Hace unos años, en la última Reunión de Alto Nivel que España y Marruecos celebraron en 2015, los melillenses teníamos tantas expectativas puestas en esa cumbre de Madrid que cuando acabó la RAN nos quedamos con cara de asombro al constatar que en aquel encuentro en el que el Gobierno de Rajoy era el anfitrión, Melilla y Ceuta no habían sido la prioridad pese a que por entonces teníamos saltos masivos a la valla y la frontera era un caos.
Se supone que en esa ocasión debimos aprender que en cuestiones de diplomacia, los problemas de las dos ciudades autónomas, deseadas por Marruecos, se incluyen en el cajón de sastre dedicado a la colaboración en temas de inmigración. Pero no lo aprendimos y por eso en Melilla pusimos todas nuestras esperanzas en la visita de reconciliación de Pedro Sánchez a Marruecos.
La toma de contacto inicial entre el monarca Mohamed VI y el presidente español, por llamar de alguna manera esa encuentro, fue un acto protocolario del tipo visto y no visto: media hora de reloj, para ser exactos. Lo jugoso dicen que pasó en el iftar, entre dátil y dátil y harira y harira. A juzgar por el comunicado conjunto de Pedro Sánchez y la Casa real marroquí, de la ruptura del ayuno salió la confirmación de lo que ya se había escrito y se sabía, aunque sin concretar fechas. Sabemos que se abrirán la frontera y la aduana, pero no cómo ni cuándo. Hay, en principio, un plazo de tres meses para decidirlo.
Gran parte de España está cabreada porque en el viaje a Rabat no se habló de las contrapartidas que deberíamos recibir por apoyar el plan marroquí de autonomía para el Sáhara y porque no se mencionó el respeto a la integridad territorial de Melilla y Ceuta. ¿Alguien esperaba que Marruecos renunciara en público a su discurso chovinista de que somos ciudades ocupadas? Es un paso de avance que cediera a abrir una aduana en Ceuta y a reabrir la que cerró unilateralmente en Melilla.
En Melilla hemos ganado con esa negociación. ¿Cuánto durará la victoria? Eso se decidirá en el futuro. Nosotros vivimos aquí y ahora.
Eso no quita para reconocer que Marruecos ha sido rácano negociando, pero el presidente Pedro Sánchez ha conseguido el compromiso que garantiza lo que quiere la gran mayoría de los melillenses: que reabran la frontera y la aduana comercial. El precio es alto, pero sin ese sacrificio, en medio de la crisis y de la inflación galopante, estamos perdidos.
¿Nos habría gustado que las cosas hubieran sido de otra manera? Rotundamente sí, pero somos nosotros y nuestras circunstancias.
Tras el encuentro con el rey de Marruecos, en las fotos que compartió Moncloa, al presidente español se le notan las ojeras. Tiene el rostro desencajado. Y no es para menos. Un poco antes, en el Congreso de los Diputados, el PSOE se había quedado solo votando en contra de la proposición para apoyar el derecho de los saharauis a un referéndum de autodeterminación en los términos fijados por la Organización de Naciones Unidas.
De la visita de Sánchez a Rabat, Moncloa compartió un breve tuit destacando que el viaje del presidente "da inicio a una nueva etapa en las relaciones entre España y Marruecos, basada en la transparencia, el respeto mutuo y el cumplimiento de los acuerdos firmados". Eso está por ver, pero ahora no estamos hablando de otra cosa que no sea sobrevivir.
El caso es que Sánchez fue a reafirmar a Marruecos, más que la posición española sobre el Sáhara, una posición sanchista, algo de lo que no podemos quejarnos los melillenses porque se supone que el presidente ha servido a los saharauis en bandeja para salvarnos a nosotros de la asfixia económica. El tiempo dirá de qué magnitud es esa bandeja en la que iban los saharauis y si cabíamos ya en ella Ceuta, Melilla y Canarias.
Por cierto, hay un detalle curioso en la declaración que hizo el ministro José Manuel Albares poco antes de viajar a Rabat, cuando reconoció que la crisis que España y Marruecos cierran con esta visita a Rabat es de "las más largas y de las más profundas". Tiene razón, el comportamiento de Marruecos ha cambiado mucho la valoración que los españoles tenemos de ese país. Sabemos de lo que es capaz cuando quiere algo y está seguro de que puede conseguirlo. La crisis está diplomáticamente zanjada. Ahora toca ver cómo reacciona la gente.
Los rumores apuntan a que Israel y Estados Unidos tienen especial interés en que Marruecos reabra las fronteras de Melilla y Ceuta. Hay quien piensa que Rabat lo necesita tanto como nosotros. Lo cierto y verdad es que hemos aguantado dos años con la frontera cerrada, pero es antinatura pretender que las cosas sigan como están. Había que hacer algo y se ha hecho.
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