Opinión

Decrecer y sobrevivir a la desesperanza

VIVIMOS tiempos convulsos donde la ciencia y las consecuencias de la emergencia climática anuncian el colapso de nuestra civilización y de la especie humana. Hemos sobrepasado seis de los nueve límites planetarios establecidos para la vida en la Tierra y nos encaminamos hacia el punto de no retorno. Cada vez queda menos tiempo para ponernos de acuerdo en las acciones a tomar, y eso nos lleva a la desesperanza, a la ecoansiedad, a rendirnos y bajar los brazos. No podemos permitirlo.

Las Cumbres de la Tierra, las decisiones y discursos políticos, están incrementando esta sensación de dirigirnos hacia el abismo, al matadero, felices, subiendo videos y escuchando nuestra música preferida. Nuestros guías, líderes, siguen decididos, marcando el camino, agarrándose a los milagros divinos, a la magia, a los rumores, o a proyectos fantasiosos como la emisión negativa de carbono, BECCS, o espolvorear la atmosfera con aerosoles para frenar el cambio climático.

Todo es más sencillo. La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha puesto sobre la mesa, en el corazón del nido de víboras de la COP28, la única solución posible, el decrecimiento. No es una idea suya, ni siquiera nueva, ni la primera vez que alguien se atreve a decirlo en estos foros, pero me parece relevante y valiente por su parte, plantearla en estos momentos.

Por otro lado, el Presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en el mismo foro, se lamenta de que el cambio climático y las sequías, “están limitando nuestro crecimiento, desarrollo y progreso económico y social”. Son muchas las críticas que haría a su discurso, a su presencia allí, a las soluciones y medidas “pioneras” que está implantando, pero lo más destacable, es que sigue abogando, como la gran mayoría de países, por el modelo económico que nos ha empujado a esta situación de emergencia insostenible: el capitalismo, o dicho de otro modo, el crecimiento constante de la economía sin tener en cuenta las consecuencias ambientales y las desigualdades sociales.

Y ahí está la verdadera razón de nuestro problema. Ni el Hidrógeno Verde, ni las renovables, ni los coches eléctricos, ni plantar más bosques o limpiar los océanos, nos salvarán del colapso. Por supuesto, tenemos que hacerlo, pero mientras nuestra economía se base en el crecimiento del PIB, que refleja la producción de bienes y servicios, que está innegablemente ligado al consumo de recursos naturales y energéticos, las materiales primas, nada será suficiente.

El PIB es un monstruo que para su crecimiento devora todos nuestros ecosistemas y derechos sociales a su paso. No entiende de acidificación de los océanos, de pérdida de biodiversidad, de ciclos de nitrógeno y fósforo, de agujeros en la capa de ozono, de la falta de agua o la contaminación química. Le da exactamente igual las horas que debas trabajar para pagar los abusivos alquileres, los prohibitivos precios de los alimentos, tu estrés, tu angustia y tu sometimiento y esclavitud a las deudas adquiridas, seducidos, engañados y manipulados por sus luces de neón y los vacíos likes.

El PIB solo quiere crecer su 3% establecido para que el capital te dé la palmadita en la espalda, te considere un gran gestor y puedas sacar pecho. Pero estos gestores políticos, son solo herramientas, marionetas, de usar y tirar. Como tú, como yo, en los últimos 500 años.

La ministra lo ha dejado claro en su entrevista. Decrecer no significa volver a las cavernas, ni perder el estado de bienestar que hemos creado. Decrecer significa dar prioridad a la naturaleza y a las personas por encima del beneficio económico. Significa eliminar las cosas superfluas que no sirven para nada, salvo para llenar los bolsillos del 1% del planeta que posee el 98% de la riqueza. Significa darle el verdadero valor a las cosas que necesitamos para vivir, y no vivir para poseer objetos, que al final son los que terminan robándonos el alma, el tiempo y el esfuerzo para conseguirlos.

Es curioso, hace dos semanas estos dos políticos firmaron un acuerdo para salvar Doñana. A mi entender, con matices, fue un gran ejemplo de lo que significa decrecer. Sin embargo, escuchándolos, con horas de diferencia, sabemos quién fue la mente pensante.

Si quieres hacer una prueba de sí el decrecimiento es efectivo, deja de comprar cosas superfluas e innecesarias estas navidades. Piensa en todo lo que sacrificas para disfrazarte unas horas de felicidad artificial, para fingir que eres de la elite por comer gambas, ponerte un traje que no volverás a usar y comprar el último modelo de móvil infectado de obsolescencia programada. No hay mayor revolución social que dejar de comprar y, además, es la mejor manera de sobrevivir a la desesperanza.

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