Imagen: El Faro.
Si hay un producto que no falta estos días en las casas musulmanas son los dátiles, protagonistas a la hora de romper el ayuno junto a otras exquisitas viandas. Así que esta mañana nos hemos acercado hasta el Mercado Central para saber si, coincidiendo con el mes sagrado del Ramadán, las ventas de este producto han subido y la respuesta es afirmativa.
Mohamed, uno de los vendedores en este espacio nos comenta que “en esta época suelo vender diariamente 20 cajas de un kilo de dátiles a un precio de 4 euros”.
Si después usted, prefiere unos dátiles más especiales por su tamaño pueden optar por una caja al precio de 10 euros.
Cada persona suele comer en Ramadán entre 1 y 3 dátiles en adelante, pero siempre en número impar. Es decir, el Islam no permite tomar 2, 4 ó 6 frutos.
Cada familia es un mundo, pero una de las clientas del Mercado Central nos comentaba que en su casa su marido toma uno, porque tiene diabetes, otro familiar 3 y ella 7, pero son cantidades que pueden variar: “en nuestra casa los tomamos en número impar por una cuestión de religión, pero cada familia puede degustarlos a su manera sin ningún problema”.
Pese a que Marruecos es un país rico en este fruto, los que se importan a Melilla proceden de Argelia, debido a los problemas fronterizos.
En nuestra ciudad cada caja cuesta una media de 5 euros, en Marruecos poco más de 2 euros y en Argelia 1 euro.
El dátil y el ayuno
El dátil es ingrediente obligatorio de la mesa del ‘iftar’ (el desayuno de la ruptura), generalmente junto a huevos y leche, y según las latitudes, vienen además acompañados de sopas caloríficas, carnes, dulces y toda suerte de pasteles y zumos de fruta.
Es en Ramadán cuando los supermercados dedican pasillos enteros a los dátiles, desde los modestos ‘deglet nour’, de Argelia y Túnez, de forma alargada y que se venden todavía pegados a la ramita donde crecieron, hasta los famosos ‘medjoul’, carnosos y oscuros, cuyo precio alcanza fácilmente los 10 euros el kilo.
¿Por qué el dátil tiene tamaña popularidad entre los musulmanes?
Hay una idea muy extendida entre los musulmanes que dice que el profeta Mahoma siempre rompía el ayuno con dátiles; a él se le atribuye un dicho que reza «Una casa sin dátiles es una casa donde se pasa hambre».
De la multitud de dichos atribuidos a Mahoma, varios se refieren a los dátiles, como éste, que al parecer circula sin la menor base científica, que subraya que no basta comer cualquier cantidad de dátiles, sino que su número debe ser impar.
Una cosa es cierta: en el Corán, el dátil aparece mencionado en más de veinte ocasiones, una de ellas en la azora dedicada a María, la madre de Jesús.
Según el libro sagrado musulmán, María se puso de parto no en un portal de Belén, sino en el desierto o en un oasis. Se sintió desfallecer y se apoyó en el tronco de una palmera.
Una voz la sacó de su abatimiento. Dios le hablaba: 2¡No te entristezcas, tu Señor ha puesto un arroyo a tus pies. Sacude hacia ti el tronco de la palmera y caerán dátiles maduros y frescos. Come, pues, y bebe, y alegra tus ojos”.
La palmera y el Islam
Si los argumentos religiosos son importantes, están además las evidencias geográficas: la palmera datilera apareció en el mundo hace 5.000 años en Mesopotamia (actual Irak), es decir, muy cerca de La Meca y los lugares santos del Islam.
La palmera prosperó en zonas áridas y semiáridas porque es un árbol que necesita muy poca agua para crecer, mientras que requiere de muchas horas de sol. Es, junto al olivo, uno de los árboles ‘con menos sed’, y no por casualidad el dátil y el aceite de oliva van intrínsecamente ligados a las culturas desérticas donde primero se expandió el islam.
La FAO (organización de la ONU para la alimentación y la agricultura) calcula que la producción mundial de dátiles es de 8,5 millones de toneladas anuales; pues bien, el 95 % de esta producción se concentra en el norte de África y Oriente Medio, en una larga franja que va de Marruecos hasta Pakistán.
Si se compara el mapa de la palmera datilera con el mapa de la expansión del islam, la coincidencia es casi total. Hay que imaginar que antes de la globalización, que derribó barreras y puso el dátil (como la piña o el mango) al alcance de cualquiera, el dátil era el fruto más accesible (y asequible) en los territorios del Islam.
El dátil tiene además una virtud: puede irse secando, pero no se pudre, por lo que es comestible durante varios meses, y dado que el ramadán es una fecha móvil al regirse por el calendario lunar, su disponibilidad estaba siempre garantizada.
Azúcares beneficiosos
Están, por último, los argumentos puramente alimentarios: tras las largas horas de ayuno, el cuerpo humano sufre una gran descompensación de glucosa, tanto que el ayuno está desaconsejado para los diabéticos.
No es casual que en las mesas de ruptura de Ramadán abunden los alimentos dulces e hipercalóricos, porque responden a esa necesidad, consciente o no, de compensar al cuerpo con todo el azúcar que se le ha negado durante las horas de ayuno.
De entre todos los alimentos que contienen azúcar, el dátil tiene una ventaja sobre los demás: está lleno de azúcares naturales, no refinados. Y además son ricos en hierro, potasio, calcio y magnesio, así como una fuente importante de fibra.
Todos los consejos sobre la alimentación en Ramadán inciden en que los menús deben ser variados e incluir fruta por sus cualidades hidratantes, al tiempo que debe reducirse el consumo de carne roja y de grasa, tan populares en las gastronomías de todo el orbe islámico.
Pero si la fruta fresca es un producto caro, o escaso según las estaciones del año, no pasa así con el dátil, que contiene por sí solo muchas de las propiedades de otros alimentos, y está al alcance de cualquier bolsillo, al menos en sus versiones más modestas.
En otras palabras, y por utilizar un concepto contemporáneo: el dátil bien merece el nombre de superalimento.
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