‘El Faro’ publica hoy un completo especial sobre el proyecto de ampliación del Puerto comercial de Melilla. Con ello pretendemos divulgar una iniciativa que aún teniendo muy buena acogida entre quienes la conocen, es objeto también de desconocimiento entre casi un 40% de melillenses, según el sondeo realizado respecto del mismo proyecto por la empresa de estudios demoscópicos ‘Celestetel’.
Como dicen los directivos de la Autoridad Portuaria, se trata de una idea ambiciosa y costosa pero, sin duda, se trata también de una iniciativa de futuro que conllevaría enormes ventajas y que supondría un salto cualitativo hacia la modernidad, la competitividad y el desarrollo de Melilla.
Hace justamente un siglo se perfiló la obra principal que serviría de base al puerto actual. Cien años después resulta evidente que hay que retomar el envite que representa la necesidad de dar un salto de futuro, dotándonos de nuevas infraestructuras que creen nuevos nichos de negocio y permitan contrarrestar el altísimo paro endémico que sufre nuestra ciudad y que afecta a algo más del 21% de la población activa de Melilla, un porcentaje que se sigue situando por encima de la media nacional, incluso cuando en el conjunto de país el desempleo está rayando cifras alarmantes e inéditas desde hace más de una década.
Se podrá objetar que el proyecto llega en mal momento, ahora que el Gobierno Zapatero, por imposición de Europa, va a imponer límites a la inversión y el endeudamiento de los organismos dependientes de la Administración con el fin de recortar el déficit público. Sin embargo, frente a ello hay un argumento fácil de exponer y difícil de objetar, puesto que los 300 millones de euros necesarios para impulsar el mismo proyecto y hacer posible que participe también la inversión privada, representan una nimiedad en el conjunto de las cuentas del Estado.
Además, existe un argumento añadido de mayor peso si cabe, dado que nuestra ciudad sigue registrando un índice de inversión estatal por habitante muy bajo y además extremadamente descompensado respecto de las inversiones en el resto del territorio nacional si la comparativa se establece a lo largo de las tres últimas décadas de Democracia en nuestro país.
España ha crecido vertiginosamente pero Melilla no lo ha hecho al mismo ritmo. Tampoco hemos avanzado en las necesarias alternativas económicas a nuestro cada vez más agotado comercio con Marruecos. Apostar por la ampliación del Puerto comercial supone apostar por la única alternativa seria que hoy en día tenemos sobre la mesa y que ofrece unas posibilidades de negocio y creación de empleo. Desecharla sin contraponer otras iniciativas es matar la única idea que nos asegura la planificación de un porvenir. Pero también hay otro factor: la ciudad, sin duda, necesita crecer, contar con más suelo industrial o para el uso empresarial; con espacio para trasladar las llamadas industrias molestas o de riesgo como pueden ser los depósitos de la Shell o Endesa que, con su traslado, liberarían un 18% de suelo urbano actual de Melilla.
Endesa necesita también más espacio del que ya dispone y que no puede seguir ampliando en su ubicación actual. Sus motores –los sucesivos cortes recientes lo han demostrado- trabajan cada vez más al límite y seguir instalándolos en mayor número donde no hay espacio para hacerlo resulta cada vez más difícil. Sin embargo, hablamos de ampliar la desaladora, seguimos aumentando el gasto energético. Encontrar una solución es una cuestión pendiente que con la ampliación del puerto tendría su más óptima solución.
Afortunadamente a pesar de la poca bonanza de los tiempos actuales y de las consecuencias negativas que la actual crisis económica pueda tener en el futuro del proyecto, Puertos del Estado, organismo del que depende la Autoridad Portuaria, ha decidido crear una Comisión Bilateral para estudiar su viabilidad. Hay que tener en cuenta que el citado organismo debe informar el proyecto y que su dictamen, aún sin ser vinculante, determinará en gran medida lo que finalmente dictamine el decisorio Ministerio de Fomento.
Lo cierto es que la ampliación del puerto es una empresa tan difícil como necesaria, de ahí que exija de un consenso imprescindible entre toda la clase política local y entre el conjunto de los sectores sociales y económicos de Melilla, porque el peor impacto que podemos sufrir no es el que pueda derivarse del proyecto sino del hecho de no hacer nada, de seguir viéndolas venir sin que movamos un dedo para adelantarnos a las peores consecuencias de una economía cada vez más agotada y subsidiada por el Estado.
Aparcar los personalismos, los enfrentamientos personales, las ansias políticas y otras ambiciones electorales resulta una cuestión de ciudad ante un proyecto que ya ha despertado el interés de posibles inversores particulares.