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El fútbol no pudo con el Nazareno

Desde que se recuperara a partir del año 1980, tras la prohibición que impuso el entonces Obispo de Málaga, Ramón Buxarrais, en el año 73 -por falta de veneración en torno a nuestros pasos procesionales-, nuestra Semana Santa ha superado retos e incluso se ha reinventado a sí misma, haciendo de nuestra multiculturalidad una auténtica divisa.

Incorporando también nuevos estilos procesionales como forma de contrarrestar la crisis de costaleros que en 2008 pusieron el peligro la salida del paso de la Piedad y de la Virgen de las Lágrimas, después de tres años en que está última tuvo que salir sobre ruedas.
Anoche, nuestra Semana Santa vivió un capítulo único, que la hizo vencer todo tipo de contrariedades y que mostró su gran consolidación en esta nueva etapa que ya supera el cuarto de siglo.
La Cofradía del Nazareno, que tan temerosa estaba de que el gran partido Real Madrid-Barça acabara malogrando su estación de penitencia, no pudo salir finalmente, pero no fue por el fútbol sino por las inclemencias meteorológicas, que se volvieron difíciles, con un chiribiri más intenso en el momento de su salida, y el vaticinio de más lluvia a lo largo de la noche, aunque finalmente no fue así.
Para los cofrades, tomar la decisión de no salir siempre es duro y doloroso, pero como reconocía Marcelo Nogales, hermano mayor de la Cofradía de Melilla la Vieja, el patrimonio de la hermandad es muy valioso, tiene un gran valor histórico, está muy vinculado a la ciudad y no pertenece en exclusiva ni a la Hermandad, ni a la parroquia del Pueblo ni a la Iglesia, sino a Melilla misma. Ponerlo en peligro es una irresponsabilidad que no se podía asumir.
Sin embargo, el Nazareno y la bella imagen de la Dolorosa de ‘El Pueblo’, la también conocida como la Virgen de las Lágrimas, pudieron realizar al final su estación de penitencia: Intramuros, como señalo en mi crónica. Por los pasillos de la Plaza de Toros que, a pesar del transcurso de los años, sigue siendo el remedo para la falta de Casa de Hermandad que sufren la mayoría de nuestras Cofradías.
La ocasión hizo posible que la dificultad se tornara en oportunidad para vivir un momento único, y con el apoyo de cientos de melillenses, a los que no paralizó la lluvia ni atrajo en mayor medida el fútbol, se pudo realizar la procesión, de forma singular, peculiar, diferente, pero igualmente válida para quienes la siguieron, la sintieron y la hicieron posible.
En nuestra Semana Santa se mezclan los aires cartageneros de ‘El Humillado’, la influencia malagueña de la hermandad de ‘La Soledad’, el estilo más sevillano de las hermandades del Cautivo y el Flagelado; y el peso histórico extremo de la antigua Cofradía del Nazareno.
Estéticamente nuestra Semana Santa es muy peculiar pero socialmente lo es aún más y no sólo porque en sus procesiones se reúnan gentes de muy distintas culturas, en unos casos por devoción y en otros por obligación o ambas cosas a la vez, como de hecho ocurre con los  miembros de las unidades militares que acompañan a los pasos procesionales.
Nuestra Semana Santa es, sobre todo, expresión de una realidad ecléctica que sin ella perdería valor, tradición y proyección pública de su contexto multicultural. Pero, además, es una manifestación viva de nuestra historia que año tras año supera el reto de hacerse realidad.
De todo esto, tendremos oportunidad de darnos cuenta un año más, si el tiempo no lo impide, con los cinco pasos que hoy saldrán en procesión y que harán posible, en torno al paso del Cautivo, la liberación de un preso de nuestro centro penitenciario: de nuevo, un hombre de confesión musulmana, porque en estas cuestiones no cuentan los credos sino la intención y las necesidades.
También lo podremos comprobar mañana cuando Ramesh Ramchand, secretario de la Comunidad Hindú de Melilla, dé el aldabonazo de salida de la Soledad del Sagrado Corazón. Y es que Ramesh, como muchos otros miembros de su misma comunidad, sin ser cofrade ni católico es considerado un hermano más por la Cofradía de la Soledad, que con él y varios de los hindúes melillenses han vivido muchos momentos memorables en nuestra Semana Santa. Valga por ello mi recuerdo a Ayu Lalchandani, que con sus saetas y tantas otras cosas siempre contribuyó a la mejor convivencia y mayor riqueza de la sociedad melillense. Sólo me queda desear que hoy el tiempo nos acompañe y nuestra Semana Santa prosiga tan pletórica y espléndida como hasta ahora.

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