La senadora popular Sofía Acedo ha acusado al Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias de querer convertir Melilla en un campamento de inmigrantes como el que teníamos montado aquí en 2013-2014, con Rajoy en la Moncloa.
Es cierto que con Jorge Fernández Díaz como ministro del Interior esa situación se recondujo y las salidas a la península se regularizaron, pero no se puede hablar de campamento de migrantes sin recordar aquellas chabolas que crecían como setas por los alrededores del CETI en esos años de saltos masivos a la valla.
El chabolismo era la única forma que tenían los primeros refugiados sirios que llegaron a esta ciudad tras la guerra de escapar al hacinamiento perpetuo que había en el interior del CETI. Difícil olvidar aquel drama de padres separados de hijos hasta recibir el resultado de las pruebas de ADN que pedía el Gobierno de Melilla.
Así que ese cuento, para los que no tengan memoria. Que aquí el PP ha tenido un pasado. Pero en fin, es lo que tiene la demagogia. La vomitas y si cuela, hasta puede que te lleves aplausos.
Digamos que lejos de aprovechar para sacarle los colores a los social-comunistas que se dan golpes de pecho defendiendo a los más vulnerables, la delfín de Imbroda, según algunas fuentes, ha intentado echar un pulso al discurso antiinmigrantes de Vox. Y ahí es donde se pierde el PP, en la curvita.
Creo que la senadora no se da por aludida con el viaje al centro de Pablo Casado. Mantener migrantes hacinados en Melilla o en Canarias es temerario no sólo porque contraviene las normas sanitarias del propio Gobierno sino también porque con la paralización de los traslados a la península los social-comunistas contradicen lo que defienden en Europa.
En Bruselas se oponen junto a Grecia, Malta e Italia al plan migratorio que obliga al migrante a quedarse en el país por el que entró a la Unión Europea. Como lo oyen: en el Parlamento europeo, España es contraria a obligar al migrante a quedarse en el punto por el que accedió al espacio Schengen, pero en Melilla, los castiga y los deja varados aquí durante meses. Sin condiciones, sin explicaciones y sin que se les caiga la cara de vergüenza.
No lo hacen, querida Acedo, porque quieran reconvertir esto en un campamento de migrantes sino porque tienen más cara que espalda. Y, sobre todo, porque desde la oposición se lo permitís. No es compitiendo con Vox como se le pueden sacar los colores a los progres. Basta con leer y mover ficha. Pruébalo. No es tan difícil. El votante siempre prefiere el original a la copia.
Es impresentable que en Melilla haya 2.000 migrantes, como dice Acedo, que no han sido trasladados a la península por motivos que la Delegación del Gobierno debería explicar. Tenerlos hacinados en el Centro de Estancia Temporal de Migrantes (CETI) significa que no aprendimos la lección.
Si el coronavirus se desmadró en Melilla al inicio de la segunda ola de la pandemia fue gracias a que el CETI se convirtió en un vivero de la enfermedad, donde personas sanas y contagiadas compartían espacios comunes, sin que ningún responsable político de esta ciudad haya sido investigado por propagación de epidemias.
Ahora, desde el Senado, Acedo ataca la única industria que hoy por hoy mantiene empleos en Melilla: la inmigración. ¿Qué pasaría con las ONGs, los trabajadores sociales y las empresas de vigilancia si de pronto nos quedáramos con 150 migrantes en el CETI como en Ceuta?
Pues eso, que sólo nos falta que el discurso periférico nos deje sin esos ingresos. Pero lo cortés no quita la valiente. No concuerdo en las formas, pero sí en el fondo de lo que denuncia Acedo. No podemos permitirnos 2.000 migrantes durmiendo en literas, compartiendo baños y comedor en plena pandemia.
Sobre todo ahora que tenemos la UCI del Comarcal colapsada y que ninguna familia está en condiciones económicas de trasladarse a pasar una temporada en un hospital de Málaga. La situación da miedo.
Por eso duelen las fotos que circulan por WhastApp, de políticos de esta ciudad el pasado domingo, sin mascarillas, en una terraza cercana al Paseo Marítimo, compartiendo con más de cuatro personas por mesa, desoyendo las indicaciones de la Consejería de Salud Pública. Su ejemplaridad era verde y se la comió un borrego.
Y todavía tienen la desfachatez de insinuar que están en condiciones de gobernar. ¿Para qué? ¿Para que Melilla siga siendo el chiringuito de unos pocos?
Ya está bien. Se puede engañar a todo el mundo un tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.
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