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Dos melillenses estuvieron en la París-Roubaix

Tras un maratoniano viaje compitieron en una de las cinco mejores carreras del mundo donde estuvieron dos componentes del Club Don Bici.

El pasado domingo, unos 2.652 ciclistas tomaron la salida en una de las pruebas más duras del ciclismo la París-Roubaix, o el Infierno del Norte como la denominan. Es una de las cinco clásicas considerada como monumento ciclista. Entre estos deportistas estuvieron los melillenses José Soria y Filiberto Ontiveros representando a Melilla y a su club DonBici Melilla.
La salida la tomaron a las 04:35 horas para lo que tuvieron que estar a las 00:30 en el velódromo de Roubaix, donde se encontraban los autobuses que los llevarían a la salida.
Esta edición en sus 255 kilómetros, tenía 49 de pavés divididos en 28 tramos donde el diablo hacía su aparición en forma de pavés. Un terreno que te hacía temblar todo telcuerpo y cuando salía de él los dedos se quedaban engarrotados no pudiendo abrir la mano hasta segundos después. La climatología quiso que la marcha fuera épica, la lluvia hizo acto de presencia durante toda la marcha, los tramos de adoquín mojado y llenos de barro supuso que fueran verdaderas pistas de patinajes, donde mantener el equilibrio era difícil, el bosque de Arenberg lo atravesaron bajo una fuerte lluvia lo que supuso que saliera de sus 2.400 metros llenos de barro. Sin embargo, los ciclistas lo afrontaron con toda la ilusión del mundo,esa que tienen  unos pocos que les lleva a hacer este tipo de locuras.
La dureza al pasar por estos tramos es indescriptible, hay profesionales que no  quieren participar en ella, pero como dicen la Paris-Roubaix no necesita a los ciclistas son ellos los que la necesitan. Hay trucos para soportar mejor su paso pero la verdad es que nada puede minimizar esos impactos que te sacuden y torturan todo el cuerpo. La única solución es seguir pedaleando y pasar cuanto antes. Tiemblan las manos, los brazos el cuerpo entero, mirando para adelante para buscar esa salida del infierno y pedaleas con ese único objetivo, llegar al final del tramo. Conforme la carrera avanzaba los tramos de pavés son más continuos y más despiadados, el cuerpo cada vez se va castigando más y llega otro tramo y otro, normalmente cuando llevas más de 200 km en las piernas, estas están cargadas y  molestan, pero aquí las piernas no  duelen, lo que te duele es el resto del cuerpo, al final cuando llegas a Roubaix hay un tramo de pavés de 300 metros, que es de homenaje a todos los campeones que han ganado en alguna edición, sus nombres figuran en el suelo, sales de este tramo y entras en el velódromo a través de un pasillo de gente que jalean a tu paso, hay que darle una vuelta, tu vuelta, la vuelta de gloria, del reconocimiento al haber finalizado una marcha como esta.

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