Cuando observamos en invierno a los correlimos tridáctilos (Calidris alba) mientras persiguen incansablemente los pequeños crustáceos que viven en la zona intermareal, nada en ellos nos hace sospechar que estamos ante una de las aves más cosmopolitas y viajeras del mundo.
Su cuerpo es pequeño y sus patas cortas, con tres dedos (de ahí su nombre), y, aunque muestran gran habilidad y destreza mientras capturan las pulgas de agua que saltan en la orilla, su aspecto es bastante frágil. Ciertamente, su imagen no es la que esperamos de un campeón capaz de recorrer miles de kilómetros, desde sus áreas de cría, situadas en las lindes del Círculo Polar Ártico, hasta las orillas de las playas y lagunas litorales de medio mundo, llegando incluso hasta la zona sur del planeta, a lugares tan lejanos de la tundra como Australia o Nueva Zelanda.
En Europa y el norte de África suele ocupar las orillas atlánticas. De hecho, son muy pocos los enclaves litorales mediterráneos en los que se puede observar al correlimos tridáctilo.
Uno de estos enclaves afortunados es la Mar Chica, donde el correlimos tiene a su disposición muchos kilómetros de orilla a uno y otro lado de la gran barra de arena que cierra la laguna. Excepto en los meses de verano, durante los cuales el correlimos tridáctilo se marcha a la lejana tundra para criar, podemos verlo formando pequeños grupos en diversos lugares de la laguna. La orilla de la Mar Chica que da a mar abierto es de arena fina, y la que da a la laguna es limosa, y estas dos cualidades son las más idóneas para las presas preferidas de los correlimos.
No es raro observarlos de vez en cuando en Melilla, cerca del estuario del río de Oro donde, al igual que en la Mar Chica, alternan sus andanzas por la orilla de la playa con visitas a las orillas fangosas del río, sobre todo después de alguna riada, que aumenta exponencialmente la disponibilidad de alimento.
El lugar más idóneo para encontrarlos, si las condiciones del mar son buenas, es la línea de playa en la que rompen las olas. Allí capturan sobre todo pulgas de agua (Talitrus saltator), unos pequeños crustáceos que parecen pequeñas gambas -de hecho, están emparentados con ellas- y que abundan especialmente en estas ricas aguas. Los correlimos las capturan con mucha rapidez justo en la zona que deja el mar al retirarse después de romper las olas, y durante el instante que queda ese espacio libre de agua entre ola y ola.
Cuando se alimentan en la orilla interior buscan las zonas de la orilla menos profundas, como los pequeños bancos que se forman cuando baja la marea en la parte menos profunda de la laguna. Aquí, a diferencia de la playa, no persiguen a las saltarinas pulgas de agua, sino que buscan sus presas, pequeños invertebrados, clavando su corto y fuerte pico en el limo.
Por otro lado, los chorlitejos patinegros (Charadrius alexandrinus) suelen acompañar con mucha frecuencia a los correlimos mientras se alimentan. Aunque son de aspecto similar, se diferencian entre ellos principalmente por las marcas oscuras del rostros de los chorlitejos. No es raro ver grupos de chorlitejos y correlimos, o algún chorlitejo despistado dentro de un grupo de correlimos, correteando por las arenas de la Mar Chica. Con la abundancia de alimento y de espacio, no hay razones para llevarse mal.
Asimismo, son aves muy inquietas mientras se encuentran de caza. En cuanto algo las intranquiliza, levantan el vuelo al unísono y realizan un corto desplazamiento en perfecta formación de vuelo hacia otro lugar de la orilla. Una de las características que identifican a los correlimos como pertenecientes al orden de los caradriformes son las bandas blancas que destacan en su plumaje cuando están en vuelo, tal como ocurre con otras muchas especies de este orden, como vuelvepiedras y ostreros.
A ciertas horas del día se les puede observar mientras descansan y dormitan en zonas alejadas de las orillas, y donde confían en su camuflaje para no ser molestados. Son los mejores momentos para aproximarse a estas aves y observarlas con detalle, pues en esos instantes se muestran mucho más confiadas.
El plumaje de los correlimos mientras está en tierra es bastante discreto, para mimetizarse en su hábitat, donde priman los colores suaves. Es que, las llamativas bandas blancas que rompen con la discreción del plumaje del correlimos y lo hacen destacar en el cielo de la laguna mientras están en vuelo, pretenden precisamente llamar la atención de sus congéneres, como un aviso de peligro que mandan estas aves a la vez que huyen de este supuesto peligro. Al volar en grupo, el efecto se multiplica por el número de ejemplares que integran el bando, lo que hace de estos cortos vuelos de los correlimos sobre la playa un bonito espectáculo de los muchos que nos brinda la naturaleza de la Mar Chica.
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