo al hecho de escribir, porque la escritura se inicia en la mente y es mucho más grata que el deber laboral.
Este trabajo es muy difícil de disociar del resto de la vida personal o particular. Aquí, salvo cuando se desconecta, porque te dejan o porque puedes, siempre se está trabajando en algún sentido; en cualquier lugar, en cualquier momento, puede saltar la noticia o el comentario que te ponga sobre aviso.
La vida del periodista tiene algo de ruin porque no es comparable a la del resto de los congéneres. Sin horario, sin fines de semana ni festivos como los que disfruta la mayoría de los trabajadores, exige de mucha disciplina para no acabar abducido por una espiral continua que al final termina abocando a horarios nada saludables, en cuestión de descanso y comidas principalmente.
Las muchas circunstancias que rodean a la profesión le dan ese 'punto canalla' que nos sirvió para encontrar un motivo de diversión que hiciera más amena la cena de la Prensa en la pasada Feria. Una 'broma' que algunos han aprovechado para encontrar un 'filón' con el que ponerme nuevos motes al servicio del desprestigio al que intentan someterse siempre que pueden.
Para esos 'jueces' implacables, defensores de su particular 'libertad absoluta' y de paso del insulto fácil , que me nombraran 'Miss Prensa Canallesca' es motivo suficiente para tildarme de 'periodista canalla'.
Desde el estricto código ético que les permite cebarse contra sus oponentes a costa de regodearse en zafios insultos o reírse incluso de sus cualidades físicas, me tachan de 'canalla' con un ánimo bajo y ruin, ignorando que la prensa necesita de un 'punto canalla' en el sentido más benévolo, porque en esta profesión más que en ninguna otra es preciso tener amigos hasta en el Infierno, y porque para ser periodista es tan necesario saber sonsacar con picaresca como meterse al 'garganta profunda' en el bolsillo, aún a costa de demostrarle una confianza que en realidad no es más que pura apariencia.
La prensa es canalla porque con los periodistas siempre es mejor andarse con prevenciones, aunque esto no quite que seamos muchos los capaces de preservar nuestras fuentes de información aún a costa de perder por ello una demanda judicial.
La prensa es canalla porque la vida del periodista se mueve más por vocación que por interés en un mundo excesivamente materialista donde cada vez tiene menos valor el prurito del esfuerzo y el trabajo bien hecho, más allá de lo que laboralmente sea exigible.
Cada vez, debo reconocerlo, se anda perdiendo más la figura del periodista a la antigua usanza, que trabaja de noche y de día, que anda a salto la mata, que casi nunca termina y que muchas veces lidia con situaciones que no dejan de afectarle personalmente en un mundo donde la noticia es sobre todo una mercancía.
Ahora prima la inmediatez extrema que imponen y hacen posible los nuevos medios digitales y que, a pasos acelerados, anda construyendo al nuevo periodista 'multimedia' que lo mismo graba en vídeo, audio y hace fotos, que escribe o narra la noticia a la vez para un periódico, una web o una radio.
La profesión está perdiendo entidad en atención a la inmediatez y la economía de costes y, en ese trance, ni hay tiempo para intercambiar opiniones una vez ha finalizado la declaración institucional, ni para indagar más allá de lo que se dice. Predomina en consecuencia la actitud del 'notario', mal avenida con el 'periodismo de aduana' que se agota en la declaración institucional de turno, mientras fenece el periodista más creativo o ambicioso a la hora de intentar hacer su trabajo con un sello propio.
Pero el periodista de siempre, el que termina de madrugada, el que recoge hasta la última noticia mientras sea posible entre tanto se llega a tiempo a la rotativa, ese periodista, lo quieran o no, acaba teniendo un 'punto canalla' como el Jack Lemmon de 'Primera Plana'. Altera su ciclo circadiano, convive más con la noche y aprende, a base de experiencia, a ser cada día más cuco para sobrevivir de la mejor forma posible.
En ese sentido, subrayo el carácter canalla de una profesión que considero noble, necesaria e imprescindible en una sociedad democrática, sin necesidad de aspirar a un periodismo falsamente libre o independiente, que en ningún caso es posible.
La democracia es el triunfo de las tensiones y en la diversidad, la alternancia y el contrapeso entre los poderes es donde debe encontrar su grandeza y equilibrio.
No me duele por tanto que algunos pretendan darme lecciones sobre el significado de la palabra 'canalla' con el diccionario de la Real Academia en ristre. Demuestran tener tan poco sentido del humor como desconocedores son de los entresijos del Periodismo. A ellos dedico este artículo que me sirve a la vez de despedida entre tanto retorno de unas pequeñas vacaciones aún por delante. Un saludo y hasta pronto.
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