He leído con detenimiento los motivos que da la vicepresidenta del Gobierno, Gloria Rojas, para explicar por qué quiere seguir adelante con el hospital modular, que estará listo el año que viene. No lo digo yo, se lo dijo la ministra de Sanidad, Carolina Darias, a Imbroda el pasado 27 de abril en el Senado.
Todo apunta a que vamos a tener un hospital montado a base de módulos prefabricados en la ciudad, el mismo año que terminarán las obras del Hospital Universitario, proyectado, como todos sabéis, poco menos que antes de nuestra era.
Si la pandemia está bajo control; si dentro de 100 días el coronavirus está controlado en toda España; si a finales de julio tendremos el 70% de la población vacunada, ¿qué necesidad hay de gastarse 4 millones de euros en montar barracones sanitarios si ese mismo año tendremos terminadas las obras del nuevo hospital de Melilla?
¿Qué interés hay en hacer un hospital modular, si tendremos uno de los buenos, de los de verdad, en pie también el año que viene? Ya puestos a asumir inversiones del Estado, ¿por qué no usamos esos 4 millones de euros que nos costará el hospital modular para avanzar en el equipamiento del Hospital Universitario?
Quizás así podamos conseguir que el nuevo centro hospitalario de Melilla esté listo para recibir pacientes antes de 2022, cuando, según las previsiones, será inaugurado en nuestra ciudad por un consejero de Sanidad y una ministra socialistas. Eso, claro está, si no hay elecciones anticipadas en este país el próximo otoño.
Vayamos por partes. Los hospitales nunca están de más. Nunca sobran las camas hospitalarias; nunca se nos morirán de risa las plazas disponibles en la UCI. Melilla es una ciudad que crece constantemente y el nuevo hospital se proyectó hace años. Ha llovido mucho desde entonces y quizás le pase como le ha pasado a la Escuela de Idiomas, que se eternizaron tanto las obras, que al final nació pequeña.
Entiendo que nuestros políticos se cubran las espaldas y quieran tener el hospital modular en pie, por si nos pasa como con los trabajos del Mercado Central, que se eternizaron víctimas de la crisis económica y también del mal fario.
Entiendo además que el coronavirus es un desconocido y no sabemos a ciencia cierta hasta cuándo nos durará la inmunidad que nos ofrecen las vacunas que nos han puesto o nos van a poner. Por lo que pueda pasar, mejor pájaro en mano, que ciento volando.
Pero a nivel de comunicación, cuando usted vende que hará un hospital de quita y pon en Melilla y que lo terminará el mismo año en el que culminarán las obras de la gran obra sanitaria prometida durante años, es porque ni usted mismo se cree que eso sea posible. Yo podría pensar, y no sería descabellado, que usted teme que un adelanto electoral le deje sin inaugurar el hospital modular y sin cortar la cinta del Universitario.
Sería, evidentemente, una piedra en el zapato de los socialistas melillenses no poder concurrir a elecciones llevando bajo el brazo el logro de haber dotado a la ciudad de un Hospital Universitario. Todos recordamos cómo los de Gloria Rojas machacaron con eso al equipo de Gobierno de Imbroda. Le restregaron una y mil veces su incapacidad para poner en marcha una obra que, según decían, era llegar y besar el santo.
No pueden arriesgarse ahora a que quede en evidencia que gobernar no es coser y cantar. Que no es tan fácil como creían.
Yo creo que a los socialistas les falta fe. Les falta creerse de verdad que pueden conseguirlo. Las obras del Hospital Universitario no pueden ser sólo una de sus prioridades. Tienen que ser su prioridad porque sólo así podrán ponerse delante del electorado y certificar que sólo con un gobierno del PSOE en Madrid se dota a esta ciudad de infraestructuras. Sólo así podrán convencer a los indecisos de que con el PP no avanzamos al ritmo que nos merecemos.
Pero para sacar adelante proyectos complicados como esto, hay que estar todos a una. Hay que venderlo y pelearlo en Madrid. Hay que llamar y llamar hasta que del otro lado ya sepan que está llamando la pesada de Melilla.
Sólo así, ese gran proyecto que necesita esta ciudad podrá salir adelante. Pero si en lugar de centrarnos en un único objetivo, nos ocupamos de dos, si en lugar de defender que avancen las obras del Hospital Universitario estamos peleando por un parche que nos saque del apuro, dispersamos nuestras fuerzas.
Ya no habría que llamar a Madrid para preguntar por la obra estrella de Melilla. Habría que dar la brasa por proyectos menores que resuelven el problema, pero evidentemente nos colocan en desventaja con las autonomías españolas que tienen transferidas sus competencias sanitarias y que sí se gastan dinero en levantar hospitales equipados con tecnología punta.
En esto, como en todo en la vida, tenemos que elegir. Lo barato sale caro. La defensa a ultranza de la necesidad de seguir adelante con el hospital modular pone en tela de juicio el proyecto del Hospital Universitario. ¿Es realmente lo que queríamos? ¿Es lo que necesitamos? ¿Será suficiente? ¿Es otro parche?
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