CIENTOS de melillenses se echaron ayer a la calle para celebrar una de las fechas destacadas en el calendario de nuestra ciudad. La Virgen del Carmen es cada año una cita ineludible para una multitud de fieles y para reencontrarnos con nuestra historia. Hubo una época en la que parte de la economía de Melilla giraba en torno a la actividad que desarrollaban los pescadores. El sustento de muchas familias dependía de la generosidad de la mar, que también era el origen de angustias y temores por la suerte de amigos y parientes. Para pedir las bondades, favores y protección estaba la Virgen del Carmen, a la que también se le rogaba para que apartara tempestades y desgracias de la ruta de nuestros barcos.
Hoy ya poco o nada queda de aquella industria. Se conserva el recuerdo de los que perdieron la vida en alguna de aquellas refriegas con la mar. Melilla aún esconde en muchos de sus rincones restos y señales de aquel pasado. Todavía siguen vivas en la memoria de nuestros mayores las llegadas y despedidas de los barcos de pesca. No se ha olvidado todo lo que debemos al mar ni todo lo que las aguas se cobraron como tributo. Esto explica la multitud de melillenses que acompañó ayer a la imagen de la Virgen del Carmen en su recorrido por la ciudad guiados por la fe y la tradición.
Hoy Melilla busca su desarrollo en otros sectores. El turístico es una apuesta fuerte y difícil del Gobierno local. La competencia a la que se enfrenta nuestra ciudad hace que la empresa se parezca a la estampa de aquellos diminutos pesqueros en la inmensidad del mar. Ni la labor de aquellos barcos era fácil ni será sencillo que Melilla consiga hacerse un hueco en este sector, donde otras muchas regiones y países llevan años faenando y echando las redes con la destreza y la pericia que da la experiencia.
Sin embargo, Melilla tiene suficientes argumentos para volver con éxito de esta aventura. Nuestra ciudad tiene una historia centenaria grabada en sus piedras, cuenta con una riqueza arquitectónica única, ofrece una sociedad multicultural en una singular convivencia, acoge en 12 kilómetros cuadrados paisajes hetereogéneos, conserva una intensa tradición militar, sus gentes están acostumbradas a acoger calurosamente al visitante... y es una región que despierta la simpatía del resto de los españoles, aunque no siempre es tan bien conocida como quisiéramos los melillenses.
Tenemos posibilidades de completar con éxito esta singladura, aunque no se trata de un trabajo fácil, como tampoco lo era el que realizaban nuestros mayores a bordo de aquellos pesqueros.
Ayer muchos melillenses se echaron a la calle para lanzar un vistazo a su pasado y dar muestra de su fe en la Virgen del Carmen. Pero no por ello dejamos de mirar al futuro, donde el turismo aparece como una opción que, si somos capaces de aprovechar, puede llegar a ser trascendental para nuestro desarrollo. Sólo depende de nosotros.
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