Editorial

El control de la inmigración no lo es todo

Hace unos días, los pescadores gaditanos ponían el grito en el cielo: barcos oficiales procedentes del Peñón los acosaban en aguas españolas que Gibraltar reivindica como propias. Inmediatamente hubo reacción por parte de la Junta de Andalucía, cuyo presidente, Juanma Moreno, pidió al Gobierno en Madrid que hiciera una protesta formal ante el Reino Unido por estas circunstancias que, además, se dan con cierta frecuencia.

El caso es que el Ministerio de Asuntos Exteriores, efectivamente, elevó la queja diplomática correspondiente para dejar claro a los británicos que España no piensa tolerar determinadas actitudes de sus amigos los gibraltareños.

La comparación con la situación de Melilla y el constante acoso marroquí es que sale sola. Marruecos incluye a las dos ciudades autónomas en su mapa oficial de la web de la Embajada, el presidente melillense, Juan José Imbroda, pide una protesta formal y Albares, como el resto del Gobierno, mira hacia otro lado. Con decir que Melilla es España y punto piensan que lo tienen todo ganado. Y no.

¿Se imaginan qué habría hecho el Reino Unido si a España se le ocurre meter a Gibraltar dentro de su mapa oficial de la Embajada en Londres? ¿Cuáles habrían sido las consecuencias? Seguro que no se hubiesen conformado con una protesta diplomática sino que incluso habrían llamado a consultas al embajador español y peligrarían las buenas relaciones entre los dos estados.

¿Qué hace España ante Marruecos? Absolutamente nada. Bueno sí, ahora sale Albares diciendo que es un “éxito” cómo se va cumpliendo la ‘hoja de ruta’ con las autoridades marroquíes, una ‘hoja de ruta’ que deben conocer únicamente él y el presidente Sánchez porque no hay nadie capaz de explicar, al menos oficialmente, qué está pasando con la reapertura de la aduana comercial.

Para que vayamos recapitulando. Unos barcos acosan a unos pescadores españoles y falta tiempo para protestar ante los británicos; Marruecos lleva años acosando a Melilla y Ceuta, trata de asfixiarlas económicamente, humilla a sus ciudadanos un día sí y al otro también sin permitir el régimen de viajeros, deja de manifiesto que puede hacer lo que le dé la gana, no cumple los acuerdos pactados en aras de unas mejores relaciones y aquí no abre la boca ni el Tato.

Alguien debería explicarnos por qué este doble rasero, por qué los melillenses siempre son los perjudicados, qué hay detrás de la cesión del Sáhara Occidental para que se trague por todas, para cuándo la reapertura de la aduana comercial, por qué España no obliga a Marruecos a cumplir los acuerdos. Hacen falta explicaciones y son imprescindibles las actuaciones. Melilla está harta de palmaditas en la espalda, de que le digan “sí, claro, eres española” pero después nunca se actúe en consecuencia con contundencia y efectividad.

El ministro Albares está contento por dice que gracias a Marruecos hay menos inmigración. Eso está bien y se aplaude pero que no olvide el titular de Exteriores que la inmigración no lo es todo.

 

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