Caminando a pie junto a un amigo, Osman llega a las puertas del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla (CETI). Es martes y en las manos llevan mascarillas, vienen de comprarlas. Osman es de Guinea y su amigo de Sudán. Explica que se siente muy agradecido por estar ahí y que no tiene queja alguna, su única preocupación es la ‘salida’, es decir, el permiso para que pueda ser trasladado a una organización de acogida en la península y así iniciar el camino para conseguir el estatus de refugiado y comenzar una vida de pleno derecho en Europa.
Recalca que no tiene queja porque viene de vivir en el bosque, donde no tienen un techo. “Si llueve estás ahí, si hace sol estás ahí”. Asegura que es una experiencia muy “dura”.
También dijo que incluso le robaban los niños de la zona, una vez le rodearon varios y le robaron el móvil y el poco dinero que llevaba encima. “Marruecos es duro”, aunque apunta que no puede generalizar porque como dice, en todos lados hay gente de todo tipo. “Cuando vas a un país, no todo el mundo es malo”.
Él llegó en un salto hace siete meses a Melilla, no recuerda la fecha exacta. Ahora mira hacia delante, justo ese mismo día le habían dicho que iban a trasladarlo el miércoles a la península.
Su amigo, sin embargo, todavía no ha recibido el aviso de ‘salida’. Él también ha pedido asilo y subraya que llegaron el mismo mes.
Osman dejó su país cuando tenía 16 años. Pasó un año en Costa de Marfil y desde entonces ha estado desplazándose por distintos países. Ahora está en la península.
Preguntado por sus aspiraciones, se ríe y con algo de timidez dice “me gusta el fútbol”. Explica que es del Real Madrid desde que era pequeño, su amigo, por el contrario, es del Barça.
A mediados del mes de enero, el CETI albergaba 216 extranjeros. El 92% de los extranjeros tenían en estas fechas entre 18 y 35 años, el 7% entre 35 y 49 años y el 1% entre 50 y 64 años. El 99,5% eran hombres. Por nacionalidad, el 32,9% de los extranjeros eran nacionales de Malí; el 18,5% eran nacionales de Burkina Faso; el 17,6% eran nacionales de Yemen, el 6,5% eran nacionales de Sudán; el 4,6% eran nacionales de Costa de Marfil; el 3,7% eran nacionales de Senegal, el 2,8% eran nacionales de Egipto; el 2,3% eran nacionales de Camerún; existía un 1,8% de nacionales de Siria, así como de Guinea Conakry. El 7,5% restante eran nacionales de Túnez, Marruecos, Argelia, Palestina, Etiopía, Sudán del sur, Pakistán y Chad.
Este cuadro ha cambiado tras los últimos saltos a la frontera de Melilla. Ahora hay alrededor de 800 personas más, presumiblemente del África occidental. En este momento, los inmigrantes que han entrado tienen que pasar una cuarentena por el coronavirus y han de recibir asistencia letrada para trasladar su petición de asilo.
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