El reducido tamaño del geco de Alborán (Saurodactylus mauritanicus) hace difícil descubrir a esta pequeña joya de los herpetos melillenses en su medio. Es una de las especies melillenses amparadas por la legislación ambiental española, pues está catalogada por el Ministerio de Medio Ambiente como especie vulnerable.
Su área de distribución tan limitada en el estado español constituye uno de los motivos de la protección de esta especie, pero además esta distribución es muy peculiar, ya que solamente estaba presente en el territorio de Melilla, las islas Chafarinas y el peñón de Vélez hasta que el descubrimiento de su presencia en Alborán en 1999 incluyera también ese islote en el área de distribución de esta especie en nuestro país.
En Melilla es aún relativamente abundante en la Zona de Especial Protección del barranco del Nano. En países como Marruecos o Argelia su distribución es mayor, por suerte.
Precisamente este hallazgo de ejemplares en los extremos norte y sur del islote de Alborán en 1999, registrado por el biólogo Luis Javier Barbadillo, hizo que las autoridades científicas nacionales decidieran cambiar el nombre en español de esta especie, que de geco magrebí, como se le conocía antes, pasó a ser geco de Alborán, su nombre actual.
Sin embargo, no se conoce ninguna cita posterior a esta fecha, y teniendo en cuenta que la fauna de este islote tiene un seguimiento espaciado en el tiempo, pero continuo, a cargo de biólogos de la junta de Andalucía, y de que hablamos de un territorio que apenas abarca ocho hectáreas, no se puede descartar que esta especie haya dejado de habitar la isla. Es un proceso que ocurre con frecuencia en este y otros territorios insulares, pues sus condiciones de vida son muy inhóspitas, y suele ocurrir que los reptiles que llegan a ellos, ya sea por mar sobre objetos flotantes o introducidos en las mercancías que se transportan allí, colonizan por un tiempo el nuevo territorio e incluso llega a reproducirse, pero en cuanto las condiciones bioclimáticas se endurecen, estas especies terminan desapareciendo.
Observando el área de distribución en España del geco de Alborán se evidencia que, además de ser pequeña, está muy fragmentada, por tratarse en gran parte de islotes marinos. Esto hace aún más vulnerable a la especie, pues sus poblaciones se encuentran aisladas en pequeños grupos y prácticamente sin posibilidad de contacto entre ellos.
La población residente en Melilla es la menos aislada de todas, aunque no le faltan dificultades para interactuar con las poblaciones que viven al otro lado de la frontera, pues el pequeño tamaño del geco de Alborán, no mayor de seis centímetros, hace que los obstáculos humanos, como el foso construido al otro lado de la valla o la carretera de circunvalación, limiten mucho sus desplazamientos, además de representar un gran riesgo para los ejemplares que intenten hacerlos.
El tamaño no es lo único que dificulta la observación de esta especie en su medio. Es, además, un animal nocturno, y sus hábitos cazadores no difieren mucho del de sus parientes cercanos, las salamanquesas.
Sin embargo, los gecos de Alborán no abandonan nunca las llanuras pedregosas que constituyen su territorio de caza, un aspecto de su comportamiento que los diferencia definitivamente de la salamanquesa común (Tarentola mauritanica) y la rosada (Hemidactylus turcicus), más habituales en el entorno urbano de Melilla, y por tanto, más conocidas por los melillenses.
La contribución de las salamanquesas a nuestro bienestar se hace más evidente también, porque sus presas en gran medida son insectos ligados a entornos urbanos, como moscas y mosquitos, y los beneficios de su eliminación son más visibles para nosotros; sin embargo, la labor callada de los gecos en su entorno natural es igual de importante, a pesar de no ser tan visible.
Hay otro aspecto importante en el comportamiento de los gecos de Alborán que los caracteriza: su gran fiereza, que los lleva a enfrentarse a presas de tamaño similar al suyo. Lo más probable es que el geco haya desarrollado esta extraordinaria valentía por adaptación a las duras condiciones de su medio. En las desoladas llanuras de Rostrogordo y el Nano no se puede desechar ninguna oportunidad de dar caza a una presa, tenga el tamaño que tenga, y si se carece de la osadía suficiente no se sobrevive en este medio hostil.
Determinadas características morfológicas también ayudan en su estrategia de caza; es el caso de su curiosa cola, ancha y de color amarillo, que mueve de forma hipnótica cuando encara a una presa para mantenerla entretenida.
A pesar de lo dificultoso de la observación de estos curiosos animales en su medio, conocer y pasear por nuestros espacios naturales ofrece la oportunidad de disfrutar de otras muchas especies, y siempre podemos contar con el azar para que nos topemos con las más discretas, como el geco de Alborán.
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