El alcalde presidente de Melilla, Eduardo de Castro, aprovechó la tradicional cuestación de la Asociación Española contra el Cáncer para arremeter contra la prensa y, en especial, contra El Faro so pretexto de que su foto en la firma del inicio de un expediente para, en el futuro, abrir una posible oficina de Melilla en Bruselas sale más pequeña en portada que la de Fatima Kaddur, una política musulmana, con pañuelo, debajo de una cruz de mayo, rodeada de mujeres vestidas con trajes de flamenco. Él solo vio a "una señora vestida de flamenca" que, en su opinión, no merecía la imagen principal.
De Castro quiere decirle a los medios qué noticia es más importante y, además, que su fotografía tenga prioridad sobre la diversidad de Melilla. Quiere convencernos de que la apertura de un expediente para una futura oficina en Bruselas es la solución para los problemas que tiene esta ciudad. Sin embargo, en cuatro años, ha sido incapaz de hacer propuestas que repercutan en el bien de todos.
No le bastó a De Castro asegurarse en esta legislatura un inmerecido sueldo de 98.598,77 euros al año, el cuarto más alto entre todos los presidentes autonómicos. Un cargo público del que no se recuerda gestión alguna, ahora miente cuando se refiere a los salarios de los periodistas.
Pese a los momentos difíciles que hemos vivido en estos últimos años, nadie en esta casa ha dejado de cobrar su sueldo con una puntualidad exquisita. Hemos corrido, sin dudas, mejor suerte que los socorristas que se quedaron más de un año sin percibir sus salarios porque la gestión del pago dependía del presidente más inútil que ha tenido la Ciudad Autónoma: Eduardo de Castro.
No es un adjetivo escogido al azar. ¿Qué ha hecho De Castro por Melilla, más allá de embolsarse casi 390.000 euros, más dietas, en una legislatura? En estos cuatro años ha tenido la responsabilidad de gestionar a la Policía Local y a Bomberos y tiene a los dos cuerpos descontentos. De ahí las protestas frente a su despacho en la Asamblea. Gestión, cero. Avance, ninguno. Consenso, ni está ni se le espera.
Comenta De Castro en sus nefastas manifestaciones, de las que se desprende su histórica aversión hacia la prensa, que de aquí "se han ido todos". Otra mentira. En nuestra modesta plantilla tenemos trabajadores con antigüedad superior a 20 años. Es cierto que se nos fue Hayda Ramos. Se marchó de El Faro como responsable de Prensa de Eduardo De Castro y lleva tiempo desaparecida de la Ciudad Autónoma. Vamos a averiguar en qué situación se encuentra.
En su lamentable espectáculo ante la mesa de cuestación de la Asociación Española Contra el Cáncer, Eduardo de Castro se atrevió además a definirse como "institucional". Nadie que respete a la institución que representa monta el circo mediático que ha montado un tránsfuga, que debió dimitir el mismo día que fue expulsado de su partido.
Eduardo de Castro cierra la legislatura lleno de odio, de rencor y de enemigos. En los últimos días ha decidido quemar las naves que no se atrevió a incendiar durante la legislatura, criticando el trabajo de los socios de Gobierno que le han mantenido en el puesto sin aportar nada positivo. ¿Por qué eso que dice ahora no se atrevió a decirlo hace dos años? Porque seguramente no estaría en su sillón.
Lamentablemente para Melilla, la sobriedad no es uno de sus atributos. De Castro ha roto la fachada de moderación con que consiguió su asiento de diputado en la Asamblea y ha terminado convirtiéndose en una triste caricatura del político que quiso ser.
Que un gestor inútil ataque a El Faro dice mucho del trabajo que este periódico está haciendo desde la humildad. No hemos pretendido ser azote de la mediocridad ni de los malos políticos que solo aspiran a asegurarse un sueldo y a vivir de Melilla. Nos hemos limitado a contarlo.
Dice De Castro que los editores de la prensa local están con el PP, pero estamos seguros de que el PP no piensa eso ni de lejos. Tampoco CpM siente que es tratado con privilegios y mucho menos el PSOE. De eso va la imparcialidad. Pero quienes señalaron a la prensa de estar casada con este o aquel partido, se vuelven a equivocar.
La audiencia nos respalda. Nuestro público tiene la última palabra. De Castro ha sido un aborto de la democracia que ha dado sobradas muestras de deslealtad a su partido, a sus votantes y a sus socios de Gobierno. Ahora quiere despedirse atacando a El Faro.
Ya no sorprende a nadie la ligereza con que arremete contra quienes considera sus rivales. Él vino a facturar a la Ciudad Autónoma. Facturó y ahora quiere marcharse pisándole la cabeza a quienes no compartimos su opinión.
Personajes como De Castro nos demuestran que no podemos dar por hecho que la democracia está a salvo. Tenemos que defenderla de quienes con un solo diputado terminan gobernando, aprovechándose del sistema y, encima, se sienten con derecho a atacar a la prensa.
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