Finalmente el día de ayer estuvo trufado de comentarios políticos que no pueden pasar inadvertidos. La respuesta del Gobierno local a lo dicho por la consejera de Presidencia de la Junta de Andalucía era previsible, porque sólo desde una perspectiva extremadamente partidista puede comprenderse que un alto cargo de una comunidad autónoma califique a un gobierno, en este caso el de Melilla, de “poco amistoso”.
En cambio, lo que no podía esperarme fue la respuesta del consejero de Fomento, Rafael Marín, respecto de lo sucedido con la Falange.
Dice la Ciudad Autónoma que no ha autorizado ni participado en ningún extremo relacionado con la concentración mitin de los falangistas en Melilla y me lo creo, pero sigo sin comprender cómo es posible que aún así un grupo político, sea o no falangista, pueda llegar a Melilla y montar cartelería, atriles, banderas y megafonía en la Plaza de las Culturas sin autorización previa.
Efectivamente, es la Delegación del Gobierno a la que corresponde darle el visto bueno que no autorizar expresamente, porque el derecho de manifestación, concentración o reunión es básico en Democracia. En todo caso, cumplida la preceptiva regla de la comunicación previa a la autoridad gubernativa, conforme a los plazos previstos por la ley, puede desautorizarla si encuentra en la convocatoria algún motivo contrario a la ley.
Es evidente que en nuestro sistema político la libertad de partidos acoge también a quienes disienten y que legalmente no se puede prohibir a estos grupos extremistas y antidemocráticos expresarse libremente, siempre y cuando no transgredan la legislación vigente. Ahora bien, hasta qué punto una comunicación gubernativa de un mitin concentración es suficiente para invadir con enseres y megafonía una plaza pública.
La respuesta es una incógnita, como lo es también qué pasó realmente con la megafonía que utilizó la Falange, pues según desveló ayer el mismo Gobierno local, los falangistas, no contentos con que se les dijera que no se les daba permiso para beneficiarse de la red pública de alumbrado para conectar sus aparatos de megafonía, amenazaron con hacerlo de todas formas porque, según ellos, la ULOG ya lo hizo unos días antes con motivo del acto de entrega de nueva bandera a la unidad.
Lo sorprendente, a partir de ahí, es que en la Ciudad Autónoma, según reconoció el consejero de Fomento, se desconozca si finalmente lo hicieron o no y que sólo ante la insistencia, en este caso de mis preguntas, se admitiera que cuando menos habría que investigarlo y proceder en consecuencia con la correspondiente sanción si realmente se sucedió tan lamentable extremo.
El mitin de la Falange, que finalmente he podido oír y seguir de cabo a rabo, fue abominable por muchas razones, pero no debe consolarnos que tuviera escaso eco entre los melillenses. Este tipo de arengas antidemocráticas, camufladas en parte en críticas innegables a los males de nuestra actual partitocracia, acaban y empiezan incitando al odio en la cada vez más ecléctica sociedad que caracteriza el mundo moderno. Son por tanto especialmente peligrosas en una ciudad como la nuestra, conformada por una comunidad musulmana de tanta importancia como la melillense. Inocular la asociación entre terrorismo e Islam como un todo indisociable supone encender una mecha cuyo fuego no podemos permitir en ningún caso que se avive. De ahí que su discurso abiertamente antimusulmana resultara intolerable.
Los falangistas explotaron el sentimiento españolista a base de verdades parciales y arengas trasnochadas y antidemocráticas la. Su voz sí que fue de provocación zafia e innecesaria a un país, Marruecos, con el que realmente nos unen más cosas que nos separan, a pesar de los claros intereses que periódicamente convierten a nuestra ciudad y Ceuta en moneda de cambio para otras pretensiones.
Y aunque no dejaron títere con cabeza y la primera crítica la dirigieran contra el presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, y así hasta tocar todas las instituciones, empezando por la monarquía y acabando por los militares que “tragan con todo”, lo cierto es que el paso de la Falange por Melilla ha sido lamentable. Tanto como la facilidad con que tomaron una de nuestras plazas más emblemáticas, precisamente en el sector dedicado a la memoria de un melillense tan insigne como Yamín Benarroch.
Particularmente, reitero que lo deseable es que no lo hubieran tenido tan fácil. Aliados así creo está claro que la mayoría de los melillenses no los queremos.
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