En el Mercado Central, en el Rastro, una señora mayor se queja de que no funcionan las escaleras automáticas. Un dependiente de uno de los puestos admite que los lamentos son frecuentes, porque el lugar está muy “abandonado”.
Ojalá fueran sólo las escaleras, dice un dependiente de uno de los pocos puestos que quedan abiertos. Son otros aspectos como la limpieza o, en general, como él dice, “la dejadez de funciones”. Él, que asegura no ser precisamente de derechas, sino “al contrario”, admite que, cuando estaba el Partido Popular al mando del Gobierno autonómico, las cosas funcionaban mejor y, ante cualquier problema, “al día siguiente venían y lo arreglaban”.
Según dice, lleva intentando desde que se produjo el cierre de la aduana que le pongan una máquina de hielo, ya que antes entraba junto al pescado por Marruecos. “Siete meses por una pieza que tiene que venir del Real para la escalera”, asegura, indignado, mientras recuerda que tanto estas como el ascensor son principalmente para las personas mayores o aquéllas que tengan algún otro problema físico, que no pueden subir andando y llegan “jadeando”.
“Es una cosa y la otra; el caso es que los mercados públicos, desde que está (gobernando) esta gente, sufren una dejadez absoluta”, critica este trabajador, quien se refiere también a “persianas que no cierran y puertas arrancadas”.
No es que estos comerciantes pidan una subvención, pero sí que se acondicionen los mercados de Melilla -porque el del Real “está igual”-, dado que los pocos clientes que hay habitualmente se quejan de que “está muy dejado, descuidado, y no hay mucha limpieza”, añade el dependiente.
Lo cierto es que, comparada su situación con la de hace años, da pena el aspecto del Mercado Central, casi vacío y desangelado y con bastante poca clientela.
No queda otra que ir “tirando” como buenamente se puede, porque la mayoría no se puede permitir parar, “desgraciadamente”, aseguran.
Por fortuna para él, tiene clientes fuera del mercado, sobre todo en bares y restaurantes, y va sobreviviendo gracias a ello. “Pero si esperas que entre aquí la gente...”, está complicado, porque, en su opinión, “se están cargando el mercado”. Y es que “muchas personas han dejado de venir y es una pena”, señala, con lo que aduce que “la cosa para sobrebivir aquí está muy mal”.
Casi todos los puestos que permanecen cerrados son de permisos de trabajadores transfronterizos que se quedaron en Marruecos tras el cierre de la frontera con Marruecos en marzo de 2020, con el principio de la pandemia, y que ahora están esperando su momento para volver a entrar.
Pese a todo, este vendedor no cree que, cuando regresen, se vaya a arreglar el mercado. Según considera, “no tienen interés” debido, posiblemente, a la presión ejercida por las grandes superficies y pese a que hay gente que prefiere acudir al mercado, que suele ofrecer mayor cantidad de puestos y variedad que el supermercado.
“En todas las ciudades y pueblos de España hay mercado público, pero aquí se lo quieren cargar”, asegura este trabajador.
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