La baja presión migratoria que está viviendo Melilla este verano dista mucho de lo vivido meses atrás. Prácticamente cada semana se registraba un intento de entrada masiva por la valla y la llegada de pateras hasta la misma playa eran sucesos que copaban las primeras planas de los medios de comunicación.
Por fortuna, la colaboración de las autoridades marroquíes está teniendo sus resultados. No es una cuestión baladí los reclamos incesantes de que Marruecos colaborara en el control de los flujos migratorios, cuando en Melilla incluso los recursos a disposición del control y atención de inmigrantes escaseaban.
Esta colaboración que ahora tiene sus frutos demuestra que cuando se quiere, se puede.
Sin embargo, no podemos obviar que el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) continúa sobreocupado. Antaño eran los inmigrantes de origen subsahariano los que eran mayoría en el centro de acogida. Ahora son los ciudadanos sirios los que, gracias a la Oficina de Asilo en Beni Enzar, son el colectivo mayoritario en el CETI.
Precisamente hoy son los refugiados sirios los protagonistas en la reunión de titulares de Interior en Bruselas. El foco de la reunión será España, quien anunciará hoy cuántos sirios y eritreos podrá acoger en un plazo de dos años de los 40.000 que han ido llegando a la UE.
Ciertamente esta cifra, como los inmigrantes de origen subsahariano que siguen llegando a las costas italianas, deja los números en Melilla en un apartado.
La semana pasada el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, valoró el hecho de que el foco de la inmigración irregular no estuviera ya en las ciudades de Melilla y Ceuta, pues las llegadas masivas se están produciendo en el Mediterráneo central.
Así las cosas, la UE deberá buscar la misma y “excelente” colaboración con los países norteafricanos, similar a las relaciones bilaterales que mantienen hoy día a España y Marruecos.
Ello sin olvidar la imperiosa necesidad de actuar también los países de origen, como España está haciendo en algunos países subsaharianos, como Senegal o Mali.
Son precisamente estas políticas de colaboración y de cooperación al desarrollo las que están dando frutos. Las medidas coercitivas y de refuerzo de los elementos de seguridad por sí solas no podrían tener unos resultados satisfactorios, como se ha experimentado en Melilla, sino se complementa con una actuación diplomática que incida en el origen del problema. Es decir, que intente eliminar o paliar los motivos por los que estos inmigrantes abandonan sus países de origen y se entregan a las manos de las mafias que trafican con ellos a placer.
Hoy el foco de la inmigración no está en Melilla, pero ello no quiere decir que estas personas no sigan dejando atrás su país natal en busca de un futuro mejor. Los problemas persisten, por ello, hoy, además de repartir la acogida de refugiados, la Unión Europea debe seguir avanzando en una política de inmigración común que también se ocupe de las, a veces olvidadas, Melilla y Ceuta.
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