Ramón Carrasco, un guardia civil de Melilla, y su hija Paula de once años se han visto en la obligación de interponer un recurso de alzada a la ministra de Defensa, Margarita Robles, ante la imposibilidad de recibir el tratamiento completo para la diabetes de tipo I que ambos padecen. Éste es el último recurso que les queda y esperan que Robles les escuche porque llevan meses ‘batallando’ con su compañía de seguros y con el Instituto Social de las Fuerzas Armadas (Isfas). En enero, sin previo aviso, Adeslas, su aseguradora privada, le retiró uno de los elementos más importantes de la bomba de insulina que tiene él y su hija: los sensores. Durante casi dos años se les ha enviado, como el resto de materiales y medicación que precisan para el tratamiento de la enfermedad. Pero en enero la compañía decidió que no remitía los sensores. Para sus usuarios es una pieza clave porque avisa con un pitido de las subidas y bajadas del azúcar en la sangre.
Ramón y Paula tuvieron la suerte de ponerse la bomba de insulina en Málaga hace más de dos años. Este guardia civil indicó que dio un giro a sus vidas porque ese pequeño aparato mantiene estables los niveles de insulina y pita, gracias al sensor si baja mucho o sube en exceso. Les ahorraba tener que pincharse hasta cinco veces al día para saber el nivel de azúcar y regularlo luego con las inyecciones de insulina a través de los bolígrafos, que causan callos en la barriga.
Este melillense solicitó en enero a su compañía de seguros Adeslas el material que necesitan ambos para mantener este tratamiento y les enviaron todo lo necesario a excepción de los sensores. Los reclamó y le dijeron que no se les iba a enviar porque no entraba dentro de la cobertura del seguro. Ahí comenzó la lucha de este padre.
Adeslas respondió a su reclamación que es correcto que se le deniegue el envío de “los sensores para la medición de glucosa porque no forman parte de la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud”. Añade la compañía que puede realizar esta queja ante el Isfas.
Ramón no se queda quieto y escribe este instituto. Describe en su petición que la bomba de insulina que utiliza él y su hija tiene un sensor que evita las bajadas de glucosa en sangre, ya que no sólo pita sino que para de lanzar insulina al cuerpo, y también avisa de las subidas. Subraya que cada tres meses Adeslas le mandaba todo lo necesario para su tratamiento, incluido esos sensores. Pero que desde enero ya no cuenta con ellos porque la aseguradora subraya que no figura en el concierto y que fue un error su suministro. Subraya que son necesarios para el correcto y total funcionamiento de la bomba de insulina. Adjuntó los informes del endocrino para justificar su petición.
Sin embargo, la respuesta del Isfas fue que Adeslas no puede asumir la cobertura del suministro de los sensores al tratarse de un dispositivo que no está incluido en la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud.
Además, este instituto resaltó en su resolución que sólo le quedaba a Ramón poner el recurso de alzada al Ministerio de Defensa en un mes y eso es lo que ha tenido que hacer esta familia.
Pero esto es sólo el proceso administrativo reflejado en escritos. Entre reclamaciones y respuestas, este melillense ha tenido el conocimiento de que ha habido reuniones en Melilla entre la aseguradora y el responsable del Instituto Social. Pero como no se llegaba a un acuerdo, se elevó a nivel nacional la discusión. Su conclusión ha sido muy negativa para esta familia y entre diez o quince personas más que cuentan con este seguro y pertenecen al Isfas por su empleo o el de un familiar cercano.
En el recurso de alzada a Defensa describe que en el acuerdo que hay entre el Isfas y Adeslas se indica que dicha aseguradora “deberá proporcionar aquellos productos que, a juicio del profesional responsable de la prescripción se adapten mejor a las necesidades del paciente”.
Ramón cuenta con documentos del endocrino y, también del de su hija, que dicen que precisan de este tratamiento. Por ello, aseveró que aunque en el acuerdo no venga descrito que les deben proporcionar los sensores, cree que en el citado párrafo se describe que sí tienen derecho a ellos.
Remarcó que si finalmente Adeslas no quiere darles los sensores, debería ser el Isfas la entidad que los proporcionara.
Al margen de esto, este diabético destacó que ha tenido tiempo para abordar este asunto con otros enfermos de diabetes que pertenecen a las Fuerzas Armadas y se ha dado cuenta de sólo los de Melilla (ese grupo de entre diez o quince) y Málaga están siendo afectados por esta decisión de Adeslas. La compañía sí estaría suministrando estos sensores en otras autonomías.
El temor de Ramón es que la decisión de la aseguradora sea eliminar esta cobertura en toda España, en lugar de reconocer el “error” que se comente en Melilla y en Málaga.
Por otro lado, Ramón indicó que habrá personas que se pregunten por qué la familia no compra directamente estos sensores y deja de pelear a nivel administrativo por ello. La respuesta es sencilla: una caja que dura un mes cuesta 330 euros. En su caso, al ser dos los que necesitan en su hogar estas ‘piezas’, la inversión mensual sería de 660 euros. Se trata de una cifra elevada.
Apuntó que ha contactado con la fábrica de la bomba de insulina y si firma un contrato de un año le pueden dejar la caja a 220 euros. Aunque al mes supondría un total de 440 euros.
Pero la batalla que está dando con la aseguradora no sólo viene por el tema económico, añadió, sino porque cree firmemente que tiene derecho a ello.
“Ya no controlamos una enfermedad silenciosa, que te come por dentro”
Una pieza pequeña cambió sus vidas hace dos años. Nunca lo hubieran pensado, pero Ramón y Paula Carrasco, padre e hija, son diabéticos y fue en el 2016 cuando se pusieron una bomba de insulina. Escogieron la más avanzada que había en el mercado. La que incluía un sensor que permitiría a este aparato dejar de aportar insulina cuando el azúcar en sangre bajaba demasiado y pitaba cuando subía en exceso. Este sensor aportó una gran calidad de vida a ambos. Son personas con una gran vitalidad que no se están quietas y esto les permitía una independencia y una tranquilidad que antes no se imaginaban ni soñaban.
Pero ahora la compañía de seguros que tienen les ha negado los sensores. Afirma que, como la Seguridad Social no los aporta a los enfermos, esta aseguradora tampoco lo va a hacer más.
Ambos pasaron de pincharse en los dedos para sacar muestras de sangre, unas cinco veces al día, para saber cómo de alta o baja tenían la glucosa en sangre, a desentenderse de esto. La bomba de insulina aporta lo necesario y sólo tienen que recargarla cada tres días. Tampoco tenían que cargar con los bolígrafos con insulina porque la máquina suelta en el organismo lo que marcan ellos.
Otra de las ventajas de este pequeño aparato, que ambos llevan en la barriga, es que se pueden programar cantidades pequeñas de insulina que no son posibles con los bolígrafos y se mantiene más estable el nivel de azúcar en sangre sin bajadas fuertes, que pueden provocar desmayos e incluso entrar en coma.
Ramón explicó que con los bolígrafos la persona se pincha una cantidad de insulina que cree que va a necesitar antes de comer. Pero si no come lo suficiente, los niveles pueden bajar mucho. Esto no pasa con la bomba de insulina y menos si se tiene los sensores.
Esta pieza fue un plus más de comodidad, tranquilidad y libertad en su tratamiento. Él es adulto y se había acostumbrado a controlarse los niveles de azúcar con los pinchazos. Pero su hija tiene solo once años y había que despertarla todas las madrugadas para hacerle un análisis y ver cómo tenía la glucosa en sangre.
Sin embargo, en los dos últimos años con los sensores, no era necesario ese análisis. Si Ramón escuchaba un pitido de la máquina desde su cuarto sabía que la bomba de insulina le estaba avisando de los índices no eran normales. Aún así se despertaba por las madrugadas para echar un vistazo a la máquina que le indicaba la cifra, aunque sin tener que despertar a su pequeña para pincharle en el dedo. Pero lo cierto es que ya no está tranquilo porque la máquina, sin ese sensor, no pita cuando sube o baja la glucosa.
Ramón subrayó que la diabetes es una enfermedad silenciosa. “Ya no la controlamos. Te come por dentro y provoca complicaciones en tu salud a largo plazo”, aseveró en relación a que un diabético puede sufrir ceguera, disfunción en los riñones o que le tengan que amputar un pie.
Para luchar contra esta decisión de la aseguradora y que de nuevo les sirvan los sensores, Ramón ha creado un grupo de Facebook para unir fuerzas y localizar a más afectados por este tema: Plataforma diabéticos afectados por Segurcaixa Adeslas.
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