Cierto es que las decisiones del entrenador del Real Madrid no suelen dejar indiferente a nadie y ejemplos de ello los hay por un tubo. Pero el problema no surge cuando alguien dice o comenta algo por convicción sino cuando el personaje de turno lo hace por fastidiar al prójimo o creyendo que es el más listo de la clase, pensando que los demás somos tontos o gilipollas.
No soy un seguidor del equipo madridista y por eso puedo tener una visión algo desvirtuada de la realidad que rodea a la entidad merengue, pero lo que tengo claro es que Iker Casillas es, sin temor a equivocarme, uno de los mejores porteros del mundo si no el mejor, y que su actual entrenador también está en el ‘Top ten’ de turno, considerado como uno de los diez mejores entrenadores del mundo y ocupando el ‘number one’ en cuanto a los que más cobran.
Pero el auto considerado ‘The Special One’ tiene por norma ‘liarla’ cuando ve que se aproxima el final de una etapa, como probablemente estamos viviendo desde hace algún tiempo. Ya lo hizo cuando era máximo responsable técnico del Chelsea y de forma parecida cuando quemó su etapa en el Inter. Ahora toca hacer lo propio en un club de la grandeza del Real Madrid, pero, a pesar del poder casi absoluto que el máximo mandatario blanco depositó en él, al portugués le ha venido inmenso digerir el formar parte de quizá, muy a mi pesar, mejor club del planeta. Eso sí, a muy poca distancia de otro gigante como el FC Barcelona. Recientemente apareció un estudio llevado a cabo por los investigadores españoles Emilio Gómez y Elvira Salazar, de la Universidad de Granada, en el que se ha comprobado que la nariz delata a las personas cuando mienten. No crece, como le ocurre a la creación de Geppetto en el cuento del italiano Carlo Collodi, pero lo que sí hace es cambiar de temperatura. Hecho que se ha podido comprobar utilizando la técnica de la termografía.
Uno puede tener más o menos fe en las técnicas depuradas y en los descubrimientos que llevan a cabo gente tan preparada y cualificada como los científicos, pero lo que a uno normalmente no le suele fallar es el instinto, y mi instinto me dijo en su día que Mourinho mentía cuando hizo referencia a la baja forma de Iker en comparación con la del joven canterano Adan. Al que, por cierto, flaco favor le ha hecho poniéndolo en el disparadero y sometiéndolo a una presión tan innecesaria como gratuita.
Y es que cuando ‘The Special One’ mete la pata, la mete hasta el corvejón. Ya lo ha hecho en varias ocasiones al fichar a una serie de jugadores que poco o nada han aportado al equipo que busca de manera obsesionada la ‘décima’. Pero es que con Casillas, tres veces campeón de Europa con su club, dos veces campeón de Europa con su país y, para más ‘inri’, campeón del mundo con la selección española, lo que se ha hecho es el ‘harakiri’. El técnico, que igual hasta consigue su tercera Copa de Europa con tres equipos distintos, selló su destino hace un unas semanas en el estadio malagueño de La Rosaleda, donde envió por primera vez en competición oficial a la suplencia al guardameta internacional. Ya le mandó un aviso con ocasión de la disputa de un Trofeo Santiago Bernabéu.
Casillas encajó con cierta flema las acusaciones de ser el ‘chivato’ del vestuario madridista. El cancerbero ha llegado a defender a capa y espada a su entrenador, aunque aquí yo también le hubiera hecho la prueba termográfica, más rápida y creíble que la del polígrafo, pero por lo que no ha pasado es por confirmar su mal momento de forma como ha querido hacer ver su entrenador. “Yo me encuentro bien”, repitió a diestro y siniestro. Mourinho no le perdona al capitán del equipo blanco y de la selección española que mantuviera una línea de diálogo con su homónimo del Barcelona, Xavi Hernández, cuando los tambores de guerra sonaban de manera estrepitosa con motivo de cada enfrentamiento entre el Madrid y el Barcelona. Una vía, la del diálogo, de la que el principal beneficiado ha sido el fútbol español y que ha hecho posible que los clásicos vuelvan a ser eso, partidos intensos y apasionados que cuando acaban sólo dejan lugar a la crítica deportiva y nada más, sin otras historias.
El Bernabéu ya dictó sentencia en el partido que el Madrid disputó frente a la Real Sociedad, pero es que el técnico portugués se ha quedado con el culo al aire a las primeras de cambio. El luso no contaba con que Iker pudiera lesionarse, cosa que desgraciadamente ocurrió, y a las primeras de cambio se firma a un portero de la entidad de Diego López, suplente en el Sevilla, pero con mucha más experiencia que Adam. Quedaba por ver por quién apostaba con ocasión del partido de ida de las semifinales de la Copa del Rey ante el FC Barcelona y, a las primeras de cambio, el crédito del portugués ha quedado en entredicho. Está claro que si Mourinho fuera el protagonista del famoso cuento, la nariz le hubiera crecido una barbaridad y su valedor podría haberle bautizado con el nombre de PiMoucho, aunque en este caso la materia de la que está hecho el preparador luso es mucho más dura que la de la madera de pino.
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