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“El Estatuto de Autonomía fue una defensa sin paliativos frente a las pretensiones anexionistas de Marruecos”

Jorge Hernández Mollar fue diputado y senador por Melilla, además de europarlamentario y presidente del PP en la ciudad durante largos años. Su último cargo político fue como subdelegado del Gobierno en Málaga en 2012. Él estuvo en las negociaciones con el PSOE respecto del contenido del Estatuto de Autonomía y veintiocho años después ofrece en esta entrevista, la misma que le hicimos a su compañero de partido, Ignacio Velázquez, para conocer sus puntos de vista sobre aquel acontecimiento histórico para los melillenses.

-¿Qué hizo que se iniciara la negociación del Estatuto de Autonomía? ¿Fue a iniciativa del PP o el PSOE?

-El Título VIII de la Constitución artículó una nueva organización territorial y jurídica del Estado. Ceuta y Melilla seguían siendo plazas de soberanía y eso era un riesgo frente a las reivindicaciones de Marruecos, que se hacían cada vez más insistentes y los propios problemas internos de las dos ciudades originados por una población residente de origen marroquí, que se consideraba marginada y que dieron lugar a unos trágicos disturbios. El grave deterioro de la convivencia y la propia imagen de la ciudad exigía una solución política y jurídica del problema.

Los diarios de sesiones del Senado y del Congreso desde los años 1986 a 1993 son los testigos más cualificados de quiénes llevamos la iniciativa de los Estatutos a las Cámaras. Fue en el año 1985 cuando el grupo parlamentario de Coalición Popular presentó la primera moción para que se diera cumplimiento a la Disposición Transitoria 5ª de la Constitución y se presentaran dos proyectos de leyes orgánicas de los Estatutos de Autonomía por parte del Gobierno socialista de entonces.

Esa moción se retiró a la espera de la reacción del Gobierno, que presentó, para sorpresa de todos, unos proyectos de leyes ordinarias de Estatutos municipales especiales pero no de Autonomía. A partir de ahí se desató una larga e intensa batalla política en la que nuestro partido a nivel local y nacional, se implicó intensamente con la presentación de iniciativas parlamentarias que tuve el privilegio de defender en el Senado y en el Congreso como portavoz de mi grupo y con la oposición permanente del grupo socialista para que se cumpliera la Disposición transitoria 5ª. Tuvimos en aquella ocasión todo el calor y el apoyo del Partido Popular de Ceuta, que entonces tenía solo parlamentarios socialistas. Naturalmente esta batalla política en el Parlamento la acometimos desde un trabajo de equipo, junto a mis compañeros Carlos Benet y Sanchez Usero (q,p.e,d.) Toda una larga historia que afortunadamente terminó diez años después con la aprobación en el año 1995 de las Leyes Orgánicas de los Estatutos de Autonomía de las dos ciudades.

 -¿Cómo fue la negociación con los socialistas sobre el Estatuto de Autonomía?

-La negociación yo creo que tuvo dos caras. Una, la que se inició a nivel local, sobre todo con la representación del Partido Socialista de Melilla, donde hubo demasiada crispación y enfrentamiento. Resultaba muy difícil el entendimiento, quizás por la visceralidad de nuestros planteamientos. La otra fue a nivel nacional, en la que tuve la ocasión de participar directamente, tanto a nivel parlamentario como con los responsables de los dirigentes nacionales. En ese ambiente, alejados quizás del clima de enfrentamiento local, encontramos una mayor inclinación al entendimiento y al consenso entre las dos formaciones políticas más relevantes como eran el Partido Socialista y el Partido Popular. Siempre tuvimos la comprensión y la implicación de nuestros máximos dirigentes, especialmente las de Mariano Rajoy, como Vicesecretario de organización territorial del partido y  la del presidente José María Aznar, al que nunca dejaré de agradecerle su inestimable y decidido apoyo. Melilla y Ceuta se lo reconocieron después en las elecciones.

-¿Tenían una posición más cicatera sobre nuestro régimen de autogobierno? ¿Hubo que pelear mucho?

-Yo creo que en el seno del PSOE de entonces no es que fuera cicatera, es que políticamente no tenían voluntad alguna de aplicar la Disposición Transitoria 5ª de la Constitución. No tenían una posición clara sobre el futuro de las dos ciudades e incluso me atrevería a decir que de su españolidad; era una posición tibia y nada transparente. Eso nos obligó a hacer de los Estatutos de Autonomía el centro de nuestro proyecto político para ambas ciudades. La implicación de los Ayuntamientos de Melilla y Ceuta, que supieron transmitir a toda la ciudadanía el mensaje de que era una lucha legítima y necesaria; la inestimable implicación de los medios de comunicación y la emocionante manifestación en Madrid, el 15 de noviembre de 1991, con la participación de destacados diputados y senadores junto a los alcaldes de los dos Ayuntamientos, fue decisiva para que toda España tomara conciencia de nuestro problema.

-¿Cuáles fueron los puntos de mayor fricción? 

-Hubo varios puntos que yo recuerde, pero por resumirlos creo que dos principalmente: su régimen electoral, que entendíamos no podía ser el de un municipio porque hubiera arrastrado problemas indeseables y por lo tanto la ley electoral debía ser la que preveían los Estatutos de Autonomía, y la capacidad legislativa de la Asamblea, que yo mismo reclamé en la primera moción que defendí en el Senado el 29 de octubre de 1986.

Lo cierto es que no resultaba fácil encajar un municipio en la figura de una comunidad autónoma uniprovincial, como así resultó de los Estatutos aprobados y promulgados en 1995 donde las dos ciudades gozan hoy de pleno autogobierno y capacidad financiera, aunque no de una Asamblea legislativa. La posibilidad de contar con un consejo de gobierno, viceconsejeros y directores generales, el reconocimiento de la iniciativa legislativa o las numerosas transferencias recibidas de competencias estatales, le dan una posición superior a un municipio, aunque inferior a una comunidad autónoma. Fueron los Estatutos posibles, pero con los que se terminó una etapa de incertidumbre para las dos ciudades en la organización territorial del Estado. Y una defensa sin paliativos frente a las pretensiones anexionistas de Marruecos.

-¿Por qué el PP se avino a negociar el estatuto cuando siempre exigió tener capacidad legislativa y un régimen igual al resto de las comunidades autónomas? 

-La dimensión del territorio de las dos ciudades, su carácter fronterizo, y  su especial situación geoestratégica en el norte de África, aconsejaban ser cautos tanto desde el punto de vista del Gobierno como de la oposición. Hoy puedo decir que no fue tampoco fácil convencer a nuestro propio partido, pero fue un trabajo concienzudo y muy bien argumentado el que llevó a Aznar a apoyarnos sin ningún tipo de reservas, lo que supuso renunciar a posiciones maximalistas para obtener el mayor grado de autogobierno y, sobre todo, no quedar descolgados de la organización jurídica y territorial del Estado.

-¿Qué piensa cuando el Supremo anula cualquier intención de Melilla de asemejarse a las comunidades autónomas? Me refiero, por ejemplo, a que no pueda haber consejeros que no sean electos…

-El Tribunal Supremo argumenta jurídicamente que la condición de los presidentes de las Asambleas de Ceuta y Melilla sigue siendo la de alcaldes y los diputados de concejales y por lo tanto les es aplicable el régimen de las Corporaciones locales con arreglo a la especificidad del Estatuto. Me viene a la memoria y a título de reconocimiento, el que fuera un gran artífice de los Estatutos de Autonomía, Alfredo Meca (q.e.p.d), secretario general entonces del Ayuntamiento y fino jurista,  que  contribuyó decisivamente a su redacción.  El Supremo no puede argumentar sobre intenciones sino sobre el contenido de la ley y son las reglas del Estado de Derecho que debemos acatar.

-¿Piensa que Melilla debe exigir una reforma de su Estatuto para profundizar en su régimen de autogobierno?

-No es mi papel hoy opinar sobre una posible reforma del Estatuto. Creo que eso deben valorarlo y acometerlo, en su caso, sus representantes políticos y de acuerdo con la experiencia de estos años de su aplicación. Melilla ha experimentado un gran avance en su integración absoluta en la organización del Estado y eso le permite ser tratada al mismo nivel que una Comunidad Autónoma en el ámbito de su representación. La Ciudad ha sufrido una fuerte transformación urbanística gracias a los fondos europeos y a las inversiones del Estado. Las visitas de las máximas autoridades son constantes y la imagen pública de la ciudad ha mejorado mucho con respecto a aquellos años de batallas políticas para alcanzar el Estatuto de Autonomía del que hoy disfrutan los melillenses. Por cierto, un tiempo aquel, en el que también fuimos injustamente tratados e incomprendidos por muchos medios de comunicación nacionales, hoy felizmente superado.

 

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