Lo que el 15 de diciembre era urgente, dos meses después no tiene sentido. El delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, anunció ayer que los pivotes para el control del paso de vehículos por la frontera de Beni Enzar, que llevan casi ocho meses rotos, no se van a arreglar. Según explicó, no tiene sentido reparar una infraestructura que por la orografía del terreno volvería a romperse inmediatamente. Todo lo contrario de lo que el ex número dos del Ministerio del Interior, Ignacio Ulloa, dijo durante su visita a Melilla. Entonces esa obra se iba a hacer de manera inminente. Urgía. Hace una semana, desde la Delegación del Gobierno señalaron que se restaurarían en el primer trimestre de este año. En fin, a lo que vamos, que donde se dijo digo, ahora se dice Diego. Razón tienen los sindicatos policiales de Melilla para desconfiar de las promesas que hacen los jefazos que vienen a la ciudad a dar un mítin relámpago. Pero la cuestión no es ni tan sencilla ni tan vanal. ¿Quién encargó unos bolardos que no se adaptan a la orografía del terreno de Melilla? Si nada más instalarlos se rompieron ¿están en garantía? ¿Se recuperará el dinero público invertido en ellos? No sabemos si esos pivotes, que habrían impedido la entrada de coches kamikazes a la ciudad, nos salieron a todos los españoles por un pico, pero para hacernos una idea, el precio medio de uno solo anda por los 2.800 euros sin IVA. En fin, queda claro que no se repararán los bolardos y que a partir de ahora habrá que hacer un circuito en zig zag para entrar o salir de Melilla por Beni Enzar. A modo de parche han blindado la frontera de vallas New Jersey, que lo único que tienen de americanas es el nombre. Vamos, que son las señales de plástico blancas y rojas, rellenas con agua o arena con que se cortan las carreteras de toda la vida. Confiemos en que estamos ante una solución temporal y en que no venga un temporal y se las lleve.