El parque de los horrores

  • Esculturas rotas, estanques sin agua y vallas oxidadas: así está el Parque Cándido Lobera

  • La Consejería de Medio Ambiente anuncia mejoras inminentes

Lejos han quedado los años en los que el Parque Cándido Lobera se llenaba de familias para pasar el domingo. Donde antes había vida, hoy sólo se percibe abandono. La escultura rota de un niño pequeño, tendida en el suelo boca arriba, se encarga de dar la bienvenida a un parque que, por su aspecto, bien podría ser de temática de terror.

Los vecinos de Ataque Seco y el barrio del Carmen son testigos del progresivo deterioro que han sufrido las instalaciones en este ‘pulmón’ de la ciudad: los animales desaparecieron; los estanques y las fuentes, con el tiempo, se secaron; los puentes se han llenado de óxido, telarañas y grietas... Poco a poco, el parque se ha ido transformando hasta no tener nada que ver con lo que fue en su día.

Aunque cuenta con una zona de columpios que sí se encuentra en buen estado, tiene algunas ‘trampas’ que impiden que sea un lugar del todo seguro para que jueguen los niños. Esto es así, entre otros motivos, por los numerosos elementos cortantes que hay a lo largo del parque por culpa del óxido.

Además, en la fachada que colinda con el Auditorium Carvajal reposan a medio derrumbar los restos de una antigua caseta. Lo único que impide el acceso a su interior son dos vallas metálicas por las que podría colarse cualquier pequeño en un descuido.

Mejoras inminentes

Tras recorrer el Parque Cándido Lobera y comprobar el estado en el que se encuentran sus instalaciones, El Faro se puso en contacto con el consejero de Medio Ambiente, Manuel Ángel Quevedo. “Actuaremos de inmediato en estanques, con la reparación de los deterioros y revestimientos, además de completar un proyecto de más envergadura que ya tenemos iniciado, a licitar a lo largo del año”, respondió al respecto.

Según expuso el responsable de esta área de la Ciudad, la inversión para llevar a cabo las actuaciones con las que se pretende dar un nuevo aire a este espacio verde podría rondar los 600.000 euros.

Cuidado de las plantas

Si en algo coinciden los vecinos de la zona es que lo único que salva al parque de presentar un aspecto tétrico es el buen estado en el que se encuentran sus plantas. “A nivel energético me encanta, para mí es un lugar de parada para respirar”, afirmaba Inmaculada Gaitán a El Faro. Para esta vecina, unas pequeñas mejoras podrían hacer del este espacio un lugar ideal para que, como ella, lo disfrutasen los más pequeños con seguridad.

Otra residente en la zona, Juana Ruiz, no podía evitar evocar la época dorada del parque Cándido Lobera. Un tiempo que ella vivió y de los que conserva recuerdos preciosos. “Me acuerdo de que siempre estaba lleno de gente, que era el parque de los patos y venía aquí a jugar todos los días”, explicaba esta melillense de 74 años. “Antes, los estanques y las fuentes funcionaban. Ahora todo está seco, es una pena verlo así”, decía con lástima. Como le ocurre a varias generaciones de melillenses, para ella es triste e impactante ver en lo que se ha convertido el parque en el que tanto disfrutó siendo una cría. “Dicen que lo van a arreglar, pero todavía no me he muerto y no lo han arreglado”, apostillaba la vecina.

Una zona verde en la que se esconden quienes cometen delitos en las inmediaciones

La imagen de abandono que proyecta el Parque Cándido Lobera no solo hace que muchos ciudadanos se lo piensen dos veces antes de acceder a su interior. Debido a su poca afluencia, cuando empieza a caer la noche, a veces se convierte en el escondite perfecto para los delincuentes que cometen robos y hurtos en los barrios más próximos, aunque el recinto cuente con con un vigilante de seguridad. Así lo aseguraron fuentes solventes en declaraciones a El Faro. Por este motivo, son continuas las ocasiones en las que los policías acuden a registrar el parque, unas veces con más éxito que otras.

Botellones

Y no sólo eso. Este espacio también se ha convertido en el punto de encuentro habitual para los grupos de jóvenes y adultos que quieren hacer ‘botellón’ o se disponen a consumir estupefacientes. Este hecho motiva que muchos padres de la zona opten por llevar a sus hijos a otros parques para que puedan jugar en un entorno más idóneo, sin estar en contacto con los restos de consumo de alcohol y drogas.

Según las mismas fuentes, en el parque también suelen cobijarse menores no acompañados o adultos que se encuentran en situación de calle y que, aunque su intención no es hacer daño a nadie, hallan en este lugar un sitio en el que pasar la noche.

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