Se llama Mohamed Botassa y es camarero marroquí –orgulloso de ser camarero y orgulloso de ser marroquí– que trabaja en Melilla.
Larga vida a Marruecos, el Marruecos que todos queremos. Sus años de barra, de mesas, de higiene le han permitido un nivel de vida, bien ganado, en el vecino y amigo reino. Mohamed es un chinche porque te atiende cuando le da la gana; pero te atiende con cariño y afecto. Mohamed tiene clase y se le nota. Cuando en las madrugadas del domingo se presentan 20 borrachuzos procedentes del Puerto Deportivo, tiene resuelto el problema en cuestión de segundos. Lo sé porque lo he visto, hial-la, koubed barra y se acabó la historia
La cafetería es la del ‘Puente del Mineral’, o bien ‘La Oficina’, para quienes no salen de allí ni con agua caliente. Está frente a la Jefatura Superior de Policía y su clientela –por esta razón– sabe que, de desvaríos los mínimos. Lugar de encanto y no tiene nada del otro mundo, sino la atención al cliente, caramba, la atención al cliente, pues no es nada eso, qué bárbaro. En temporadas de medianías, de desinterés, poder presumir de atención al cliente es mucho.
Pero no vengo a hablar de servicios hosteleros, sino de corazones. Mohamed es uno de los principales dirigentes de ‘Asotiation du Mar Chica’. No, no es una institución dedicada al turismo ni nada parecido, es una oenegé marroquí que se encarga desde Nador, Segangan, la Mar Chica, toda la provincia nadorí, vaya, de preocuparse por los más pequeños y sus carencias.
Trabajan con la Asociación de Diabéticos Melillenses (Adimel), se van a llevar, de hecho, a un grupito de niños diabéticos de la ciudad para que conozcan a sus compañeros de Nador.
Quieren progresar en material de educación infantil y en el campo de la educación y se dejan el pellejo, cuando el tiempo de trabajo se lo permite, en labores sociales y, además, en un país, el suyo, el de Mohamed, en el que nada es fácil, sobre todo en cuestión de humanidades o humanitarismo. Lo están haciendo a las mil maravillas, están triunfando y el modesto camarero encargado del Puente del Mineral, lo sabe a pies juntillas.
Hermoso proyecto que está a punto de ver la luz con intercambios humanos entre Nador y Melilla, seres humanos que necesitan conocerse e intercambiar en asuntos de educación y salud. Él, Mohamed, seguirá con su polo del ‘Puente del Mineral’, poniendo cafés, tostadas y lo que haga falta, con la sonrisa en los labios, pero una sonrisa blanca, transparente como su alma sincera de ser humano y humanitario.
Es la imagen del antiguo sheriff del pueblo. El ser humanitario que imparte justicia equilibrada y ponderada. Con su sempiterno bigote, su blanca dentadura, su ir y venir por los pocos metros de la cafetería, Mohamed esconde –pero no puede disimularlo– su vocación de cooperante social, de gente que, de forma desinteresada, de forma solidaria, dedica su tiempo libre –poco– a hacer bien a los demás.
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