La Medalla de Oro de Melilla ha ido a posarse este año sobre el pecho de dos hombres buenos. Ese es el mejor adjetivo para describir al doctor José Luis García Puche y al guardia civil Javier González Ferrón. Así se deduce del camino que han seguido ambos hasta llegar ayer al Salón Dorado del Palacio de la Asamblea. El primero ha sido aupado por sus pacientes y los familiares de éstos, que se movilizaron para que le fuera reconocida su labor como oncólogo y su compromiso con los pacientes. El segundo se sumergió en el mar empujado por su valor y sentido del deber para apartar la nube de la desgracia que planeaba sobre una familia de inmigrantes. Ambos han tenido en sus manos la vida de sus semejantes y ningún de los dos ha defraudado, uno a base de dedicación y el otro con arrojo y valentía.
Tras recibir el galardón de manos del presidente Juan José Imbroda, García Puche y González Ferrón coincidieron en expresar su orgullo por la distinción, un sentimiento semejante al de todos los melillenses, que desde ayer podemos congratularnos de decir que ambos llevan la Medalla de Oro de nuestra ciudad.
Si en alguna ocasión ha surgido discrepancias sobre los méritos de los galardonados, ayer la sensación entre los presentes en el Salón Dorado era de unanimidad en el acierto para distinguir a ambos ciudadanos. No hay duda de que los dos cumplen con el requisito de sobresalir por su “ejemplaridad, por ofrecer a nuestra sociedad modelos positivos en los que mirarse y por traducir su comportamiento en un mensaje de esperanza”, esencia de las Medallas de Oro de Melilla, dijo el presidente Imbroda.
Tanto el oncólogo José Luis García Puche como el cabo Javier González Ferrón se mostraron agradecidos por la distinción, pero nunca lo podrán estar tanto como los pacientes a los que el primero ayudó con su dedicación y humanidad y las personas que el otro rescató de una muerte segura poniendo en peligro su propia vida. Gracias a ambos.