NO está entre las preocupaciones de los ciudadanos mantener o cambiar el nombre a la UNED.
Quizá deba conservar el nombre del poeta granadino Federico García Lorca o tal vez deba denominarse a partir de ahora Ramón Gavilán, quien ha estado al frente de la misma durante 40 años, desde su puesta en marcha en Melilla. Sin embargo, no son ésos los quebraderos de cabeza de los ciudadanos respecto a la Educación. Si se mantiene el nombre o se cambia importa poco a los maestros que tienen que enseñar en aulas masificadas quién fue el poeta Federico García Lorca y explicar su obra. Tampoco tiene mucha importancia para los profesores que, con unos medios insuficientes, intentan dar a sus alumnos la mejor preparación para acceder a la Universidad, con independencia de si lleva el nombre de un poeta granadino o de un político melillense. Y menos importa aún a los padres de alumnos con alguna discapacidad intelectual. Precisamente, El Faro publicaba ayer una demanda en este sentido de Aspanies, que cumple 25 años luchando por los derechos y el bienestar de este colectivo. Decía el presidente de esta asociación, Carlos Esteban, que estos alumnos especiales no reciben la atención que merecen cuando acceden a la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO). La falta de medios, de profesores, las aulas masificadas y las múltiples carencias del sistema educativo en Melilla impiden que los docentes impartan unas clases adaptadas a las capacidades de estos alumnos. Muchos de ellos, que quizá podrían progresar si hubiera algunos recursos más y bastante más preocupación por los problemas de este colectivo, se ven obligados a abandonar las aulas, a despedirse de sus compañeros y a matricularse en el Reina Sofía. Allí, en ese centro de educación especial, las familias de muchos de estos estudiantes ven frustradas sus expectativas. Miran a sus hijos y contemplan con impotencia cómo se interrumpe un progreso que en algunos casos podría continuar si Melilla cantara con unas aulas, unos medios y un número de docentes similares a los de otras regiones del país.
Ésta es una de las múltiples preocupaciones reales de los ciudadanos relacionadas con la Educación. Hay otras más. Las conocen perfectamente el director provincial, los sindicatos, los docentes, los padres, los alumnos... y cualquiera que demuestre un mínimo interés por saber qué ocurre en las aulas de Melilla.
Tenemos demasiados problemas en nuestra ciudad como para perder el tiempo en discusiones que no llevan a ninguna parte. El propio García Lorca, si pudiera, seguramente estaría dispuesto a renunciar a que la UNED llevara su nombre si ello significara que todo el esfuerzo de nuestros políticos se enfoca en mejorar el nivel de la Enseñanza Pública en Melilla. El nombre de esta Universidad tampoco ha sido una preocupación para quien ha dedicado un esfuerzo diario durante 40 años de su vida a mejorar la enseñanza y la oferta cultural en nuestra ciudad.
Hay tantos motivos para cambiar el nombre a la UNED como para mantenerlo, pero existen muchas más razones para no perder el tiempo en discusiones baldías.
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