Recoger el testimonio de los inmigrantes que logran saltar la valla de Melilla se ha convertido en un ‘negocio’ para los subsaharianos acogidos.
Cada asalto masivo a la valla de Melilla supone para los medios de comunicación locales y nacionales una peregrinación entre el mismo perímetro fronterizo, el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) y la Jefatura para recoger no solamente las imágenes del asalto sino también el testimonio de aquellos subsaharianos que acaban de llegar a la ciudad. Durante la jornada de ayer en la puerta del CETI se apostaron varios medios de comunicación con la intención de recoger esos testimonios que únicamente hablan de la miseria de los países africanos y de los sueños de los inmigrantes por tener una vida y prosperar. Algunos subsaharianos hablan con los periodistas abierta y voluntariamente, pero ayer estaban, al parecer, ‘a las órdenes’ del ‘general’ del CETI. Un inmigrante acogido en el centro que pedía dinero a cambio de traer a algunos de los ‘camaradas’ que habían saltado la valla horas antes.
La negativa de los periodistas a realizar cualquier donativo al inmigrante pareció exasperar a este autoproclamado ‘general’, al que los subsaharianos que llegaban al CETI parecían conocer de sobra. Pero se impuso la ‘ley del silencio’, mientras este ‘general’ aseguraba que los medios de comunicación hacen ‘negocio’ entrevistando a sus ‘camaradas’ y en su mismo derecho están ellos –los inmigrantes– en ganarse unos euros concediéndolas.
La vida en la calle
“Mi vida es en la calle. Si trabajo, es en la calle. Si como, es en la calle. Vosotros, los periodistas, trabajáis en oficinas y pagáis una casa”, explicaba en francés. Sin embargo, el argumento que ofrecía a su petición monetaria era que los inmigrantes tienen que pagarse cigarrillos y otros gastos. Es el “precio por la información”.
Sirios, argelinos, cameruneses... todos los que entraban y salían del CETI en la mañana de ayer conocían al ‘general’, que siempre estaba en la puerta hablando con unos y con otros, aunque éstos le saludaban sin mucho interés. Los momentos de soledad los llena cantando mientras pasea con un cuaderno bajo el brazo. “C’est formidable, c’est formidable”, canturreaba el ‘general’.
En alguna ocasión en la que los periodistas intentaban hablar con los subsaharianos que llegaban al CETI, él bien los miraba o les daba una indicación para que no dijeran nada. La ‘ley del silencio’ impuesta por el ‘general’, que insistía a los ‘journalistes’ que debían pagar un precio por la información, fue obedecida por sus camaradas. Sin embargo, poco negocio pudo hacer el ‘general’ del CETI.
La rutina en el centro
En la puerta del Centro de Estancia Temporal se observan escenas peculiares. La algarabía ante la llegada de inmigrantes en el día de ayer es lo único que altera la rutina diaria en el CETI. De tanto en tanto, llega el cartero de Correos o los trabajadores que reponen los productos en las máquinas expendedoras en el interior del CETI... Y el tema de conversación con los vigilantes de seguridad en la puerta: “¡Qué calor hace hoy!”
Algunos niños corretean en la puerta. Una chica de unos 10 años habla con el ‘general’, pero como no utilizan el mismo idioma, la pequeña hace un gesto y se lleva el dedo índice a la cabeza, como diciendo: “Está loco”. El ‘general’, en francés, se pregunta por qué la chica no está con su madre.
El inmigrante se vuelve y continúa su conversación con un grupo de jóvenes argelinos. Al momento, llega un joven con una herida que tiene muy mal aspecto. Entre dos trabajadores del CETI le limpian el brazo con agua oxigenada y le ponen un apósito. Al parecer se ha caído de una moto en la que viajaba con tan mala suerte, que se hizo un raspón en el brazo izquierdo.
‘Antes muerta que sencilla...’
Para paliar las altas temperaturas del verano, hay que buscar la sombra donde sea. Si dentro del CETI los bancos están ocupados, la puerta puede ser un lugar ideal para estar ‘a la fresca’ y aprovechar el tiempo libre para cuidar la imagen. En la mañana de ayer dos mujeres se ocupaban de una niña de corta edad. A pesar de tener el pelo corto, no fue impedimento para una de ellas quien se entretuvo en hacerle largas trenzas rematadas con un cordón de color rosa. Mientras tanto, un tentempié: Unos espaguetis que la pequeña se comió sin rechistar. Al acabar el plato, aunque con la mitad de la cabellera aún por ‘trenzar’, la pequeña ya presumía de nuevo ‘look’ entre los inmigrantes.
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