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Dos moteros melillenses atrapados en Camerún: de pedirles fotos a gritarles “corona”

A finales de enero no había carretera ni frontera que parara a dos aventureros melillenses que querían cruzar África de Norte a Sur. Este alucinante viaje lo ha paralizado el coronavirus. Salvador Gallego de Andrés y Jorge Marcos Bravo se encuentran bien en Camerún acogidos por un empresario italiano llamado Luigi, pero en algunos momentos estos días de atrás han sentido miedo por sus vidas. En este país todo el mundo en las aldeas va con machete, los necesitan para trabajar en el campo o la selva, y cuando veían a dos blancos les gritaban: “corona, corona”. Se sintieron amenazados y al volver a la capital del país encontraron más paz y más tolerancia por los locales. En las afueras de la urbe, ha calado en la población el discurso racista de que el blanco es el que trae un virus y no los quieren. En pocos días han pasado de hacerse fotos con todas las personas que se han encontrado y que les parecía curioso ver a dos blancos en mitad de la montaña a aceptar el alojamiento de un empresario italiano a la espera de que puedan ser trasladados de Camerún a España. Su viaje se acabó.

Salva explicó a El Faro que fue el 22 de enero cuando salieron de Melilla, pero en realidad este viaje comenzó a planificarse en mayo o junio de 2019. De hecho, Jorge salió antes porque tuvo que venir desde Lanzarote hasta nuestra ciudad, donde ambos prepararon la moto y salieron a recorrer África. Comenzaron recorriendo Marruecos, Mauritania y Senegal. Siguieron por Mali, Costa de Marfil y Ghana. Continuaron su camino por Togo y Benín. Luego llegó Nigeria y Camerún.

Han tardado 40 días en hacer todo este recorrido y aseguran que la mayor parte del tiempo que han perdido en el camino ha sido por conseguir las visas para pasar de un país a otro.

Apareció el coronavirus

Salva explicó que antes de llegar a Nigeria empezaron a escuchar algo del coronavirus, pero no le echaron muchas cuentas porque parecía algo más europeo que no les iba a afectar.

Cuando llegaron a Nigeria ya se escuchaba en las televisiones que había que tener cuidado con el virus, aunque sin muchas más indicaciones. Tardaron una semana en pasar este país porque las montañas era muy complicadas para ir con las motos.

Y finalmente llegaron a Camerún y las noticias hablaban ya de cortes de fronteras y de limitaciones de vuelo, aunque pensaban que todas estas medidas iban a llegar más tarde, que iban a tardar un tiempo en llevarse a cabo.

Pero hace una semana el presidente de Camerún anunció estas restricciones, fue el lunes 16 y el martes 17 intentaron pasar al Congo. Cuando llegaron a las montañas de Camerún la gente había cambiado la forma de verles.

El blanco es el problema

“Nos ven como el problema en sí. El hombre blanco trae el virus. Y la actitud de la gente hacia nosotros ha cambiado bastante”, afirmó. Indicó que no se sentían seguros en las montañas y a pesar de haber hecho unos 400 kilómetros de carreteras y pistas, decidieron darse la vuelta. Ya en esta parte del viaje dejaron de ser dos para ser tres: se sumó Chi Yongxin, un motero de China. Los tres tomaron la decisión de volver e ir a la capital de Camerún a Yaundé.

Una vez en la capital conocieron a un empresario italiano, Luigi, que les ha acogido en su villa a 20 kilómetros de Yaundé. Allí están descansando y agradecen mucho la ayuda de este hombre que les ha ofrecido su casa.

El lunes se decretaba que no se podía salir de las casas a menos que se fuera a comprar, como ocurre en Europa, apuntó Salva. Y ayer pudieron ir a la capital y hacer sus compras sin problemas. Se encuentran bien y al confinamiento de estos tres moteros se ha unido una ciclista alemana. En donde están ahora se sienten seguros, al contrario que cuando andaban por las montañas cuando les amenazaban los locales gritando “corona, corona” y llevando un machete que usan para sus trabajos.

A la espera

¿Cuál es la situación actual? Pues se acercaron a la embajada el lunes, donde aseguran que han recibido muy buen trato, y les ofrecieron solicitar asilo. De hecho, sabe de otro español más que está como ellos que cree que iba a solicitar asilo también. Indicó que hay varios europeos esperando una respuesta de sus países.

Que vaya un avión a recogerlos lo ve complicado porque dice que las autoridades camerunesas son muy reacias a que entre ningún avión de Europa. Y si ponen un vuelo de repatriación, tendrán que pagarlo ellos, añadió.

Salva cree que tendrán que estar un mes “encerrados” en Camerún sin poder salir a la calle como en Europa. Afirmó que en la embajada les dijeron que quizás a lo largo de esta semana querían poner un avión para europeos, pero no se lo pueden asegurar.

Un cambio inimaginable

En un par de días todo ha cambiado para ellos, no sólo que tengan que parar el viaje, sino el trato que han recibido.

Salva aseguró que cuando comenzaron esta aventura parecía que eran los pilotos del París Dakar. “Todo el mundo quería hacerse fotos con nosotros, alucinaban cuando contábamos que veníamos desde España con las motos y todo el mundo nos daba besos y abrazos. Ha sido una experiencia brutal. Ha sido la mejor experiencia de mi vida hasta llegar a Camerún y que las autoridades dieran ese mensaje tan extremo a la gente. Eso les ha preocupado y en menos de 24 horas pasas a ser un apestado. Sufres un racismo brutal. La gente nos grita por la calle “corona, corona”. Nos han echado de pueblos y de hoteles. No nos han querido vender gasolina, agua o alimentos y todo esto en un día”, aseguró y por eso tuvieron que huir de las montañas.

No obstante, en la capital las cosas son diferentes. Afirmó que están más acostumbrados a los blancos y saben que el virus viene de Europa y que ellos ya estaban ahí. Subrayó que en la villa en la que están acogidos hay gente trabajando y les saludan sin problemas.

Salva remarcó que, además, no han tenido oportunidad de coger el virus y que se encuentran perfectamente. Lo único que tienen son las heridas y magulladuras de las caídas con las motos.

También indicó que desde que bajaron del Sahara occidental no han pasado por un país con menos de 30 grados. Han sufrido la sequedad del desierto del Sahara y la humedad extrema de la selva.

Paran el viaje

Jorge cogió tres meses de vacaciones y se le acaban a inicios de abril. Debe volver a España a su puesto de trabajo, pero no hay vuelos para poder hacer el regreso. Y Salva explicó que su primera intención, pensando que no iba a durar tanto la situación del virus, era quedarse e intentar llegar a Sudáfrica, su destino final.

Sin embargo, si Camerún cierra un mes, llega la temporada de lluvia. Afirmó que no es una época cualquiera, sino de monzones y de ríos desbordados y caminos imposibles de transitar. Tendría que pasar el Congo, República del Congo y Angola y no le dará tiempo a hacerlo con los monzones encima.

Durante un tiempo ha pensado dejar ahí la moto, en casa de Luigi y volver tras el verano, pero remarcó que lo más sensato ahora es volver a España con la moto porque si la situación va a peor en algunos países africanos podría haber guerras civiles.

A pesar de las magulladuras, los accidentes y estas personas que se encontraron en Camerún que les acusaban de portar el virus, Salva y Jorge aseguran que volverían a emprender esta aventura, aunque ésta volviera a acabar de la misma forma.

40 días de paisajes y gentes “con alma pura”

Diez países africanos en 40 días. Éste ha sido el viaje de dos melillenses que tienen que parar en Camerún su aventura por el coronavirus. Pero han sido unos días de disfrutar de paisajes y también de gentes “maravillosas”.

El viaje lo iniciaron tres motos. Paco Robles, un amigo de los dos, de Salvador Gallego y de Jorge Marcos, les acompañó hasta más abajo de Sidi Ifni, en Marruecos. Cruzar nuestro país vecino fue rápido, aseguró Salva a El Faro.

El Sahara occidental es mágico y alucinante, afirmó. En aquella zona pasaron un par de días con amigos. Y de ahí fueron a Mauritania.

Afirmó que el paso de frontera siempre ha sido un poco caótico, aunque lo han podido resolver bien. Cruzar el desierto de Mauritania fue “brutal”. Y es que se quedaron sin gasolina y tuvieron que pagar mucho mucho dinero por obtenerla. En Senegal llegaron al lago Rosas y no les gustó porque estaba con muchos turistas, pero es un lugar espectacular. En Dakar se dieron cuenta del caos que es una capital en África. Al cruzar de Senegal a Mali optaron por ir hacia el sur para evitar a los terroristas. Fueron directamente hacia Bamako, que es la capital de este último, y allí sacar las visas. “Sacar los visados ha sido una locura también”, afirmó.

Para ir de Bamako hasta Tolú, una playa de Costa de Marfil, cogieron unos 1.000 kilómetros de pistas. Tardaron tres días en llegar, pero fue precioso, subrayó. Confiesa que fue una parte dura para ellos porque acabaron cansados, pero mereció la pena.

Pero a Salva no le cuesta destacar la experiencia tan bonita que se llevan de Costa de Marfil. Afirmó que fue impresionante estar en una playa llamada Tolú y lo calificó de paraíso terrenal. Pidió que imaginemos esas películas en las que salen los paraísos y justo eso era lo que tenían allí. Tres días estuvieron en la playa sin luz, sin agua y sin alimentos. Pero estaban al lado de una comunidad. Su primo estuvo allí hace 30 años y al enseñar a esta gente las fotos de esos tiempos les trataron como si fueran de sus familias. Fue una experiencia única.

En cuanto a la comida, pues han comido ratas. En Costa de Marfil comieron un roedor que es más grande que un gato. Salva dijo que no estaba mal aunque lo bueno era la salsa. “Era peculiar de comer”, afirmó, añadiendo que han comido todo lo que les han puesto por delante. Además, había mangos, piñas y plátanos por el camino.

En Benín conocieron las zonas de los lagos, Ghana no les gustó y Nigeria les pareció muy insegura con una capital que es una “locura” y el GPS les llevó por el peor camino en montaña donde tuvieron muchos problemas para salir.

Pero al margen de los paisajes y de disfrutar conduciendo una moto por parajes increíbles, Salva destacó el trato de la gente. No ya solo de los locales de cada país, sino de los viajeros que han encontrado por el camino. Han entablado amistad con muchos de ellos. “Son gente maravillosa”. Luigi el empresario que les ha acogido en su villa en Camerún.

Pero Kent y Carol, un matrimonio australiano, fueron los primeros que se encontraron en el camino y llevan doce años recorriendo el mundo. Rita y Fernand son dos ciclistas que viajan por África. “Son todos gente con alma pura. No hay otra forma de definirlo”.

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