El nombre de “cardo” se le suele aplicar a cualquier especie de planta que tenga espinas para protegerse. Son llamadas por tanto con el mismo nombre especies que tienen muy poco que ver entre sí, de géneros distintos e incluso de distinta familia. La mayoría de los cardos suelen pertenecer a la extensa familia de las Compuestas o Asteráceas, y dentro de las Asteráceas pertenecen a géneros específicos como Carduus, Carthamus, Cynara, Centaurea, Carlina, Scolymus, Echium o Silybum; como suele ocurrir, a pesar de que el nombre de “cardo” se utilice la mayoría de las veces con tono despectivo y como queriéndose referir a una planta sin ningún tipo de aprovechamiento, muchos de los géneros arriba citados contienen especies muy conocidas y utilizadas por el hombre, como la alcachofa (Cynara scolymus), las tagarninas (Scolymus hispanicus) o el cardo mariano (Silybum marianum), especialmente abundante en el extrarradio de Melilla y que además posee unas propiedades medicinales conocidas desde antiguo.
El cardo amatista (Eryngium amethystinum) está dentro del escaso grupo de plantas a las que se les aplica la denominación de “cardo” y sin embargo no pertenecen a la familia de las Asteráceas, sino a una familia con características muy diferentes, las Umbelíferas o Apiáceas, a la que pertenecen plantas tan conocidas como el perejil (Petroselinum crispum), el apio (Apium graveolens) y las zanahorias (Daucus carota). El nombre de esta familia, Umbeliferae, hace alusión a que la mayoría de las especies que la componen tienen una flor en forma de sombrilla, lo que en términos botánicos se denomina “umbela”; sin embargo el cardo amatista recuerda mucho por su aspecto a una asterácea típica. Su flor, a diferencia de la del resto de umbelíferas, tiene forma de estrella, precisamente la característica principal de las Asteráceas y la razón de que esta familia se llame así. También posee espinas en sus hojas, una peculiaridad extraña dentro de las Umbelíferas, como ya habíamos comentado, y que está casi exclusivamente reservada dentro de las Umbelíferas a las especies del género Eryngium, a las que se suele llamar “cardos corredores”.
Aunque el cardo amatista está dentro del grupo de los citados cardos corredores, su curioso color azul le ha proporcionado un nombre propio que lo diferencia de sus parientes. Efectivamente, es una cualidad que la hace destacar entre la agostada vegetación de las laderas en las que suele crecer esta especie. No es muy abundante, y en nuestra zona su presencia se limita a ciertos barrancos del cabo Tres Forcas con poca influencia humana, pues sus requerimientos ecológicos exigen que su hábitat no esté degradado. Sobreviven a las duras condiciones de su entorno gracias a distintas adaptaciones, entre las que destacan sus raíces, especialmente profundas. A pesar de que el cardo amatista raramente supera los 50 centímetros de altura, sus raíces pueden llegar a tener cinco metros de longitud, y consiguen que la planta alcance los recursos necesarios para sobrevivir en los entornos más duros.
El cardo amatista, como la mayoría de las plantas del género Eryngium, tiene propiedades medicinales muy beneficiosas, y empleadas aún hoy en día. Son especialmente conocidos por sus efectos los aceites esenciales que se extraen de estas plantas, y en la medicina actual se aprovechan sus propiedades para combatir distintas enfermedades como bronquitis y problemas renales.
Es especialmente gratificante encontrar una de estas curiosas plantas, con su llamativo color azul, mientras se asciende por algunos de los barrancos de Tres Forcas donde habitan. Esperemos que el buen estado de conservación de estos espacios nos permita seguir sorprendiéndonos con su presencia en el futuro.
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