El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, viaja este viernes a Rabat para comenzar a diseñar junto a su homólogo marroquí, Nasser Burita, la “hoja de ruta” que debe guiar las nuevas relaciones bilaterales sobre la base de la "transparencia, el respeto mutuo y los acuerdos adoptados y la abstención de toda acción unilateral".
Se pone así fin a más de un año de crisis y desencuentros entre ambos países que sólo se ha logrado resolver después de que el presidente Pedro Sánchez declarara en una carta al rey Mohamed VI su apoyo a la propuesta marroquí de un plan de autonomía para el Sáhara Occidental.
Las nuevas relaciones, que según el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, serán más profundas, sólidas y acordes al siglo XXI, incluirán el refuerzo de la lucha contra la inmigración irregular y el tráfico de personas, la modernización de las fronteras, el respeto a la integridad territorial y la profundización del diálogo y respeto mutuo y de los acuerdos adoptados.
La reunión de Albares y Bourita prevista para este viernes deberá servir para perfilar los detalles de la nueva relación y para preparar una próxima visita del presidente Sánchez a Marruecos.
Además, se espera que se acuerden la reapertura de las fronteras, el restablecimiento del transporte aéreo, marítimo y terrestre y la preparación de la Operación Paso del Estrecho, todo ello suspendido hace dos años supuestamente a consecuencia de la pandemia.
El cambio en la política española con respecto al Sáhara, que se mantenía estable desde hace 50 años, desató las iras de todos los partidos políticos, incluido Unidas Podemos, que han acusado al Gobierno de “ceder al chantaje” de Marruecos y de modificar una política de Estado sin información ni debate previo.
El presidente Sánchez defendió este miércoles en el Congreso de los Diputados que no se trata de ningún “cambio, ni volantazo” en la posición española, sino que es la expresión clara de la disposición española a apoyar una propuesta que ya saludaron los Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, e 2007 cuando se presentó ante la ONU, y Mariano Rajoy, en sucesivas reuniones de alto nivel con Marruecos en 2012 y 2015.
Sánchez argumentó que la iniciativa, recogida en las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, se negociaría dentro del marco de la ONU, por el propio enviado personal del secretario general de la ONU para el Sáhara, y que sólo se adoptará si es acordada de mutuo acuerdo por las partes.
Las explicaciones de Sánchez, al igual que las que unos días antes había dado el ministro Albares ante la comisión de Exteriores del Congreso, no convencieron a nadie.
Así, uno tras otro todos los partidos cuestionaron tanto el fondo como las formas, ya que “abandona a los saharauis” y la tradicional neutralidad española, y ha sido adoptada “por decisión exclusiva de Sánchez” sin consultar con el Gobierno, los partidos o el Congreso y sin advertir a Argelia.
Tanto Albares como Sánchez aseguraron que Argelia había sido advertida pero lo cierto es que el mayor proveedor de gas natural de España, defensor de los saharauis y enemigo de Marruecos, reaccionó a la noticia retirando a su embajador de Madrid, suspendiendo las repatriaciones y no incluyendo a España en los planes de refuerzo de sus conexiones aéreas.
También en el Congreso, todos los grupos han pedido conocer “a cambio de qué” se ha logrado restablecer la relación con Marruecos, que estaba rota desde que en diciembre de 2020 se canceló la Reunión de Alto Nivel prevista para una semana más tarde.
Cuando en abril de 2021 se supo que España había acogido al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, en un hospital de Logroño sin informar a Rabat, Marruecos respondió retirando a su embajadora en España y permitiendo la avalancha de más de entre 8.000 y 10.000 migrantes, muchos de ellos menores de edad, contra la valla de Ceuta.
Desde entonces, España había intentado aplacar a Marruecos, primero con la destitución de la entonces ministra de Exteriores, Arancha González Laya, y más tarde con mensajes y gestos de conciliación del propio rey Felipe VI.
Nada de eso logró restablecer las relaciones con un país “prioritario y amigo” que sólo ha accedido a recomponer las relaciones tras el apoyo de España a su plan de autonomía para el Sáhara.
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