Desde que cerró el parque, las mañanas ya no son iguales en Cándido Lobera. Algunas personas echan de menos caminar entre esos árboles, sentarse en un banco a ver pasar el tiempo con un libro entre las manos, charlar amigablemente con los otros visitantes.
Son ya más de tres años con el lugar cerrado a cal y canto y no se tienen muchas explicaciones al respecto, salvo que se están realizando obras de remodelación que, a simple vista, no se perciben. “Yo he escuchado que por allí detrás algo están haciendo, que van por fases, pero aquí no hay nada, no sé… Esto lleva así ya ni sé cuánto decirte”, cuenta María Felisa López, una ciudadana de Melilla de toda la vida para la que lo que han hecho ha sido “una desgracia, nada más que poner piedras”.
Según recuerda, comenzaron las obras, pero, con la pandemia, como los trabajadores transfronterizos no podían pasar a Marruecos, se paró todo y, de momento, el lugar sigue cerrado.
A María Felisa le “duele” el estado del parque, porque, junto con su marido, el presidente del Centro Hijos de Melilla, Feliciano Palomo, pasea todas las mañanas los perros. En su opinión, ahora mismo da “vergüenza” de descuidado que está. Por lo menos, pide, que haya alguien que lo limpie y lo mantenga. Si no a diario, dos o tres veces a la semana. Y es que, según repite, la situación le da “mucha pena”, con los árboles secos y las ramas cayéndose. La única agua que se ve por ahí, dice María Felisa, es cuando llueve, “y aquí llueve poco”.
Ella insiste en que lo único que reclama, o incluso sugiere, es que, mientras que se abre o no, se limpie y se riegue. En definitiva, que se mantenga y que se cuide, que nada tiene que ver con lo que hay actualmente, porque, continúa esta ciudadana con visible enfado, está “hecho una porquería, una guarrería y una asquerosidad”.
A ella le encantaría que reabriera y poder llevar a su nieto de paseo, pero se conformaría con que lo adecentaran, y señala que eso incluiría adecentar los muros, que están “viejos y caídos”.
Deberían también –continúa- limpiarlo, barrer las hojas caídas, regar. Eso es lo que le indigna: que “tanto hablar de medio ambiente y de lo verde” y no se cuide lo “poco” que ya hay, y recuerda que “se han perdido un montón de árboles” y que “hace unos meses también se cayó una rama”, probablemente porque no se riega. “Árboles cortados y el tronco allí, las hojas que se caen, de higos a brevas barren esto, basura que tiran…”, resume esta mujer.
María Felisa registró una queja el pasado día 27 de julio en la Ciudad Autónoma. Sobre el motivo, el texto dice "el abandono por parte de la Administración del parque Lobera desde hace tiempo, así como la tala de muchos árboles y la inexistencia por parte de la empresa encargada del mantenimiento de plantas, árboles, etc". Prosigue la queja igualmente "porque ya son casi cinco años que este parque se encuentra cerrado y en la actualidad los trabajos que se están realizando no terminan nunca, siendo imposible que pueda ser disfrutado por nuestros pequeños". Y concluye: "solicito, por lo menos, un mantenimiento de los árboles centenarios". Todavía no le han contestado. Su malestar aumenta día a día, porque “nunca había estado el parque así” de mal. Pero, como tampoco, según esgrime, los ciudadanos protestan, la situación no cambia y ella está “indignada”.
Y, mientras tanto, cada vez que pasa por allí, ella pensando “con lo bonito que era el parque…”.
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