El estado crítico por el que atraviesa la Unión Deportiva Melilla está dando pie a la controversia. Muchos comparten la opinión de que es mejor que el histórico club melillense, decano del Grupo IV de la Segunda División B desaparezca al final de la temporada. Otros, en cambio, abogan por seguir apostando por mantener las constantes vitales de una entidad cuyo estertores anuncian lo que parece inevitable. Habrá tiempo (no sé si mucho) de analizar con detenimiento sobre qué o cuáles motivos han desembocado en la delicada situación en la que se encuentra el club azulino pero para ello hacen falta datos fidedignos que hasta la fecha desconocemos. La información opaca, interesada o no, vertida con conocimiento o desconocimiento de causa, que hemos recibido hasta la fecha, no ayuda precisamente a vislumbrar un panorama halagüeño sino todo lo contrario.
A la Ciudad Autónoma le corresponderá, una vez más, decidir si acaba de raíz con la agonía de este enfermo a punto de entrar en fase terminal o apuesta de manera decisiva, como hasta ahora lo ha hecho, por evitar la desaparición de uno de los iconos de la ciudad como es la UD Melilla. Un club que ha persistido en el tiempo a pesar de lo convulso de su existencia y al que siempre, siempre, los responsables políticos de turno han ayudado a sacar a flote cuando parecía que había tocado fondo.
Quizá el mal endémico del club unionista pueda achacarse a la desacertada o poco afortunada gestión de sus dirigentes. No a los de ahora, ni a los anteriores, ni a los anteriores de los anteriores sino a un cúmulo de circunstancias que han perdurado en el tiempo motivado, posiblemente, por el poco control administrativo efectuado a una gestión amateur o, a lo sumo, semiprofesional que es la que ha imperado por los siglos de los siglos en la entidad con sede en la Explanada de Camellos.
Hasta ahora, el final de la película siempre ha sido el mismo. La Ciudad, independientemente del Gobierno de la misma, ha puesto el remedio necesario para curar al enfermo. La medicina, el dinero en este caso, cura casi todos los males, pero un buen médico no es aquél que te da sólo la medicina sino el que te indica cómo administrarla y, sobre todo, el que realiza un riguroso control y seguimiento del paciente.
Llegado el caso, ojalá que no, al final tendremos que echar mano del sabio e inigualable refranero español: ‘Entre todos la mataron y ella sola se murió’. Sin duda, una frase lapidaria que vendrá como anillo al dedo cuando los hechos se consuman (por cierto, y dicho sea de paso, ese iba a ser el titular de este Avispero). Para entonces, tomen nota por aquello de la exclusiva, y si seguimos al pie del cañón, porque esto de la continuidad nunca se sabe, anticipo que echaré mano del título de aquella novela inmortal escrita por el colombiano Gabriel García Márquez (Premio Nobel de Literatura en 1982) ‘Crónica de una muerte anunciada”. Les recomiendo su lectura y así de paso me ahorro la sinopsis.
No quisiera seguir avanzando en este artículo de opinión sin hacer antes una mención especial al presidente actual de la UD Melilla, Cristóbal Sánchez Sampalo. Un hombre trabajador donde los haya y que desborda optimismo por doquier y al que nadie le puede negar su dedicación y esfuerzo al frente de la nave azulina. Cristóbal, que nunca ha eludido su responsabilidad en la parte que le corresponde de la gestión anterior, se ha encontrado con un 'marrón' de órdago. El dirigente azulino, con sus virtudes y defectos, no ha tenido un respiro a la hora de intentar resolver cuantos problemas, y han sido muchos, le han surgido. Sánchez Sampalo, si no encuentra el apoyo necesario, podría tener el honor de haber sido el último presidente, que no el culpable, de la UD Melilla si ésta desapareciera. Honor que compartiría para la posteridad con el actual Gobierno de la ciudad y sus responsables más implicados.
A pesar de los pesares, es evidente que al club melillense le va mucho mejor en la faceta deportiva. Aspecto en el que goza de una salud si no de hierro, al menos cada vez más fuerte después de la mejoría demostrada en los últimos partidos en los que ha estado a la altura de auténticos gigantes. Los azulinos tumbaron la semana pasada a un líder al que su paso por Álvarez Claro le pasó factura. Hoy se medirán al cuadro que sustituyó al equipo jienense al frente de la tabla clasificatoria, el Almería B. Los de Juan Moya intentarán doblegar a una escuadra joven y vigorosa para mostrar que sus constantes vitales distan mucho del ocaso y así demostrar que ‘este muerto está muy vivo’.
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