El Domingo de Ramos se vive de forma agridulce. Es triste no poder ver a La Pollinica y a la Virgen de la Esperanza procesionando en la calles de la ciudad y bendiciendo a todos desde sus tronos. Pero al menos este año los melillenses han podido acercarse a la Medalla Milagrosa a verlos, a coger esas ramas de olivos, a caminar hacia las dos imágenes, ponerse delante de ellas y vivir ese momento tan emotivo de mirarles a los ojos. Las lágrimas rodaban por las mejillas de muchos cristianos que, desbordados de sentimientos alegres y tristes, pedían a la Esperanza y al Señor que la pandemia acabe ya. Rogaban por la salud de los suyos, pero también por la vida de todos los melillenses.
Ha sido duro ver que un año más no salían en procesión Nuestro Padre Jesús en su Soberano Poder y María Santísima de Gracia y Esperanza. Pero al menos la Medalla Milagrosa ha abierto sus puertas para poder rezarles cerquita. En eso coincidían todos los cofrades.
Desde las 10:00 horas la entrada a la iglesia de peregrinos ha sido constante. Hay quien necesitaba sentarse un ratito en el templo, hacer su oración y disfrutar de ver las imágenes. El año pasado solo pudieron recordarlas o ver las fotos en los teléfonos de la procesión de 2019.
En todo momento, los hermanos de la Cofradía de la Flagelación han velado por las medidas de seguridad. Son momentos tan emotivos que algunos olvidaban que estaban en un templo y se ponían a charlar con un vecino al que hacía meses que no veían. Incluso se escaba algún que otro abrazo. No están permitidos, pero después de tantas semanas sin ver a las personas que se quiere, cómo no estrecharse rápidamente frente al Señor.
En los bancos se señalaba dónde sentarse y solo los convivientes podían permanecer juntos en un mismo banco. A la entrada, tras hacer una pequeña cola que en ocasiones era más larga, había gel hidroalcohólico para las manos y una enorme caja de donde coger la rama de olivo bendecida de este Domingo de Ramos. Luego el pasillo de la Medalla Milagrosa conducía a La Pollinica y a la Esperanza y los fieles no podían más que sacar el teléfono para retratar a su familia con ellos y también a las imágenes solas. Tras ese momento especial de recogimiento frente ellas, la salida se hacía hacia la casa hermandad. De esta forma, no se armaban corrillos ni cruces en la entrada de la iglesia. Además, la Cofradía ha montado una exposición de todos aquellos objetos que se hubieran usado en una procesión.
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