La Guardia Civil anunció ayer que en lo que llevamos de año ha detectado más entradas de inmigrantes en dobles fondos de vehículos (33) por el paso fronterizo de Beni Enzar, que en todo el año pasado (29). Eso quiere decir dos cosas: Que la vigilancia y el control aduaneros son más eficaces y que ese método de entrada ilegal en España es cada vez más utilizado por las mafias, que cobran entre 2.500 y 4.000 euros a las personas que intentan llegar a Melilla utilizando esa vía. Paralelamente tenemos la queja de las asociaciones de vecinos de El Pueblo, que han visto cómo en las últimas semanas la zona se ha llenado de polizones que aguardan su momento para subir a un barco y pasar a la península. Lo peor es que cuando ese momento se retrasa, los residentes en Melilla La Vieja empiezan a notarlo porque les desvalijan los coches. A eso hay que sumarle la presión migratoria que a primeros de año vivió la doble alambrada, si bien es cierto que en las últimas semanas la valla ha vivido una calma chicha con avistamientos de grupos de subsaharianos, pero sin ninguna entrada consumada. Cabe pensar que algo hemos avanzado y que puede que sea verdad que Marruecos colabora, pero no nos engañemos. El verano está a la vuelta de la esquina y con los calores de julio, es de esperar que aumenten los asaltos al perímetro fronterizo y las llegadas de pateras. Resolver el problema de la inmigración en Melilla sigue siendo la asignatura pendiente de Europa. Las cosas están saliendo bien, de momento, porque guardias civiles, policías nacionales y gendarmes marroquíes se están dejando la piel en la frontera. Pero el dinero de las fronteras inteligentes brilla por su ausencia y los arreglos prometidos van para largo. Crucemos los dedos para que lo peor no esté por venir.