Como ayer comentó varias veces el candidato del PP andaluz, presidente del PP en Andalucía y vicesecretario nacional de Política Autonómica y Territorial del mismo partido, los compromisos de los populares con Melilla son muchos y muy visibles. Marcan notables diferencias como pudo demostrarse cuando los incidentes fronterizos del verano pasado y el hostigamiento impune a las mujeres policía destinadas a la frontera de Beni-Enzar. Tienen además un rango de prelaciones que, por repetido, no pueden ser una promesa en falso: Me refiero por ejemplo a la ampliación del puerto, un proyecto condenado por el PSOE a la frustración y que, desde el PP, se comprometen a rescatar y sacar adelante si Rajoy llega al Gobierno central.
El Partido Popular juega con mucha ventaja en los próximos comicios. El desgaste socialista, a causa de la crisis económica, trasciende del panorama crítico de la economía global. España es el país que destruye más puestos de trabajo mientras otras naciones de nuestro orbe europeo empiezan a recuperarlos.
Hasta el propio futuro de Zapatero dentro del mismo PSOE se ha convertido en una incógnita que no hace más que abundar en la incertidumbre y vaivenes con que se ha conducido el Ejecutivo de la Nación.
En su desastroso haber no sólo suma el alto déficit en el que ha situado las cuentas nacionales, o los cinco millones de parados que nos han devuelto a décadas atrás. Confluye una política errática de contravenciones constantes de sus propias promesas, tal cual ha sucedido con la bajada de pensiones que los socialistas aseguraron nunca se llevaría a cabo y que finalmente se ha producido, o con las medidas extraordinarias de tintes electorales para los parados de larga duración, que, a la postre, también han tenido que suprimirse.
No voy a contarles lo que ya sabemos con creces, ni tampoco la situación extrema de un país que ha convertido a Melilla incluso en refugio de parados, a pesar de que contemos de forma crónica con uno de los índices de desempleo más altos de España y Europa.
Pero aquí, en esta ciudad nuestra, las claves siempre son muy particulares, y un Gobierno como el de Imbroda, con más de una década de gobierno, apenas se tambalea, no sólo porque presenta un gran balance de inversiones y promoción de las políticas sociales, sino porque el trípode opositor al que se enfrenta aún está más desgastado, trasmite mucha más desconfianza a los ciudadanos y no asegura tampoco un posible y futuro gobierno estable.
En contra de lo que podía suponerse, los populares no se emborracharon ayer de un exacerbado triunfalismo, se mostraron más bien críticos con sus adversarios, “los candidatos de ZP”, como los llamó Arenas, al tiempo que decididos en sus promesas y los retos por afrontar.
Arenas trasmitió convicción y apoyo a Juan José Imbroda y sus políticas para Melilla, y enumeró una serie de compromisos que en su columna vertebral aseguran dos cosas: Una, medidas necesarias para reactivar económicamente la ciudad, como la ampliación del puerto y la defensa de nuestros intereses ante Europa; y, dos, un apoyo político sin titubeos como el que supo prestarnos José María Aznar durante su etapa de presidente del Gobierno de la Nación.
Todo ello con el aval de Rajoy, que no dejará de venir en mayo próximo para refrendar o reiterar esos mismos compromisos y que, en sus constantes viajes a nuestra ciudad, ya ha logrado demostrarnos que tras el lícito interés electoral también hay un interés por afianzar el futuro de Melilla como ciudad española y europea.
Los políticos, todos, parecen decir lo mismo en tiempo de precampaña y campaña en pro del voto, por ello no hay que marearse con los eslóganes y las promesas sino medir las realidades, y en el balance hay una cosa clara: Frente a los errores del Gobierno Imbroda y los pecados inherentes siempre a todos los que se prolongan durante varias legislaturas en el poder, hay un hecho a mi juicio innegable: A Imbroda lo mejoran sus opositores, que lejos de eclipsarlo lo que consiguen es fortalecerlo y generar mayor confianza a su favor. Y es que el tándem Aberchán- Muñoz es tan estéril como lo ha sido la política del Gobierno Zapatero para Melilla o como lo puede ser, a pesar de sus cualidades personales, la arriesgada aventura del retornado Velázquez.
La cuenta atrás para las elecciones ya ha comenzado y estamos en época de mítines, de tics y discursos repetidos hasta la saciedad. Ahora bien, frente al negativismo y la crítica feroz, a veces personal, al final se impone el sentido práctico o el sentido común, y ante esto las coaliciones mal avenidas o los proyectos sorpresa con los que formar un solo y único trípode opositor no parecen formar un combinado suficiente.
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