Rachida Idrissi espera todos los días recibir una llamada de su hermano Mustapha. El joven, de 25 años, lleva sin dar señales de vida desde 2016, cuando viajó a Siria para combatir en las filas yihadistas. De eso se enteró después, porque Mustapha desapareció de la noche a la mañana. De un par de llamadas mudas, ella sospecha que está en una prisión de Irak.
La historia de Rachida es la de decenas de familias marroquíes con hijos y hermanos que un día desaparecieron sin decir nada para incorporarse al yihadismo en los años en que el Estado Islámico conquistaba amplios territorios de Siria e Irak.
Reclaman que los repatrien a Marruecos, unas peticiones que se han vuelto más insistentes tras el motín que se produjo hace unas semanas en una prisión del norte de Siria donde están encarcelados miles de extremistas procedentes de más de 50 países.
"Los queremos en Marruecos, hasta si tienen que cumplir cadena perpetua. Reconocemos que han cometido un error, pero queremos que estén en una prisión donde los podamos ver; eso es mejor que la incertidumbre actual", asegura a Efe Rachida en un encuentro en su vivienda de Casablanca con otras familias afectadas.
Mustapha trabajaba en un taller de mecánica en Casablanca y en 2013, con 17 años, decidió emigrar a Europa. Tras una estancia corta en Libia pudo llegar a Italia de forma ilegal. El último país europeo donde estuvo es Eslovenia, relata Rachida.
"Nos comunicábamos de forma diaria hasta el 31 de diciembre del 2015". Esa nochevieja los dos hermanos conversaron hasta la madrugada y al día siguiente él desapareció. Un mes después, publicó un último comentario en su cuenta de Facebook: "Mustapha ha muerto".
"Entonces me puse en contacto con sus amigos en Europa, hasta que uno de ellos me dijo que mi hermano había viajado en abril del 2016 a Gaziantep (ciudad turca fronteriza con Siria). En ese momento empecé a buscar en los focos de conflicto".
Rachida vive obsesionada con encontrarlo y tiene una sospecha: su hermano está en la prisión iraquí de Nasiriya, puesto que de allí provinieron dos llamadas a su madre con un interlocutor mudo al otro lado de la línea.
Jadiya Fauzi, una bereber que apenas habla árabe, tiene más suerte que Rachida. Al menos sabe dónde está su hijo, Yawad Buyafar, de 24 años y con quien llega, a veces, a intercambiar conversaciones telefónicas desde su prisión en Siria.
Sentada en el salón de Rachida, Jadiya explica que Yawad estudiaba en la Universidad de Casablanca y abandonó la casa familiar en 2016 con la excusa de pasar con amigos sus vacaciones veraniegas en las ciudades marroquíes de Tetuán y Agadir. Le pidió dinero a sus padres y se fue.
"Nos escribía todo el tiempo como si estuviera en Marruecos", explica, pero un día se presentaron unos agentes en casa para informarles de que Yawad había volado a Turquía y desde allí accedido al norte de Siria, donde está detenido en una prisión de los rebeldes sirios.
"Pedimos a las autoridades que nos ayuden. Estamos enfermos y perdidos, no dormimos bien ni comemos bien", dice entre lágrimas.
Marruecos, junto con Túnez, es el país del Magreb de donde más yihadistas partieron a Siria e Irak, alrededor de 1.600. Se calcula que actualmente 724 marroquíes están detenidos en esos dos países, de ellos 217 hombres, 120 mujeres y 387 menores de edad. Algunos, especialmente en Siria, presos sin juicio, otros condenados a cadena perpetua o a pena de muerte en Irak.
Los familiares han llevado sus peticiones al Parlamento marroquí, donde se creó una comisión para estudiar el asunto. Hasta ahora, las autoridades del país han realizado una repatriación de combatientes yihadistas por razones "humanitarias". Fue en marzo de 2019, cuando ocho marroquíes en prisiones kurdas del norte de Siria fueron trasladados a cárceles del país magrebí.
Según una fuente antiterrorista marroquí consultada por Efe, estas repatriaciones se encuentran con la resistencia de varios países debido a los riesgos que suponen por la experiencia militar que adquirieron estas personas y su adopción incontestable de la ideología extremista. Además, en ocasiones es difícil identificarlos porque no tienen documentos.
Para la experta en desradicalización del Observatorio Marroquí sobre Extremismo y Violencia Maha Ghazi, las instituciones penitenciarias no van a poder acoger "de repente" a cientos de extremistas con instrucción militar.
En Marruecos, indica, existe un programa de desradicalización en cárceles llamado 'Musalaha' (Reconciliación) puesto en marcha en 2017. La experta pide que se aplique también fuera de las prisiones, puesto que cree que, de ser repatriados, estos excombatientes pasarán poco tiempo en la cárcel.
En el caso de ser mujeres, Ghazi recuerda que normalmente no se las procesa al considerar que fueron engañadas u obligadas a irse por sus maridos. Según la Oficina Central de Investigación Judicial (BCIJ), de los 1.662 marroquíes que se desplazaron a Siria e Irak, 270 volvieron a Marruecos.
La mayoría fueron juzgados gracias a una reforma del Código Penal aprobada en 2015 para castigar, con penas de entre cinco y diez años de cárcel, "la incorporación a zonas de conflicto para practicar la yihad". Entre los que se desplazaron había 291 mujeres y 630 menores. Otros 745 fallecieron allí.
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