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El castillo árabe de La Concepción (y III)

En el preámbulo del Plan Especial para Melilla La Vieja y sus recintos fortificados leemos esto.

  “En lo más alto del peñón rocoso……. en el lugar denominado de La Concepción, donde se ha señalado, de forma insistente pero sin prueba documental alguna, que estuvo el castillo o alcazaba prehispánica”.
Prehispánica  o medieval son los adjetivos empleados siempre para eludir de manera claras las dos palabras prohibidas, a saber: “musulmana y árabe”. Esto sí es un recurso que se utiliza de modo insistente y constante a partir de 1980, para encubrir la realidad musulmana de Melilla previa a la conquista española de 1496/97. Esto es algo tan innegable que hasta el propio Mir Berlanga  (anterior Cronista y gran fabulador de la Melilla Hispánica), debe reconocer en su obra ‘Melilla en los pasados siglos’ que: “Melilla tuvo que ser reconstruida de nuevo y en el mismo lugar que ocuparon púnicos, romanos y árabes, utilizando para ello los mismo materiales procedentes de las ruinas que encontraron”, de la Melilla musulmana. Osea que tanto el ladrillo rojo como gran parte de los sillares de piedra que están siendo eliminados y recubiertos, sin estudios previos, sin análisis de materiales, por esa piedra uniforme y mixtificadora, son los procedentes de la Melilla musulmana, en al menos un 50 por ciento del material.
Toda esa información se está perdiendo de modo deliberado y sistemático y ya será irrecuperable, aunque quizá lo que se busque sea eso. La Melilla española fue edificada en el mismo lugar en que estaba la anterior, porque en las ciudades se suceden los períodos históricos y porque la principal cantera de materiales para una ciudad es la precedente, salvo las de nueva fundación, y esto es una afirmación absolutamente científica.
Una característica de los árabes es que apenas fundaron nuevas ciudades a lo largo de toda su expansión y conquista, tanto del Norte de África como de Hispania y siempre preferían establecerse sobre las existentes.
En cuanto a lo de afirmar sin prueba documental alguna, tampoco, pues la cita sobre la que se afirma la existencia de un antiguo castillo en el lugar de La Concepción procede del Veedor de La Plaza y melillense Juan Antonio de Estrada, en su obra ‘Población General de España’, publicada en 1768. Es de suponer que en la mitad del siglo XVIII los restos de las antiguas edificaciones árabes estuviesen más a la vista y más localizables que ahora y fuese todo más evidente.
Lo que sí puede afirmarse es que se niega sin prueba documental en contra la existencia de restos de edificaciones de la Melilla musulmana en el peñón rocoso, lugar sólo vedado a la edificación española hasta la fecha. Lo que también puede afirmarse es que la pretendida exactitud de los planos elaborados por los militares e ingenieros de los dos primeros siglos de la conquista, es sólo eso, pretendida.
Es un hecho innegable que no reconocieron ni dibujaron obra alguna preexistente a la llegada de los españoles, lo cual es absolutamente imposible y nos situaría ante una disyuntiva o lo omitieron de modo deliberado o si lo dibujaron y reconocieron fue hecho desaparecer o está guardado bajo siete llaves y sólo al acceso de los elegidos. Sea cual sea la respuesta a esta disyuntiva, la realidad es que hay que reelaborar entera la historia de Melilla, hasta ahora solo fabulada y fabulosa.                                                           
     Manuel Álvarez Vázquez, en su estudio sobre la participación de Martín de Bocanegra en la conquista de Melilla, publicado en el nº 22 de la revista Aldaba de la UNED dice: ‘Con frecuencia, cuando un determinado ámbito de investigación está agotado, puede resultar útil la introducción de nuevas perspectivas y ciertas dosis de imaginación que permitan encauzar la investigación futura por nuevos derroteros’.
A este respecto parece que mientras la investigación histórica sobre Melilla esté regida sólo por dos personas y el acceso a la documentación sea tan férreo y sólo reservado a los bendecidos por La Nomenclatura cultural, el futuro para la investigación independiente y abierta parece bastante desalentador. Baste sólo recordar que en 2008 se presentó a bombo y platillo en El Salón Dorado un libro ‘Los alguaciles de Melilla’, que pretendía  afirmar no sólo que Melilla no había sido conquistada sino que además había sido entregada a los Reyes Católicos por sus propios habitantes.
Como conclusión de esta trilogía  debe extraerse que lo que debe tirarse abajo no se hace, la antigua casa del farero y que  lo que debe buscarse y conservarse no se hace, como el material antiguo y original de las murallas. Esperemos que los entramados de ladrillo en forma de cola de pez, existentes tanto en las troneras como en algunos escalones no acabe desapareciendo y siendo sustituido por cualquier falsificación.

E. Delgado

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