Opinión

El corralito de Melilla

Este último domingo previo al Ramadán había colas de más de dos horas a pie, desde antes de las diez de la mañana, para salir de Melilla y entrar en Marruecos. La mayoría de los que aguardaban en la fila iban con el carrito para hacer la compra de frutas y verduras en el mercadillo de Beni Enzar, donde los fresones están a 1,50 euros el kilo frente a los 5 y 6 euros que pagamos por los de invernadero en nuestra ciudad. No olvidemos que compartimos la que probablemente es la frontera con mayor diferencia de renta del planeta, solo superada por la de Corea del Norte y Corea del Sur.

Las largas retenciones en la frontera de este pasado domingo, Día del Padre en España, en ningún caso se pueden imputar a la Policía Nacional. El problema estaba en Marruecos, donde la fila del sellado o control de pasaportes avanzaba con cuentagotas. Y donde, por cierto, se dio un incidente lamentable. Un policía marroquí pidió en chelja y de buenas maneras a la cola que se echara para atrás y una melillense, probablemente harta de esperar, le contestó en árabe que ya estaba bien de pampaneo.

La discusión, en mi opinión interesantísima por su deriva sociolingüística, se salió de la cola y se centró en la lengua en la que se debía dirigir la melillense al agente. Él le reclamó que lo hiciera en tamazigh y ella le contestó que aunque era rifeña prefería hablar en árabe.

El policía marroquí, que seguramente estaba advertido de no protagonizar incidentes con ciudadanos españoles, la dio por incorregible e ignoró la performance, entre chusma y muy chusma, que le montó la melillense en un abrir y cerrar de ojos, haciendo aspavientos con los brazos y avanzando de forma temeraria hacia el agente. Su actitud dejó a casi todos en la cola rubios de ojos verdes y pegados a la pared.

Pero como todos sabemos, dos no discuten si uno no quiere. Ante la imperturbabilidad del agente, ahí se acabó una discusión que desvela hasta qué punto se nos ha colado en Melilla el sentimiento promarroquí y la imposición del árabe sobre la lengua rifeña. La escena me recordó el título de una película cubana ochentera: "Los pájaros tirándole a la escopeta".

El domingo, para entrar en España, desde Marruecos, la fila de coches era inmensa, pero a pie el trayecto se salvaba en apenas un cuarto de hora. Eso sí, hay que estar pendiente de que el funcionario de turno sella el pasaporte a la salida. Más de uno ha tenido que darse la vuelta al llegar a la frontera española porque en Marruecos se les ha olvidado estampar el sello de salida, algo realmente preocupante si se trata de la documentación de un menor de edad porque a efectos legales consta que ha entrado en Marruecos, pero no ha regresado a España y se ha quedado en Nador. Sin embargo, en la vida real, lo ocurrido responde a un error, seguramente involuntario, de un funcionario harto de estampar sellos, al que se le ha pasado por alto hacer bien su trabajo.

A estas alturas, da la impresión de que las colas de la frontera no tienen remedio en Melilla. Es una situación bastante desagradable para los melillenses y para los marroquíes que, aunque contados con los dedos de una mano, vienen a hacer turismo en nuestra ciudad. De hecho, en la zona de General Marina pueden verse, de vez en cuando, coches de alta gama con matrícula marroquí aparcados cerca del centro. Pero hay que reconocer que no es ni común ni corriente. Es la excepción.

Los propios turistas marroquíes admiten que no tiene mucho sentido cruzar a Melilla a tomar un café que pueden tomarse en Málaga donde, además, les permiten comprar y volver a su país con la maleta llena tras su paso por Plaza Mayor o el centro comercial de Marbella.

Los turistas marroquíes que vienen a Melilla entran y salen de la ciudad como entraron (con las manos vacías) pese a que estamos a punto de celebrar el primer aniversario de la Declaración conjunta de Pedro Sánchez y Mohamed VI en Rabat, según la cual no sólo firmábamos la paz, sino que salvábamos todos los obstáculos que nos impedían reabrir la frontera y la aduana comercial.

Lo primero, pese a las colas, es hoy un hecho. Lo segundo sigue siendo una quimera. El intercambio comercial a través de nuestra frontera es unidireccional. Los melillenses pueden meter en la ciudad hasta 10 kilos de frutas y verduras compradas en Marruecos, pero los marroquíes no pueden comprar ni un Chupa Chups en Melilla porque se lo quitan en la frontera.

No es que no dejen entrar ni un Danone, es que por Melilla circulan testimonios de personas que aseguran que Marruecos les quitado el pan viejo que intentaron pasar para alimentar a las gallinas marroquíes. A la espera estamos de que alguien explique por qué España no reclama a la Unión Europea que exija a Marruecos que levante el corralito sobre Melilla.

Tampoco hay visos de que el Ministerio de Sanidad levante el castigo a Melilla y permita la entrada en la ciudad de pescado y pollo procedentes de Marruecos. De nada sirve que las autoridades marroquíes renuncien al corralito si aquí no permitimos que entre materia prima marroquí a precios competitivos para darle un respiro a la hostelería local y, sobre todo, a las familias que soportan una inflación desbocada.

Según ha explicado la Delegación del Gobierno, eso no ocurrirá hasta que no tengamos la oficina de inspección sanitaria habilitada en el puerto. No sabemos a día de hoy por qué algo que sí se le ha concedido a Ceuta, donde gobierna el PP con el apoyo externo del PSOE, no se nos concede a los melillenses donde gobiernan CpM y PSOE.

Puede que tenga algo que ver el hecho de que el socio mayoritario del Gobierno en la ciudad estará este 22 de marzo en Madrid para protestar por el cierre de la aduana. A día de hoy desconocemos si finalmente la patronal CEME estará en esa manifestación a la que ya tenemos claro que no acudirá Pymes Melilla. Irá Acsemel, que no sabemos bien a quién representa habida cuenta de que las tiendas al por mayor de la frontera han cerrado en su mayoría y las naves parecen a día de hoy un paisaje lunar.

Aprovechando el tirón de la moción de censura de Vox a Pedro Sánchez, allí en Madrid estarán los cepemistas melillenses reclamando que abra la aduana. Esto lo hemos pedido en las Cortes y no hemos conseguido nada porque no depende de España sino de Marruecos. Esto no lo deberíamos pedir nosotros. Lo tendría que haber pedido ya Europa, pero nos han dejado solos ante el peligro.

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