“Dentro de lo extraño y terrible del alzhéimer, en ‘El Padre’ hay humor”

  • El argentino dará vida en la obra ‘El Padre’, hoy viernes (a las 21:00 horas) y mañana sábado (20:30) en el Kursaal, a un hombre que pierde la memoria

  • “El personaje me hace pensar que estoy en la edad de la enfermedad”

Responde al otro lado del teléfono con la ternura, serenidad y vitalidad de quien a pesar de los años aún no ha perdido el entusiasmo en la vida pero ya sabe que todos los problemas son relativos. Héctor Alterio (Buenos Aires, Argentina, 1921) se subirá hoy viernes (a las 21 horas) y mañana sábado (a las 20:30) al escenario del Teatro Kursaal para dar vida a Andrés, un hombre que pierde la memoria y nos coloca en la perspectiva de una mente confusa. La obra ‘El Padre’ no se olvida de dar unas pinceladas de humor para restarle drama a la historia.

–¿Qué se va a encontrar el público melillense en ‘El padre’?

–Toca un tema muy delicado como es la pérdida de memoria. A primera vista, podría parecer una tragedia. Sin embargo, Florian Zeller, que es un autor muy joven francés, que ha tenido mucha repercusión por esta función en todo el mundo, hizo una historia muy personal. Automáticamente, se le podría dar el rótulo de farsa trágica. Tiene algo de eso. Es una enfermedad tan extraña, tan terrible, un pozo negro interminable, donde sufren más los que están alrededor que el enfermo en sí.

Hemos hecho 120 representaciones en dos años dando vueltas por España y hemos tenido una respuesta sumamente óptima del público que recibe agradecido esta obra tan particular. Esto se va a encontrar el público melillense. Me baso solo en los hechos reales, que es la emoción con la que el público, al terminar la función, se pone de pie, aplaude y agradece emocionado. Se producen situaciones en las que identifico al espectador como alguien quien ha podido ver de cerca esta enfermedad.

–El guión es complejo, como la mente de un afectado. ¿Le cuesta al público entender la historia?

–Al público le cuesta entender pero no deja de desatender. La respuesta está en el final. Está totalmente traducido. Es una obra con una respetuosidad absoluta y donde el autor, con todas sus genialidades de diálogos, hizo una propuesta verdaderamente respetuosa y original. Está llena de sorpresas; la más extraña, pero que no por ello el público se despega de la obra, es que pronto se materializan en escena los pensamientos del enfermo. Saben que está tratando el problema que se representa en la función pero desconocen qué pasa. El espectador no sale de la tensión y no se distrae para nada. Ese es otro de tantos elementos que favorecen al éxito de la función.

–¿Cómo se introduce el humor para quitarle carga dramática a la obra?

–Dentro de lo terrible que es la enfermedad, surgen situaciones, por lo imprevisto de las respuestas de Andrés al desconocer a las personas más allegadas a él, con un poco de humor. El público lo agradece.

–¿Qué le está enseñando este personaje?

–Me hace ponerme en esa tesitura. Yo tengo la edad de sufrir en pleno alzhéimer. Tengo 88 años. El personaje me enseña que todavía lo puedo hacer, me puedo entretener, puedo aprender escénicamente. Mi trabajo de la noche anterior se puede mejorar. Es lo bueno que tiene el teatro. Yo tengo una alerta permanente frente al público, a un señor desconocido, que se moviliza de su casa, llega a la taquilla, paga una entrada y se sienta en la butaca. Nosotros tenemos sobre nuestras espaldas 120 representaciones pero este señor, cree que ve un estreno. La obra me enseña que tengo que tener un respeto religioso por ese señor, que se tomó su tiempo y su dinero y no tiene por qué ver un espectáculo que se hizo 120 veces. No sé quién es pero conforma lo que es el público y es lo que me enseña el personaje y el teatro. Tanto a mí como a mis compañeros, que son gente joven, con mucho vigor, con mucha alegría y entusiasmo, que es algo que a mí me ayuda muchísimo.

–¿La obra es apta para que la vean espectadores que han vivido o están viviendo esta enfermerdad en sus familias?

–Me ocurre permanentemente a la salida del teatro. Yo represento esa situación que están viviendo y se remueven los estados de ánimo. Viene gente del público y, muy conmovidos, me saludan. Pero a pesar de tener a un ser querido en esa situación, en el teatro también se viven momentos divertidos que ayudan a sobrellevar esta farsa.

–¿Cuál es el secreto para seguir trabajando con tanta vitalidad?

–[Risas]. No lo sé. Yo ahora mismo no tengo a nadie que me desplace de un sitio a otro. Tengo mis dos piernas y la voluntad de seguir adelante. Quizá no con el ritmo de hace 30, 40 años atrás. Te voy a decir los años que vengo haciendo esto y el que se va a asustar soy yo: más de 70. ¿Qué te parece? La memoria es algo fundamental para mi oficio. Tengo la garantía de gente joven que trabaja conmigo. Eso es muy importante a mi edad. Son respetuosos, cariñosos y talentosos. Todas esas cosas que se van enfriando con el paso de los años pero que a mí me permiten continuarlas con ellos. Yo me podría jubilar pero lo haría con un mínimo de pensión que no me alcanzaría para mantenerme yo y mi familia. Yo necesito trabajar, además de que me gusta. Y ahí sigo.

–Los actores suelen decantarse por el teatro. Usted también ha hecho cine y televisión. ¿Con cuál se queda?

–Cada uno tiene sus pros y sus contras. Me quedo con el teatro porque me permite mejorar a diario lo que considero mejorable de la función anterior. Y recrearme permanentemente en presentar un espectáculo como si fuera un estreno. En televión y cine, las cosas se graban con una velocidad y un ritmo distintos. Y ahí quedan, perpetuadas, sin posibilidad de mejora. Pero tienen la ventaja de hacer trascender más. Y te pagan más todavía.

–Sé que será difícil contestar pero si tuviera que elegir un personaje de todos los que ha interpretado a lo largo de su carrera, ¿con cuál se quedaría?

–El próximo que va a venir, que no lo conozco, tiene que ser una maravilla. Cada personaje tiene una cosa. Cada uno está rodeado de situaciones que le favorecen a uno la experiencia de interpretarlo. Yo me conformo con saber que el próximo va a ser estupendo.

–¿Conoce Melilla?

–Pues he estado en Melilla pero no me preguntes qué representé... [Risas] Creo que ‘El estanque dorado’, con Lola Herrera. Es una ciudad maravillosa. Uno de mis placeres, cuando llego a una ciudad, es caminarla. Y estoy seguro de que cuando llegue descubriré lo que estuve haciendo y los lugares que visité. Y siempre hay algún amigo que encuentro. En este caso, Melilla tiene una características multiculturales realmente atractivas, y de barrios y lugares. Yo sé que están la frontera y la valla. Intentaré pensar en el resto de cosas para no amargarme los pocos días que pasaré en la ciudad.

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